Al buen entendedor
Sergio González Rubiera
Presidente de la AMAV Quintana Roo
• sgrubiera@acticonsultores.com
corruptio optimi, pessima*
El proverbio latino, conocido desde hace siglos, hace referencia a la decadencia moral o a la corrupción practicada por quienes se habían enaltecido o encumbrado argumentando las mejores virtudes para sí mismos, el mayor prestigio y la más grande nobleza.
En la nobleza de espíritu, radica la bonhomía, el buen ser y el buen hacer, y es por ello de enorme decepción, cuando quienes estas actitudes se arrogaban, caen en desgracia al revelarse en la ignominia de la corrupción.
En la antigua Roma, por ejemplo, durante la época de Julio César, los senadores más conservadores y quienes controlaban los destinos de todos los ciudadanos, dictaban las leyes y ejercían el poder, se autonombraban optimates, se consideraban a sí mismos, “los mejores”, eran los defensores de la oligarquía y contrarios a las reformas populares que promovían un reparto agrario más justo y equitativo. La enorme lucha de poder entre populares y optimates, derivó en tremendos actos de corrupción por parte de estos últimos para mantenerse en el poder y en el control absoluto de la riqueza de Roma, cometiendo graves injusticias. Julio César fue un gran líder defensor de la causa popular y por ello, eterno enemigo del Senado.
La referencia histórica es útil y acaso necesaria para evidenciar que, en muchos de nuestros países, quienes se han proclamado como los defensores del pueblo, los defensores de la democracia y quienes habrían de erradicar la corrupción, los mejores pues, han terminado siendo los más injustos, los más insensibles y los más corruptos.
Estas analogías me hacen pensar entonces y quizá lo hagan mis ocho lectores, que en México los protagonistas de la denominada por ellos mismos, cuarta transformación, contrarios rabiosamente a la oligarquía, a los lujos y los excesos y promotores de la austeridad, esa de la justa medianía de la que hablaba Juárez, resultaron repentinamente los más proclives al lujo, la ostentación, los excesos y el hedonismo.
Incongruentes resultaron también todos esos políticos de la 4T, que antes militaban en otros partidos y ahora, cambiados de bando, reniegan de ellos y lanzan severas críticas, como si la ideología fuera su bandera.
Insensibles, inmorales, funestos y casi sacrílegos resultaron también aquellos que, en medio del discurso popular atacaron a la corrupción, enarbolaron la bandera de la decencia y la honestidad y han resultado a la vista del mundo, con descaro, los más cínicamente corruptos. Corruptio optimi pessima.
Ni qué decir ya de todas esas instituciones, que han sido desaparecidas por el régimen, por supuesta corrupción en su interior y en sus prácticas públicas. Consejo de Promoción Turística de México, INAI, Fideicomisos de toda índole, Consejo Regulador de Energía, el Fondo Nacional de Desastres (FONDEN) -que hoy tanto deben extrañar en Veracruz, por ejemplo-, etcétera; y en ninguno de esos casos, existen carpetas de investigación, denunciados, acusados, sentenciados o arrestados por corrupción. El presidente anterior, por sus iniciales AMLO, desmanteló las instituciones, y el gobierno actual simplemente ratifica o concede en silencio.
Y por si fuera poco la actual corrupción, hoy a cargo del nuevo régimen, ni se persigue, ni se castiga, ni se reconoce, una pena.
La corrupción de “los mejores”, es la peor de todas…
Al Buen Entendedor…
