En una ocasión, el maestro Rabí Rabindrá, ante las preguntas de qué son y para qué sirven las religiones, contestó que en la India no existía la palabra religión y que, a diferencia de occidente, se calificaba a las personas como superficiales o profundas, sin que ello implicara una valoración, sino simplemente formas distintas de ser, ni mejores, ni peores. Las superficiales lograban resolver la vida con la información básica sensorial y con su creencia, por superficial que fuera. Los profundos, por alguna razón, no se conformaban con información sensorial o creencias superficiales, requerían profundizar más. Cada ser humano debe elegir libremente su visión religiosa del mundo.
Existen religiones monoteístas, como judaísmo, catolicismo, protestantismo, cristianismo, islamismo; politeístas, como espiritismo, shintoísmo, etc.; y diversas, entre las que destacan budismo, confucianismo y taoísmo.
Uno de los factores comunes de todas las religiones es la compasión. Compadecer significa compartir la desgracia ajena, dolerse con ella. Como se puede comprender, la única forma de “dolerse con la desgracia ajena” es hacerla propia, hacer una unidad con el que sufre. Éste es el concepto de bondad que subyace en todas las religiones y en todos los códigos de valores. Esta solidaridad con los otros es el origen del bien, es la búsqueda de integración y unidad del espíritu (etimológicamente la palabra religión significa “religarse»), y esta integración es el gran aporte de la religiones al espíritu humano, a la evolución. La solidaridad con el otro, la compasión, la integración con los otros, es el impulso del espíritu, es el BIEN.
El bien es reconocer al otro como uno mismo (amar al prójimo como a sí mismo), y lleva a actuar con bondad en relación con los demás. El mal es actuar con egoísmo, centrado en uno mismo, sin pensar en el otro, sin reconocerlo como semejante. El bien se expresa con amor; el mal, con egoísmo. El que ama piensa en los demás; el egoísta, sólo en sí mismo. Es en este punto donde los conceptos de ecología, espiritualidad y religión se entrelazan.
Si vemos la ecología como una simple ciencia, sólo obtendremos explicaciones teóricas de cómo todo lo viviente se entrelaza; pero si la vemos como un “tener conciencia del otro”, entonces le damos una connotación espiritual, “nos obliga”. Esto quiere decir que si reconocemos la existencia del otro, sus derechos, vemos al otro no sólo como espíritu presente, sino como espíritu futuro (nuestros hijos). Así podremos valorar esa interrelación, esa conservación de la biosfera, como un derecho de las futuras generaciones y una obligación nuestra.
Un imperativo ético dice: “El otro tiene dignidad infinita como yo”. La idea de que todos los seres humanos somos fin en nosotros mismos y nadie puede ser medio para el fin de otro está en el centro de toda tradición espiritual. Es la forma como “el bien se concretiza”, o el espíritu se hace presente.
El origen del bien es el espíritu, el origen del mal es el egoísmo humano.
De esta manera, conservar la biosfera en las condiciones necesarias para que las futuras generaciones puedan vivir, es actuar bien, es tener conciencia del otro.
Notas al margen
Religión. Conjunto de creencias acerca de la divinidad.
Profesión y observancia de la doctrina religiosa.
Virtud que nos mueve a dar a Dios el culto debido.
Orden. Instituto religioso.
Bien. Aquello que se ofrece a la voluntad como su fin propio.
Cosa buena, favorable o conveniente.
Egoísmo. Inmoderado y excesivo amor que uno tiene a sí mismo.
Egolatría. Culto, adoración. Amor excesivo de sí mismo.
Mal. Negación del bien.
Contrariamente a lo que es debido.
Lo contrario del bien.
Daño u ofensa. Desgracia.
Enfermedad.
Maldito. Perverso. Condenado por la justicia divina.