Seguridad, justicia  e infraestructura

por ahernandez@latitud21.com.mx
  • Mirada empresarial
  • Inna German Gómez
  • Empresaria
  • @Innagg

 

Hace algunos días mi querida amiga Sikaru (así es su nombre y ella misma, como hermosa heroína de un cuento fantástico), me recordó el libro de Alma Delia Murillo, ‘Raíz que no desaparece’. Lo leí hace prácticamente un mes, lo desaparecí de mi mente, lo borré de mi repertorio y no quería recordarlo. Un libro que habla de las madres buscadoras, esas mujeres incansables en la búsqueda de sus hijos o hijas. Jóvenes arrancados de su familia y esfumados. ¿Dónde están? Fosas clandestinas, hoteles de mala muerte, cosechando a punta de pistola… nadie sabe. Mi memoria decidió ponerse en huelga y no manifestar conocimiento alguno sobre lo leído. Cuando me lo recordó me volvió la opresión en el pecho. ¡Yo también soy madre! Una historia sobre sueños de dolor y a pesar de ser ficción refleja la realidad que estamos viviendo hoy en nuestro país. 

Hace poco ha estado circulando un video en redes donde una persona habla de que un Estado debe proveer 3 cosas: seguridad, justicia e infraestructura; sin pensar en ideologías políticas, ni si somos derechos o zurdos. Si un Estado no garantiza la seguridad de sus ciudadanos qué nos queda, sin la certidumbre de una fuerza que controle la violencia ¿Cómo vivimos? La justicia: si prolifera el mal y no hay consecuencia, se volverá costumbre; cada día se multiplica la impunidad y sin leyes que regulen nuestro actuar, no existen ganas de invertir, comprar, crecer y hasta soñar. La infraestructura es básica; todos queremos tener en nuestras casas agua potable, luz, transporte, en fin, todo aquello que nos hace pensar en prosperidad.  Si el Estado se preocupara realmente por proveer estas 3 cosas, todo lo demás genera un círculo virtuoso.  

En el informe de personas desaparecidas publicado por la red Lupa, esta a su vez auspiciada por el Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia A.C. establecen que hay más de 100,000 personas reportadas como desaparecidas. Si esto no resulta alarmante, imaginen que la edad de la mayoría de las mujeres desaparecidas es entre los 15-19 años. ¿Dónde estamos como sociedad?, ¿Por qué perdemos a nuestros jóvenes? De verdad que debemos empezar a buscar respuestas. Nuestro gobierno debe empezar a escuchar a las madres buscadoras, trabajar con ganas para frenar este tema que cada día crece y crece. Como país sólo reflejamos la incompetencia de no poder contener una violencia que nos arranca de las manos la prosperidad, el crecimiento y a nuestros propios hijos.