POR ISABEL ARVIDE
La vida de 124 personas fue salvada, en medio de la persecuciĂłn, la violencia, la guerra, por una llamada.
Más bien fueron varias llamadas. La primera, de un periodista que ni siquiera está activo, que fue corresponsal del New York Times en México y en Kabul, afortunada circunstancia de conocimiento. La segunda, del titular de Relaciones Exteriores al primer mandatario.
Y en medio de todo esto, la generosa intervenciĂłn del embajador de Qatar en nuestro paĂs.
Singular conjunciĂłn de voluntades, digna de una novela.
Porque en su casa, a las cinco de la tarde, segĂşn publicĂł el diario New York Times, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, recibiĂł una llamada en su celular. RecibiĂł, y mágicamente, decidiĂł responderla porque quien llamaba, poseedor de su telĂ©fono particular, Ă©l que cambia de nĂşmero cada pocos dĂas, era un periodista que solĂa atacarlo mucho. Azam Ahmed.
Ni siquiera estaba como corresponsal en México, ya que decidió tomarse unos meses para escribir un libro.
SegĂşn la crĂłnica puntual, le preguntĂł al licenciado Ebrard si su gobierno, el mexicano, estaba dispuesto a recibir refugiados afganos, justo en medio de la violencia, con el aeropuerto tomado, con miles tratando de subirse a uno de los Ăşltimos vuelos humanitarios. Se trataba de más de 20 familias, reporteros y colaboradores de ese diario que habĂan quedado atrapados de cara a la llegada de los talibanes.
A bote pronto Marcelo contestĂł que no era posible para, minutos despuĂ©s enmendar, y decirle al señor Amed que… habĂa llamado al presidente de la RepĂşblica. Otra mágica, excepcional llamada, celular a celular, con idĂ©ntica singular disposiciĂłn a responder al interlocutor.
Para ese entonces ya habĂa tres personas poseedoras de los nĂşmeros de celular que abren todas las puertas.
De inmediato, sin pasar por toda la tramitologĂa burocrática, el primer mandatario dijo que sĂ. Y sĂ se pudo.
Ebrard declararĂa despuĂ©s que viviĂł este episodio como algo personal entre un periodista que habĂa estado en Kabul hace algunos años, y Ă©l que, como se demostrĂł, “estaba en la posiciĂłn de hacer algunas decisiones”.
Y aquĂ, segĂşn las crĂłnicas publicadas, todo se vuelve misterioso. Hasta que llegan las 124 vĂctimas de la guerra, salvados por un milagro polĂtico, por la voluntad de un señor que se llama AndrĂ©s Manuel LĂłpez Obrador, por las llamadas precisas en el instante correcto, a bordo de un aviĂłn militar del gobierno de Qatar.
El carismático embajador de ese paĂs, militar, guapo, bien vestido, excepcional presencia, Mohammed Alkuwari, declarĂł en el hangar del aeropuerto de la CDMX, donde fueron recibidos los sobrevivientes, que la cooperaciĂłn entre su paĂs y el nuestro es inmensa. Y que siempre estarán dispuestos a apoyarnos.
Supongo que tambiĂ©n tenĂa un celular a la mano y recibiĂł la llamada pertinente.
Resulta inmensamente conmovedor ver a los refugiados, con niños en brazos, escasas pertenencias, sin nada atrás, con casi nada adelante, agradecer por sus vidas a los tres protagonistas ahà presentes: Ebrard, Ahmed y el embajador de Qatar. En Palacio Nacional una sonrisa, un profundo entendimiento de para qué sirve el poder.
Ahora bien, ¿quién tiene esos números celulares para lo que pueda ofrecerse…? Es pregunta.