Para los que somos yucatecos de origen, la palabra Tatich debe ser más familiar que para los que no lo son. Tatich es algo así como el patriarca, el patrón, el consejero. El Tatich no necesariamente es el dirigente ni el más encumbrado en la pirámide de jerarquías sociales. El Tatich era ese hombre confiable al que la gente buscaba por su sabiduría y por su experiencia, en busca de consejo, más allá de su riqueza y su poder. Ese era don Nassim Joaquín.
Tuve la oportunidad de conocerlo en persona hace 18 años, en 1998, cuando abrimos Dolphin Discovery, en el Parque Chankanaab. Ahora me vengo a enterar que en ese entonces era un hombre de 81 años, pues nunca me pregunté por su edad, ya que don Nassim era de esos personajes atemporales.
Y precisamente lo fui a conocer, por introducción que me hiciera con él su nieto Nacho Ruiz, en busca de consejo. Su personalidad era en verdad cautivadora, su sonrisa confiable, y sus palabras acertadas. Muchas cosas me sorprendieron de este hombre. Me sorprendió que a pesar de su experiencia y sabiduría, hiciera más preguntas de las que recibía. Escuchaba más de lo que hablaba y me hacía sentir importante, a pesar de que era 50 años mayor, y por supuesto mucho más importante y reconocido de lo que yo pudiera aspirar a ser.
Desde la primera vez que lo conocí, empecé a aprender del enorme valor de la humildad y de que un hombre vale más por lo que enseña, por lo que inspira, que por lo que tiene o lo que hace.
Pocos meses después de conocerlo y de visitarlo en un par de ocasiones, de interrogarme acerca de los delfines y sobre mi negocio, me invitó a La Habana, a celebrar su cumpleaños con un grupo de amigos que lo acompañaba para estar ahí con el embajador de México en Cuba, su hijo Pedro.
Recuerdo con claridad su sonrisa y el brillo en sus ojos el día que le llevé la fotografía enmarcada en grande de la primera cría de delfín nacida en Cozumel, en el 2001, y al que bautizamos con el nombre de TATICH en honor a su persona. En ese rato que lo acompañé en su oficina, en el segundo piso del centro comercial de su propiedad, le mostraba a todo el que llegaba a saludarlo la foto del bebé delfín que se llamaba Tatich, presumiendo que era el primer delfín nacido en Cozumel.
Ese día aprendí algo más de un hombre que tenía todo lo que pudiera necesitar, aprendí que disfrutaba cada día, cada momento y cada detalle de la vida, con una capacidad de asombro que solo encuentras en un niño o en un hombre de gran corazón. En cada oportunidad que tuve de sentarme a tomar un café en su tienda me preguntaba cómo estaban los delfines, me preguntaba por Tatich, me preguntaba cómo nos iba en el delfinario en Chankanaab y me preguntaba si había algo que pudiera hacer por mí. Y en cada encuentro me volvía a asombrar su sencillez, su humildad, su sabiduría y su generosidad.
Don Nassim era parte de esos hombres que el Señor envía para influir en este mundo y cambiar su entorno. Don Nassim fue hijo predilecto de su padre, quien nos permitió compartirlo por 99 años, pero ahora, su cumpleaños 100 lo habrán de celebrar juntos padre e hijo, con la mujer de su vida, doña Miguelina, y rodeado de mucha, mucha gente, a la que como a mí dejó huella en su vida. Bienaventurados los hombres humildes, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
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