Por Isabel Arvide
A punto de tener candidatos oficiales para gobernador, en Quintana Roo también estamos a un instante del inicio del fin del gobierno de Carlos Joaquín. Y, obviamente, de vivir una andanada de críticas y vituperios. Muy atrás quedará la efervescencia de la disputa con Mauricio, con todo el grupo de Borge, con Félix y su gran incidencia en la realidad local. Será juego de niños comparado con lo que habremos de atestiguar.
La senadora Marybel Villegas ya demostró cómo habrán de venir las descalificaciones, y esté dentro o fuera de la boleta electoral, ese será el tono. El tiempo del poder comienza a declinar, de hecho, deja de ser la fuente a donde todos quieren abrevar, y la venganza de los agraviados, encarcelados, olvidados, marginados, se hará presente junto con las consignas electorales.
Carlos ha sumado enemigos hasta decir basta. Ha lastimado a muchos, algunos sin necesidad, otros por interpósita persona. A los más, incluso sus amigos, los ha descuidado. Por lo que no tendrá un ejército de defensores.
En su futuro no se avizora sino la sombra bienhechora del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sí, pero a cambio de una elección en paz, y para que así sea habrá de permitir convertirse en receptor de todos los jitomatazos. Mucho sabremos de sus negocios, si los hay; de sus alianzas, si las hay; incluso inmoralmente, mucho sabremos de su familia.
No será un final tranquilo ni amoroso.
Al haber despertado tantas ilusiones en el sur del estado, políticamente tendrá una factura inmensa. Con el maltrato a periodistas y medios de comunicación por sus voceros, por su decisión personal, no habrá muchas voces dispuestas a defenderlo.
El poder sirve, enormidades, para hacer amigos. Si no se utiliza para ello, lo que permanece son los enemigos cuyo ejercicio, el ejercicio connatural del poder público, conlleva.
¿Vivirá en Mérida? Lo cierto es que será muy complicada, imposible incluso su presencia en el estado.
El primer mandatario ha ofrecido, públicamente, llevarlo con su gobierno. Lo que igual quiere decir hacerlo secretario de Turismo que cónsul o embajador. En cualquier opción no podrá, siquiera, nombrar a su chofer o su secretario particular. No tendrá dinero ni para pagar las fotocopias; no recibirá un trato deferente de ningún integrante del poder público y/o privado. En estos tiempos, ambas, el Servicio Exterior o Turismo, no son opciones para disfrutar.
Vivir en el extranjero le traerá, si ese es su futuro, un ostracismo extremo, una distancia brutal de su entorno, de su casa, de su clima. Y un gasto permanente, sin cargo al erario, para medio compensar la austeridad extrema, la total falta de presupuesto que, por otra parte, en ambas posibilidades, le impedirá hacer un buen papel.
Pasará de noche.
Mientras en Quintana Roo se convertirá en el enemigo público número uno, en el responsable de todos los males habidos y por haber, en el villano favorito, en el receptor permanente de todas las descalificaciones.
Como se vea, este 2022 no será un buen año para el todavía gobernador del estado.
Quienes pagarán los platos rotos, pasarán por iguales malos tiempos; son quienes han ostentado con soberbia el pedacito de poder que les compartió en estos tiempos. ¿Qué colaborador de este sexenio se ha ganado el cariño de una sociedad lastimada, de periodistas, de panistas, priístas, borgistas, ajenos? O mejor preguntamos quién no se siente, se imagina incluso, agraviado por órdenes u omisión de Carlos Joaquín.
¿Pudo haber sido diferente? Siempre terminan por preguntárselo cuando ya es tarde…