Muchas de las personas que hoy somos laboralmente activos, en los años 80 éramos niños o adolescentes. Empezábamos entonces a tomar decisiones sobre los artículos de consumo que deseábamos adquirir e iniciaba nuestro interés por ciertas marcas. Hoy seguramente muchas personas recuerdan con anhelo aquellos años cuando pudimos comprar nuestros primeros productos procedentes del extranjero.
Y es que el entorno siempre juega un papel muy importante. A raíz del ingreso de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), hoy Organización Mundial de Comercio (OMC), iniciaba en nuestro país la invasión de productos del extranjero de manera masiva. Antes de eso, era solamente una pequeña parte de la población la que tenía acceso a productos importados. Así, muchos de nosotros, estudiantes de secundaria o bachillerato, queríamos tener una carpeta “Trapper Keeper”, unos zapatos “Top Sider” o la colección de estampillas de “Garbage Pail Kids”, productos todos ellos fabricados más allá de nuestras fronteras.
Qué decir de la industria del entretenimiento, donde películas como Back to the future invadieron las pantallas de cine, retrataban el “modus vivendi” de aquella época en Estados Unidos y vaticinaban un futuro que paradójicamente hoy en día ya es pasado y del cual aún estamos lejos.
Por aquellos años y como consecuencia de la apertura de nuestras fronteras, también dimos la bienvenida a una infinidad de grupos de rock de origen español y argentino, en su mayoría, lo cual devino a la postre en lo que se denominó “Rock en tu idioma”, de donde surgieron algunas bandas mexicanas que ahora también son exitosas en otras latitudes.
Quizá por eso la década de los 80 se recuerda tanto, pues, por lo menos en el caso de México, constituye una línea divisoria a partir de la cual tuvimos acceso inmediato a la información, a las tendencias internacionales, a la moda, a la tecnología de punta, a las mejores prácticas comerciales internacionales y a los productos que se fabrican en otros lugares del orbe.
Hoy, en pleno siglo XXI, hay en nuestro país una gran variedad de universidades que imparten carreras relacionadas con los negocios internacionales, hay una oferta importante de postgrados en logística y comercio internacional, y las empresas que realizan importaciones y exportaciones son cada día más.
Y es que precisamente este es el sentido de la globalización económica: comprar, vender, producir e invertir en cualquier lugar del mundo donde resulte económicamente más rentable. Con ello, el beneficio radica en brindar acceso a los consumidores a nuevos productos y, en sentido inverso, propiciar que las empresas tengan la posibilidad de vender su mercancía en otros países. De esta manera, cada empresa tiene siete mil millones de potenciales compradores y, al mismo tiempo, cada compañía también tiene siete mil millones de posibles competidores.
Ello conlleva que los empresarios de todo el mundo, literalmente hablando, se vean en la necesidad de crear productos que satisfagan nuestras necesidades de una manera diferente, creativa e innovadora, pues muchos productos que antes podían utilizarse por años o décadas hoy son perecederos e incluso desechables. A manera de ejemplo podemos ver el desarrollo de los dispositivos para escuchar música, que en estas tres décadas han pasado del disco de vinyl a los cassettes, a los discos compactos y ahora a los formatos digitales.
Hoy encontramos medios publicitarios prácticamente en todas partes. Los anunciantes utilizan los esquemas tradicionales, como radio, televisión y espectaculares, pero también nuevos medios, como las redes sociales. Esto sin embargo, hace pensar que el acceso actual a una gran cantidad de información nos ha vuelto más que selectivos, inmunes. Nuestros intereses son directos y objetivos. Nuestra fidelidad a las marcas es tan fuerte o tan débil como su capacidad de adaptación.
Así pues, a tan solo tres décadas de distancia, el mundo gira a una mayor velocidad.
*Subdirector comercial,
Palazuelos Hermanos