Ya hemos dicho que los seres humanos somos «procesadores» de energía. La consumimos para sembrar, cuidar y cosechar, transportar y distribuir los alimentos que compramos en el mercado; para abastecer las casas en las que vivimos de agua, luz, drenaje; para producir todos los instrumentos que usamos; para iluminar, limpiar, administrar las grandes ciudades, etc. Absolutamente toda actividad humana y todo lo que el ser humano utiliza para vivir, consume energía y produce desperdicios. La energía ha sido y seguirá siendo el motor del universo, del Sistema Solar, del Sol, de la Tierra y de todo ser vivo que la habita.
La ciencia que ha tratado de interpretar, legislar, determinar, ordenar y comprender esta producción, distribución y consumo de energía es la economía, y el instrumento que ha generado para hacer la energía accesible a toda la humanidad es el dinero, el cual no es más que un acuerdo que debe ser real entre capacidad de producción, distribución y consumo de energía de una sociedad. Entre más energía produce, distribuye y consume una sociedad más dinero posee y mejores estándares de vida (en alimentación, educación y protección) brinda a los seres humanos que la forman.
Las sociedades que se han vuelto más eficientes en la obtención de energía son las que han progresado más y las que más cerca están de satisfacer sus anhelos de libertad, justicia, bienestar y belleza. Estas sociedades ricas, a su vez, son también las que más gastan en la búsqueda de innovaciones tecnológicas para la obtención de energía, con lo cual aceleran cada vez más su desarrollo. Así pues, economía y humanismo son una cosa integrada: el uso energético con fines humanos. En la época de los dinosaurios «nadie» se preocupaba por nada, las cosas simplemente sucedían y el instinto de sobrevivencia regía la vida. Los seres humanos hemos de aceptar la economía como parte integrante de nuestra vida y comprender que en muchos sentidos no sólo está afectada sino regida por ella.
Hasta el día de hoy, hay dos sistemas que han demostrado su eficacia para organizar la vida humana, la democracia y el libre mercado. La razón es clara y sencilla: la democracia promueve la libertad individual; ésta, el libre mercado; el cual, a su vez, promueve la productividad, que es fuente de bienestar. Todo se refiere a la producción, generación, distribución y consumo energético.
Todo consumo energético tiene pérdidas y genera desechos; ése es precisamente uno de los principales problemas actuales de la humanidad. Hasta el siglo pasado, no nos habíamos dado cuenta de que todo proceso de producción, distribución y consumo de energía tiene desechos que contaminan el medio ambiente, o sea, un costo ecológico que, hasta hoy, ninguna economía ha querido absorber. Por razones políticas no se incluye ese costo en el precio de los productos. Y entonces ¿quién absorbe dicho costo? Pues el medio ambiente.
Notas al margen:
Legislar. Hacer o establecer leyes.
Humanista. Persona Instruida en letras humanas.
Humanitario. Que mira o se refiere al género humano.
Humanismo. Corriente de pensamiento humanitaria.