Política es el arte de tragar sapos, sin hacer gestos».
Adolfo Ruiz Cortines.
¿Te enojaste porque en tu localidad aplicaron la Ley Seca antes y durante la jornada electoral? Al momento en que mis neuronas comienzan a disparar a sus mensajeros químicos (vulgarmente llamados neurotransmisores) para generar o no impulsos eléctricos y crear conexiones nerviosas traducidas en respuestas para poder redactar esta Bitácora, faltan unas horas para la veda electoral y poco más de 72 para que abran casillas el domingo 2 de junio de 2024 a las 8 de la mañana (hora chilangocéntrica). Sin duda ha sido el proceso de campaña más complicado en la historia moderna de nuestro país en su incipiente camino hacia algo que pudiera bosquejarse como democracia. Oficialmente, las campañas iniciaron en marzo (digo oficialmente, porque para algunos, iniciaron hace seis años y hay otros que llevan toda la vida en eterna contienda electoral). El haber comenzado con actos proselitistas en franca violación a la ley, únicamente nos confirma el desmadre de país que tenemos (Desmadre: Acción y efecto de desmadrarse, conducirse sin respeto ni medida. Fuente: RAE) y a la falta de caninos superiores e inferiores en la dentadura del Instituto Nacional Electoral, gobernado actualmente por una persona que tiene a buena parte de su familia viviendo del erario o muy cercanos al gobierno federal actual (lo siento, no me pude aguantar). Ya sabemos que no somos iguales, no, para nada. Como decía Orwell, todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros. ¡Pos oye! Hay niveles y ahora nos toca a nosotros.
- Baltimore, Estados Unidos. Elecciones locales. El 3 de octubre se encontró a un hombre vestido con andrajos, sobre el suelo y diciendo incoherencias. Se le llevó a una casa de socorro y falleció delirante el 7. Fue enterrado en esa ciudad y por lo mismo, un equipo de futbol americano lleva en su nombre algo relacionado con él. ¿Qué le pasó? Verdaderamente es una historia que podría superar muchas de las narraciones extraordinarias de este padre del cuento policíaco. Dentro de las muchas versiones sobre su caída en desgracia, está la que menciona que pudo haber sido secuestrado por agentes electorales en una práctica denominada en inglés “cooping”, cuyo antecedente se debe al ejército durante la Guerra Civil para enlistar reclutas “voluntariamente a fuerza”. ¿Cómo funcionaba? Los agentes electorales de uno u otro partido buscaban en las zonas más pobres de las ciudades a gente de muy bajo perfil; preferentemente forasteros, personas en situación de calle y, sus favoritos, alcohólicos o adictos al opio. Los drogaban, les daban de beber hasta casi el desmayo, y hacían un tour con ellos por las distintas casillas electorales, cambiándoles la ropa en cada una de éstas e incluso usando pelucas y barbas postizas para finalmente, terminado el recorrido, ser abandonados, inconscientes, algunos congestionados y moribundos en la vía pública. Nuestro personaje, posiblemente muy disminuido físicamente por la tuberculosis, la desnutrición, síndrome de abstinencia etílica o una combinación de todo ello, era la víctima perfecta para estos chacales de la democracia.
Estamos hablando del siglo XIX. En el estado de Maryland, con todo y la tradición de las regiones más cultas e históricas de los Estados Unidos, al igual que el medio oeste y el salvaje oeste a donde apenas se dirigían las carretas de pioneros (recordemos que ese país recientemente había pactado la paz con México tras hacer el negocio de su vida pagando 15 millones de dólares por Nuevo México, Arizona, la alta California, etcétera), el término elección limpia era una tomada de pelo que, como ahora, muy poca gente cree a pie juntillas. Otros países conocían el cooping, tropicalizado a cada realidad, incluyendo nuestro pintoresco país con su santanismo (por Antonio López, no por Carlos) y tal vez sin copiarle uno al otro. Es una trampa tan siniestra y despiadada, cuyo único objetivo es engordar urnas por el poder, que parece haber salido de la mente del auténtico padre de la mentira vía inconsciente colectivo. Como por ejemplo, el gusto por los corridos tumbaos.
En la antigua Persia, se estilaba que las decisiones más graves y trascendentales en cuestiones políticas y de buen gobierno, fueran tomadas por el consejo, incluido el rey, en completo estado de ebriedad y ésa, por cierto, no fue la causa de la caída del imperio. Muy al contrario, al otro día, superada la resaca, se volvían a reunir y evaluaban los proyectos que habían aceptado la noche anterior en medio de la bacanal. Si sobrios les seguían pareciendo coherentes las reformas, venga, adelante con el decretazo. Una forma muy inteligente de probar científicamente que decidir por pura víscera eufórica es patéticamente retrógrado. Preguntaba y respondía un gran maestro: ¿Qué hace una persona alcoholizada a las tres de la mañana en su casa, solo y con un teléfono celular en la mano? Puras pend%$&/)(adas.
Así que, queridas amigas y amigos que siguen en la indignación porque en ciertas localidades les aplicaron la restricción a bebidas espirituosas en su vinatería consentida durante las horas de la reflexión, análisis, razonamiento y ejercicio cívico del voto, les recuerdo que normalmente nuestra madurez política se resume a elegir gente nada más porque tiene bonito copete, se hace la víctima eterna (nos encantan las historias de víctimas; desde la Conquista), usa botas vaqueras y es “echao pa´ lante” o se la pasa besando bebés (guácala). Eso, sobrios y con nada más fuerte que un café de olla. Imagínense obnubilados por los vapores etílicos en donde la corteza cerebral deja de ser eficiente y la zona límbica y el complejo reptil salen a jugar. Es por eso, compatriotas, que la nación les pide el supremo sacrificio. Por lo general votamos por el (o la) menos peor, imaginen llegar a la sagrada urna con tres disparos de Tonayán entre pecho y espalda. ¡Por su madre, bohemios!
Iñaki Manero.
Escena poscréditos: Sí, era Edgar Allan Poe. Y el equipo de fútbol americano es los Cuervos de Baltimore. Never More.
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