Responsabilidad del gobierno de Baja California en el asesinato de la periodista Lourdes Maldonado
POR ISABEL ARVIDE
La muerte de Lourdes Maldonado, tercer periodista asesinado en este año, pudo haberse evitado.
La responsabilidad de su vulnerabilidad, pese a los ataques que habĂa sufrido, es de las autoridades de Baja California, de su gobernadora, de su secretario de Seguridad PĂşblica, del jefe de la policĂa. De todos aquellos que asumieron, inmoralmente, que la protecciĂłn es a ratos, en ciertos horarios, de forma intermitente, a capricho pues.
Porque despuĂ©s de su intervenciĂłn, hoy muy repetida en medios de comunicaciĂłn, en una conferencia presidencial “mañanera”, la periodista tuvo “la protecciĂłn” de las instituciones mexicanas. Es decir, se le pidiĂł amablemente al gobierno de Baja California, concretamente a la PolicĂa Municipal de Tijuana, que se le proporcionara salvaguarda.
Con lo que los sicarios que la mataron tuvieron el camino abierto, porque los policĂas comisionados a su protecciĂłn Ăşnicamente estaban presentes a ciertas horas y ciertos dĂas. Lo que es inadmisible.
¿Qué hay detrás de esto? Además, obvio, de la omisión inmensa de las autoridades.
Muchos periodistas desconfĂan de la vigilancia policĂaca que les es proporcionada. Lo sienten como una limitaciĂłn y, para los resultados fatĂdicos que tenemos hoy, se “los quitan de encima”. Sin comprender que la eficiencia de la protecciĂłn radica, precisamente, en la pĂ©rdida de su intimidad, en tener vigilancia todo el tiempo.
Y, por tanto, las autoridades de seguridad pĂşblica responsables de salvaguardar la integridad fĂsica de una persona están obligadas, asĂ tiene que ser, asĂ debe ser, a hacerlo las 24 horas del dĂa. De otra manera se cae en un juego estĂşpido que aprovechan los enemigos de la persona que debe ser protegida. No es a ratos, no hay forma de que esto suceda.
Me sorprende sobremanera que una periodista que pĂşblicamente afirma temer por su vida no tenga conciencia del peligro que enfrenta, no mida bien sus opciones, y vaya que la mejor, la menos mala era la vigilancia policĂaca.
Incluso contra su voluntad, la autoridad estatal debiĂł protegerla.
Hay muchas realidades con las que no debe jugarse. En la SecretarĂa de GobernaciĂłn, donde reside el mecanismo de protecciĂłn a periodistas, debieron supervisar esta vigilancia. Y si la autoridad, policĂa, local es omisa o no sabe realizar su trabajo, corresponde a la autoridad federal cumplir con la obligaciĂłn del Estado de salvaguardar la vida de un periodista amenazado.
Lamentablemente no será la Ăşltima vĂctima de la violencia, aunque todavĂa es tiempo de verdaderamente proteger a quienes deben ser protegidos.