Es curioso observar cómo en ciertas ocasiones lo que parece un final es en realidad un principio. Casi simultáneamente al cierre de Contorno, Óscar, mi hijo, ha traído a nuestra atención un proyecto que se perfila para ser algo de lo más interesante que habré hecho a lo largo de toda mi vida.
Se trata de Pellet México (www.pellet.mx), una empresa que recién se constituyó con la participación de dos entrañables amigos españoles de Óscar (y ahora míos), quienes pusieron en marcha en España, Ecuador y Colombia interesantes proyectos para procesar lo que se conoce en el argot científico como biomasa sólida, que no es otra cosa que el desperdicio agrícola y forestal (principalmente) convertido en un biocombustible sólido llamado pellet, destinado a la sustitución del consumo industrial de diésel y de gas LP, en un esfuerzo por diversificar el mercado de energía limpia en nuestro país.
Cada día —a pesar de las disparatadas tesis de Trump al respecto—, un mayor número de países reconoce la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático. México asumió un compromiso en los acuerdos ratificados de París durante la COP 21 de 2016 de reducir emisiones de efecto invernadero. Sin embargo, las energías renovables desarrolladas a la fecha en nuestro país se encuentran en una fase aún incipiente y tienen ciertas limitaciones al ser consideradas como alternativas frente al mercado de los combustibles fósiles.
Las energías eólica y solar dependen de climas específicos y de grandes extensiones de terreno para la generación industrial.
A diferencia de estas energías, la industria de la biomasa podría tener resultados prácticamente inmediatos y las inversiones necesarias para desarrollar esta industria son mucho menores. Actualmente, los mercados de Norteamérica y Europa son los más dinámicos. Estados Unidos produce alrededor de siete millones de toneladas, de las cuales exporta cuatro millones al mercado europeo, que lleva 40 años creando aplicaciones industriales y domésticas. Según datos del European Pellet Council y de Aebiom, el consumo de pellet en 2015 fue de 45 millones de toneladas. El continente se ha convertido en el principal consumidor, creando la necesidad de importar de América y de Rusia.
En México este mercado recién inicia con una producción apenas de cuatro mil toneladas de pellets anuales, lo que prácticamente supone un territorio virgen. La Secretaría de Energía trazó el potencial de los municipios y sus cultivos para generar residuos en el Atlas de Biomasa. El Atlas señala que, en México, sólo se iniciaron proyectos equivalentes al tres por ciento de la energía renovable potencial, es decir 1,481 Gwh/a provenientes de biomasa, iniciativa proveniente de la quema tradicional de bagazo de caña dentro de la propia industria del azúcar.
Si bien México cuenta con este potencial, aún no se ha innovado en transformar los residuos de madera, maíz, palma u otros materiales como la cáscara de café, la de arroz, el bagazo del agave (o inclusive hasta el sargazo de las playas) en un combustible estandarizado del cual puedan aprovechar todas las industrias.
Basándonos en su equivalencia de poder calorífico, la biomasa es más barata que el diésel o el gas LP, cuyos precios se sitúan alrededor de los 17 pesos por kilogramo. En cambio, los pellet de madera tienen precios que varían entre los seis y nueve pesos por kilogramo. Estos precios permitirían transferir a la industria un ahorro alrededor del 35 al 45% (dependiendo del consumo y otras variables de eficiencia energética) en su consumo energético, dotándolas de un margen de competitividad enorme, y además del beneficio económico vendría el más importante: el medioambiental.
Por otra parte, la biomasa se ha utilizado con mucho éxito tanto a nivel doméstico como en la industria hotelera. Cada vez con mayor frecuencia los establecimientos hoteleros han explorado las oportunidades que les supone el turismo sustentable, al convertir el combustible de sus calefactores y calderas a biomasa, resolviendo la demanda de agua caliente y aire acondicionado con una fuente de energía limpia que además les significa cuantiosos ahorros. Esto ha ocurrido en países con un mercado de biomasa más activo, como España, Gran Bretaña o Italia.
Óscar y los demás socios me hicieron el honor de invitarme a presidir el Consejo de esta interesante y retadora empresa, lo que agradezco profundamente. No solo porque me dará la oportunidad de trabajar en algo tan importante para mi país y para el mundo, sino porque me permitirá compartir la experiencia profesional con mi primogénito.