“HE LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA POLÍTICA ES DEMASIADO SERIA PARA DEJARLA EN MANOS DE LOS POLÍTICOS”.
Charles de Gaulle.
-¿Vas a ir a la marcha?- Era la pregunta que se escuchaba aquí y allá en oficinas, cafés, bares, grupos de chat en Whatsapp y demás. Sin duda, la curiosidad, el deseo, la ansiedad; sí, el morbo, la inseguridad, la duda. Por primera vez en cuatro años, la liga estirada estaba dando muestras de fatiga. Como esa estructura que en los pernos mal puestos llevaba una bomba de tiempo. Y así ha sido con este sainete que ya se eternizó en actos. Dos semanas atrás, el morning show presidencial, entre sermones, canciones, chistes, ironías, dedicaba el tiempo pagado por los contribuyentes a denostar, criticar, descalificar la planeación de una actividad de legítima libertad social pasando a otra etapa de un libreto permanentemente cambiante. La comedia es dirigida, escrita (tal vez; no me consta), por un hombre que precisamente se arropó en la libertad de reunión y manifestación para invadir las calles. Un hombre que hizo de la movilización social, la protesta, el paro, la resistencia civil (no tan pacífica), literalmente un modo de vida; poco se le ha sabido de otro trabajo además del de Jefe de Gobierno y Jefe de Estado que no tenga que ver con actividades partidistas. Quien le provocó embolia a una de las ciudades más grandes del mundo taponando esa arteria principal llamada Reforma y causando pérdidas para los primeros 15 de 47 días que duró el “ejercicio de libertad”, por más de 3 mil millones de pesos y el peligro de cierre para más de 900 restaurantes de los nueve mil calculados entre las entonces delegaciones políticas Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc. Salió bueno el chistecito, diría mi madre y todo por un acto reivindicatorio a un fraude electoral que nunca se comprobó y que fue verificado por visores internacionales y ciudadanos voluntarios, de todas las filias políticas, que se prestaron a ser funcionarios de casilla. No sé ustedes, pero llamarle fraude al esfuerzo de miles de mexicanos que atendieron, orientaron, contaron votos, armaron paquetes y los sellaron, es mentarles la madre y llamarle corruptos a tantos mexicanos y mexicanas que sacrificaron su descanso por honrar la democracia. Desde luego que habrá escépticos, y es sano. Pero quien acusa, está obligado a probar y hasta ahora, en ambos procesos electorales en los que participó el ahora, por fin para él, presidente, sus pruebas de fraude se resumen a cajas vacías, puercos y gallinas. Tan buen candidato ha sido, que hasta la fecha no se le ha olvidado.
¿Para qué hacer una marcha?
Volvamos a la pregunta inicial. ¿Qué marcha y para qué? Contexto: el jefe del Ejecutivo envió una iniciativa al Congreso para hacer una Reforma Electoral al Instituto Nacional Electoral y otros asuntos de capital importancia para la vida cívica del país, como por ejemplo, adelgazar el número de diputados y senadores. ¿Para qué? Como dijera el gran Mimo Mexicano, “ahí está el detalle, chato”. Y tal vez un juego perverso sea el centro del asunto: en la propuesta presidencial, a la letra, nunca se propone desaparecer el instituto ni quitarle autonomía. Claro, esto es a la letra. ¿Por qué o para qué cambiar? Para que no haya corrupción en futuras elecciones. ¿Ha habido corrupción desde que a principios de los 90, el gobierno federal dejó de tener injerencia en la realización de comicios? Nunca se ha probado. O tal vez la percepción a conveniencia; cuando los resultados nos han favorecido, como en esa avalancha de votos del 2018, fue una luna de miel. Cuando el desgaste normal de un gobierno comenzó a encender alarmas sobre la popularidad y el partido en el poder perdió media Ciudad de México, tal vez ahí, se rompió el encanto. Hoy, el Instituto Nacional Electoral debe cambiar de nombre. ¿Cambiar el nombre -pienso en pregunta retórica- equivaldría a la costumbre de algunas especies de marcar su territorio? Ciertamente, reitero, en la iniciativa enviada al Congreso, misma que en el momento de escribir lo que mis queridos amigos leen, está en proceso de análisis, no se advierte modificación alguna, salvo adelgazar un presupuesto considerado excesivo en gastos del Instituto. Pero no adelantemos vísperas; no es de la noche a la mañana y tiene que recorrer todo un camino legislativo. Si esta propuesta no pasa, hay un plan B. Siempre hay un plan B.
El domingo 13 de noviembre, cerca de medio millón de ciudadanos hicieron una marcha pacífica en defensa del INE; la sociedad civil, por primera vez en mucho tiempo, le arrebató la agenda al presidente de la República; éste no tardó mucho en convocar a otra para el domingo 27, en un arrebato que francamente podría convertirse en ejemplar para ilustrar algún capítulo sobre poca o nula inteligencia emocional. Nadie es más popular que yo, porque L´Etat c´est moi. El presidente de México organizando una marcha en defensa y apoyo al presidente de México. Nadie llena el Zócalo de la Ciudad; sólo yo.
– ¿Fuiste a la marcha? – Era la pregunta que se escuchaba aquí y allá… Lunes 14 de noviembre. Tal vez lo más difícil de digerir fue que una movilización ciudadana sin el músculo del Estado, le quitara reflectores al rey de las marchas, plantones y manifestaciones. En este momento es viernes 25 de noviembre. El pretexto para revivir este acto profundamente echeverrista/lópezportillista es festejar los “avances de la transformación” junto al “pueblo bueno” que llegará por cualquier medio posible a la cita en Paseo de la Reforma. Claro, todos por voluntad propia. Quien imagine otra cosa es adversario, enemigo de la Patria, fifí, aspiracionista. Rancio maniqueísmo de manual, qué caray.
Al finalizar estas líneas, finaliza también una rola de la combativa irlandesa Sinead O’Connor, quien sentencia:
A través de sus propias palabras,
Serán expuestos.
Y adquirieron un severo caso de
El Traje Nuevo del Emperador…
Iñaki Manero.
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