Capítulo XI • Trasnacionales

por ahernandez@latitud21.com.mx

 

    Una empresa transnacional es la que trasciende lo nacional e invade y toma los mercados de otros países. La historia no ha favorecido la imagen de las transnacionales, pues nacen en la época colonial, en la que su misión era extraer el máximo beneficio de los países conquistados. Las transnacionales modernas, aunque se basan en el libre mercado y siguen la regla del costo-beneficio, ahora se sustentan en valores competitivos de calidad y precio.

Una transnacional no tiene que ser una empresa de un país rico y explotador; ésa es la visión del mundo que prevaleció en el siglo XX y que se basa en la oposición comunismo-capitalismo. Ahora, en la era moderna del internet, ya no existe, pues el consumidor queda al alcance de cualquier productor.

Las transnacionales modernas y con futuro son las que, apoyados en la investigación, van actualizando su tecnología, perfeccionando y modernizando sus procesos, abaratando sus costos, rompiendo esquemas viejos de comercialización, rediseñando sus empaques, simplificando sus mecanismos de envío y abaratando costos.

Pongamos un ejemplo en la industria turística: Antes, un alemán que quería venir a la Riviera Maya iba a una agencia de viajes que le vendía un boleto Bellon-New York-Cancún, con transporte Cancún-Playa del Carmen y el retorno, un hotel convencional de 150 dólares por noche y pagaba desayuno, comida, cena y bebidas. El puro boleto por línea comercial cuesta hoy 1 900 dólares (es decir, sin contar hotel, transporte, comidas y bebidas), y sin embargo se puede contratar un paquete (todo incluido) por 1 400 dólares (i menos que el precio del boleto de avión!). ; ¿Por qué?, porque el vuelo chárter elimina todos los intermediarios y los costos de comercialización, porque el paquete integra costos hoteleros y disminuye gastos, porque es una “transnacional integrada”; ¿Quién es el beneficiario? El consumidor.

Hoy el turismo es de masas, como el consumo de los principales productos con los que convivimos, como ropa, alimentos, medicinas, autos, televisores, videos, computadoras, etcétera, de tal forma que con grandes capitales invertidos en investigación, con procesos administrativos altamente tecnificados, con sistemas de comunicación ágiles y modernos, con administraciones integradas y por lo tanto más económicas por unidad producida, con mercados internacionales de cientos de millones de clientes, las corporaciones transnacionales tienden a desarrollarse, si las vemos con objetividad, para beneficio del consumidor, sin importar si nos simpatizan o no; simplemente llegaron para quedarse.

Las empresas transnacionales de producción, y en cierta medida también las de servicios, son enormes consumidoras de insumos, ya sea de alimentos, de bebidas, de medicinas, de autos, etcétera, y como tales tienen gigantes demandas de materias primas, y es en la producción de éstas en donde se generan ingentes cantidades de contaminante terrestres, acuáticos y aéreos. En esa área se dan los volúmenes más fuertes de contaminación ambiental. Ellos, como grupos productores, y nosotros, como grupos consumidores, somos los responsables de más del 90% de la contaminación no natural de la biosfera.

Estos grandes productores son grupos de mucho poder a los que es muy difícil enfrentarse. Yo creo que, más que enfrentarlos, hay que crearles una conciencia que vaya del consumidor a los grupos de accionistas controladores y sus directivos; interpelarlos para que se den cuenta de que ellos mismos pueden exterminar el mercado del cual dependen; convencerlos de que invertir en ecología es un 

negocio rentable de largo plazo. Por fortuna, aunque no al ritmo que se debiera, el binomio transnacional-gobierno (que es el único que puede ejercer control a esos niveles) ya se está concientizando y día a día, lentamente, el costo ecológico se está introduciendo cada vez más en los costos de producción. No debemos olvidar nunca que somos nosotros, los consumidores, los que acabaremos por pagar el precio del factor ecológico. En los países desarrollados, hoy ya hay supermercados de productos agrícolas orgánicos, o sea que no usan ni fertilizantes, ni plaguicida, pero cuestan de 30 a 50% más que los alimentos producidos por métodos convencionales. Los costos siempre inevitablemente los paga el consumidor.

Si no fuera por las transnacionales, la producción y distribución para 6 000  millones de habitantes que somos destrozaría y contaminaría el ambiente en una forma incomparablemente más acelerada. Hay muchas cosas que se están haciendo mal, pero son pocas personas y gobiernos a los que hay que convencer de que cambien su visión del mundo, y ese es el trabajo de todos los que deseamos heredar un planeta mejor que el que recibimos.