En esta nueva era de globalización, de visión holística de la realidad, nos parece que los problemas son de todos y, por ende, a todos nos corresponde resolverlos. Pero para ello tenemos que considerar las diferencias económicas de los tres grandes bloques que hemos analizado: primero, tercero y quinto mundos, pues tanto los problemas como las posibles soluciones son completamente distintos en cada uno de ellos. La globalización, que ya es inevitable, no da los mismos resultados en ellos.
Hace 200 años, el Támesis ya era un río contaminado; y hace 100, una cloaca que contaminaba el mar. Lo mismo ha ocurrido después con el Missisipi y más recientemente con el Volga. Ningún río actual del tercero y quinto mundos contamina tanto como lo hicieron y siguen haciendo los ríos de los países del primer mundo.
El 85% de la contaminación mundial se produce en el primer mundo, básicamente por el consumo de depósitos fósiles de petróleo y carbón, pero también por desechos de una producción industrial y agrícola sin precedente.
El consumo energético en el mundo se triplicará en los próximos 50 años, en que la población llegará a 10 mil millones de habitantes, pero los consumos tienden a incrementarse también en todos los países del mundo: mayor población que consume más energía.
Con los procesos de producción, distribución y consumo de la actualidad y sus residuos contaminantes, simplemente el mundo no podrá resistir, ni en el aire, ni en el agua, ni en la tierra, sin sufrir cambios que son de verdad incalculables. Y nadie sabe tampoco si serán irreversibles.
Sabemos que la conciencia ecológica de hoy, que cada vez se generaliza más, no está tomando las medidas adecuadas para el futuro y las cuestiones económicas están prevaleciendo sobre las ecológicas. Los políticos del primer mundo aprovechan ese marasmo, esa inconciencia general, para no incluir en los costos de producción el precio ecológico. Mientras los procesos de producción no afecten sus costos con ese factor y se lo repercutan al consumidor, la contaminación será creciente y cada vez más acelerada. El problema será cada vez más agudo, hasta ser irreversible y, por lo tanto, más costoso de solucionar. Simplemente, el mundo todo está cometiendo el enorme y egoísta error de dejarles a las próximas generaciones una carga económica de proporciones desconocidas.
Esas generaciones nos juzgarán y habrán de determinar la culpa histórica que nos corresponde. Pero esta culpa no es pareja: le corresponde más al que más la ha provocado y que, por otro lado, es el que más recursos tiene.
Pedirle solidaridad al quinto mundo es un absurdo. Exigírsela al tercer mundo es detener y prolongar más su arribo a la modernidad. Son los dueños de los excedentes reales de capital y tecnología del primer mundo los que, realmente pueden -y deben- actuar, pues ellos son los que se desarrollaron sin pagar el precio ecológico que les correspondía y que hoy exigen al resto del mundo. Esta injusticia se revertirá, y yo sé que no será el amor y la solidaridad los que los convenzan de pagar el precio, sino el miedo y la degradación de su propia existencia.
En los problemas de la ecología del futuro se verá lo avanzado de nuestra conciencia y solidaridad humana, pues su solución requerirá un inmenso esfuerzo económico y social que los 1 500 millones de habitantes del primer mundo del año 2050 tendrán que acometer o simplemente se generará un genocidio como el que ahora contemplamos en África con el AIDS (y con el cual ningún país del mundo se hace solidario) pero a escala mundial. La única alternativa para entonces será: solidaridad u holocausto.
El dinero lo tendrán que poner los ricos, porque son los únicos que lo tienen, pero la solidaridad es obligación de todos, pues todos somos responsables de la absurda forma en que procesamos las 120 millones de toneladas diarias de desechos que producimos y que contaminan nuestro mundo, sin contar las emanaciones de los coches y de las fábricas, los fertilizantes e insecticidas contaminantes que todavía se consumen, etcétera.
Pero ya están llegando las primeras generaciones afectadas por esta contaminación. Los efectos iniciales se empiezan a sentir, las alteraciones climatológicas que provocan igual tormentas que sequías, cada día nos afectan más. Los inconscientes quieren echarle la culpa al «niño», fenómeno natural que ha existido desde hace miles de años y cuyas travesuras se han venido a convertir, «quién sabe por qué», en verdaderas diabluras.
Las razones por las cuales el primer mundo no actúa son puramente económicas y políticas, sustentadas en una inconciencia generalizada que les abre campos de acción a los políticos. Sin embargo, ya en los próximos 25 años se verá lo egoísta y equivocada que es esta actitud.
El mundo actuará por temor, no por amor, y entonces se verá si la civilización y su globalización desarrolló la conciencia y preparó al espíritu humano para salir del hoyo al que su propio egoísmo lo precipitó sin valorar las consecuencias.
Notas al margen.
Holístico. Perteneciente o relativo al holismo, sentido de la unidad total