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Eduardo Albor

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No hay mal que dure cien años

por Latitud21 Redacción 31 agosto, 2018

Era aproximadamente la 1:30 de la madrugada del 17 de julio de 1918. En esa residencia de Ekaterimburgo, conocida como la casa Ipatiev, se encontraba una familia que, hasta el año anterior, era la más poderosa de Rusia, los Romanov. El último zar de Rusia, Nicolás Romanov, se había visto obligado un año antes a abdicar del trono, que por más de 300 años había detentado su familia, cuando estallara la revolución bolchevique en marzo de 1917. Nicolás, acompañado de su esposa Alejandra y sus cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei, vivían refugiados en esta residencia en los Montes Urales, donde el mes anterior habían celebrado el que sería su último cumpleaños la zarina Alejandra (46), nieta de la reina Victoria, así como Olga (21), Tatiana (19) y Anastasia (17). 

Esa madrugada, los miembros de la familia real fueron despertados para pedirles que bajaran al sótano a refugiarse, pues una supuesta revuelta ponía en peligro su seguridad. La realidad es que, esa noche del 16 de julio, se había enviado un telegrama a Moscú que informaba a Lenin de la decisión de acabar con los prisioneros. Levantaron a la familia y a los sirvientes de sus camas, a la una y media de la madrugada, y Yurovsky, el encargado de la casa, les hizo creer que los enfrentamientos entre las fuerzas bolcheviques y las contrarrevolucionarias amenazaban la ciudad y que, por su propia seguridad, debían de bajar al sótano.

La familia completa y los cuatro sirvientes que les quedaban bajaron al sótano, en una habitación de tres por cuatro metros de la ‘casa del propósito especial’, como era referida entre los bolcheviques. Ahí, Yurovsky les leyó una declaración: “La Dirección General del Soviet Regional, satisfaciendo la voluntad de la revolución, ha decretado que el antiguo zar Nicolás Romanov, culpable de incontables crímenes contra el pueblo, debe ser fusilado”.  Posteriormente, toda la familia y sus cuatro sirvientes fueron masacrados sin piedad ni misericordia, dando fin así a una de las más largas dinastías europeas.

Nicolás Romanov y la zarina Alejandra nunca se dieron cuenta de lo impopulares que eran. Vivían en otro mundo, en su propio mundo. Ese fue uno de sus más grandes errores, vivir en el engaño y no querer salir de ahí. Sucesor del zar Alejandro III, Nicolás asume el trono desde 1894 y los 23 años de reinado fueron de grandes desaciertos y tragedias personales y familiares. 

Y mientras los bolcheviques hacían su revolución, en otro lado del mundo los mexicanos también hacían la suya. Al tiempo que Nicolás Romanov abdicaba en 1917, en Mexico se aprobaba una Constitución socialista y avanzada para su época, que pretendía establecer las bases para el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa, que venía desgastada y desangrada de más de un siglo de guerras internas, desde el inicio de la lucha de independencia en 1810.

A 100 años de este trágico desenlace en donde culpables e inocentes fueron víctimas de la soberbia, el engaño y la traición, en un mismo mes de julio pero del año 2018, vemos la caída de otra dinastía, la de un partido que controlara la política mexicana por cerca de 90 años y cometiera muchos de los mismos desaciertos que provocaron la caída de los Romanov. 

El PRI vivió en el engaño y no quiso salir de ahí. Quiso hacernos vivir en un engaño y que no saliéramos de ahí. Nunca quiso aceptar su enorme impopularidad, que solo hacía más que crecer y crecer, tratando de mantenernos en una mentira de que la modernización de Mexico y la aparente paz vivida se debía a sus gobiernos. Y al igual que los Romanov, finalmente cayeron.

Los siguientes 100 años después de la revolución bolchevique y la caída de la dinastía Romanov han sido de grandes cambios para Rusia, pasando por dictaduras como las de Lenin, Stalin, Kruschev y, ahora, la de Putin. De una manera similar, Mexico ha vivido una transición de cacicazgos, pasando por Huerta, Obregón, Alemán, Echeverría y Salinas.

Pero todo tiene su fin, y lo que a los Romanov les llevó 300 años al PRI le llevó 90. Bueno, hablo de instituciones y de dinastías, porque algunas otras cosas no tienen fin, solo evolucionan.

Y Rusia celebra el inicio de su revolución y la caída de la dinastía Romanov 100 años después con la organización de un gran evento, el Mundial de Futbol. Mexico también tendrá el suyo en ocho años, en 2026. Bueno, serán solo 97 años de la fundación del PRI para entonces. 

Y es que no hay mal que dure cien años, ni México que aguante.

Vox populi, vox Dei

por Latitud21 Redacción 1 agosto, 2018

“…Y no debería escucharse a los que acostumbran decir que la voz del pueblo es la voz de Dios, pues el desenfreno del vulgo está siempre cercano a la locura”, Carlomagno.

El pasado 1 de julio, la voz del pueblo fue la voz de Dios.

No sorprendió el resultado, al menos a mí, pero sí sorprendió el marcador, incluyéndome a mí.

Con un padrón electoral de 89 millones de mexicanos, 10 millones más que los registrados en 2012, 63% salió ese domingo a expresar su voluntad, lo que no se veía desde las elecciones en el año 2000, cuando Vicente Fox se elegía presidente. Finalmente, con más de 30 millones de votos, que representaban más de 53% de los votantes de ese día, Andrés Manuel López Obrador fue elegido por una mayoría como el futuro presidente de los Estados Unidos Mexicanos.

Mucho se ha escrito de estas elecciones y muy poco puedo aportar en tan poco espacio y que sea novedoso. Las reglas son las reglas. Le gusten a quien le gusten. Y el candidato ganador salió victorioso con las reglas con las que todos jugaron. Le disguste a quien le disguste.

Y considero que las reglas no van a cambiar, pero sí algunas otras circunstancias tienen que cambiar.

La voz del pueblo se impuso y se seguirá imponiendo. 

El día de las elecciones es, posiblemente, el único día en el que todos contamos por igual. Sin importar cuánto tienes, cuánto aportas, cuánto sumas o cuánto restes. Sin importar la edad, ni el género ni la especie, los votos se cuentan por igual y así seguirá siendo.

¿Cuál es nuestra lección más importante de esta elección entonces? ¿Cuál es el principal aprendizaje que debemos de cosechar de nuestro sistema democrático? Yo diría que precisamente eso debe de ser nuestra principal lección, que el sistema no habrá de cambiar y que, al momento de elegir a nuestros gobernantes, todos somos iguales en las urnas y los votos se seguirán contando por cabeza.

Pero, ¿en verdad no hay manera de influir en los resultados de las elecciones en una democracia tan básica como la mexicana? Por supuesto que sí. Al menos yo creo que sí.

Hay tres formas en las que podemos influir, y son: (1) educando a nuestro personal y a nuestros hijos en su responsabilidad cívica para analizar de una manera responsable y más profunda las opciones que tenemos, con los mismos elementos con los que nosotros contamos y con sensatez y cordura por encima de sensaciones y de emociones, (2) ser más participativos, no solo en la elección pero principalmente en la selección de los candidatos y (3) ser más exigentes y menos condescendientes con nuestras autoridades, para lo que tendremos que poder plantar cara sin deberla ni temerla.

Sí, la voz del pueblo es la voz de Dios y Andrés Manuel López Obrador nos enseñó a muchos de nosotros que también podemos ser la voz del pueblo y hablar por el pueblo, como él lo hizo y muchos de sus candidatos. Para ello, necesitamos entender al pueblo y ser parte del pueblo. Para muchos esta es la parte más difícil, pero o lo hacemos nosotros o alguien más lo hará por nosotros. Veamos.

PD. Feliz cumpleaños a mi adorada mujercita. Recuerda que la vida empieza a los 50.

El México que queremos

por Latitud21 Redacción 1 julio, 2018

El pasado jueves 21 de junio tuve la oportunidad de acudir a la presentación del libro de la maestra Cristina Alcayaga, titulado igual que esta columna, El México que queremos.

La experiencia política de la maestra Alcayaga se suma a su sensibilidad social y a su sensatez empresarial para entregar, a unos días de las elecciones, un mensaje que invita a la reflexión y que, en cuatro palabras lo resume de una manera magistral: El México que queremos.

Por supuesto que pudiéramos hacer una larga lista de adjetivos que describen nuestro deseo del México que queremos: un México justo, ético, decente, moral, inclusivo, responsable, comprometido. ¡Ah!, y por supuesto, Campeón de la Copa FIFA 2018.

Esto y más es el México que queremos y el que aspiramos heredar a nuestros hijos. Pero, ¿qué estamos haciendo nosotros, los mexicanos, para conseguir el México que queremos?

Tendríamos que empezar con la reflexión de si estamos siendo justos, éticos, decentes, inclusivos, responsables y comprometidos, ya que finalmente el todo es el resultado de las partes. Esto sería lo primero que tendríamos que reflexionar.

Y es que precisamente en estas últimas semanas del mes de junio (cuando esto escribo), una de las principales noticias en los medios y que nos ha hecho reflexionar era la Política de Cero Tolerancia del presidente de los Estados Unidos de América, cuya implementación ha separado a muchas familias en dicho país, deportando a los padres y guardando a los niños en jaulas como si fuera la perrera municipal.

Era realmente vergonzoso ver cómo tenían a estos niños en campos de concentración, esperando sin esperanza, lo que a todos nos parece por supuesto injusto, falto de ética, indecente, inmoral, excluyente, irresponsable y carente de compromiso con la humanidad.

Lamentable ver cuántas familias separadas por esta Política de Cero Tolerancia; sin embargo, como mexicano, me da mucha más vergüenza saber que es aún mucho más grande el número de familias separadas en México por la falta de oportunidades y la miseria en la que viven, lo que no les deja más opción que abandonar a su familia para ir en busca de una tierra adoptiva que, a pesar de la persecución y el trato discriminatorio, les ofrece más oportunidades.

Y esto me lleva de nuevo a la reflexión del México que queremos. Un México justo, inclusivo y que ofrezca oportunidades a todos sus hijos nacidos en esta tierra, para que las familias que por azares del destino nacieron en este país, no tengan que separarse, para que nuestros hermanos no tengan que arriesgar su vida colándose cual ratas en otro país, en busca de las migajas que caen de las mesas. Un México del que todos nos sintamos orgullos, no solo por las bellezas naturales o por los logros en los deportes; el México que queremos es un México que ofrezca oportunidades de vida y de trabajo digno, honorable y humano. Ese es el México que queremos y por el que debemos de trabajar, indistinto de los resultados del 1 de julio. Porque México es más grande que los mexicanos.

La esperanza es lo último que muere

por Latitud21 Redacción 1 junio, 2018

Me prometí que no escribiría ningún artículo ni compartiría opinión con respecto a las elecciones del 1 de julio y aquí estoy.

Pues bien, estamos a unos días de las más importantes elecciones en México en los últimos años. El lunes 2 de julio amanecerá con un presidente electo, pero también con 300 diputados electos (aunque son 500 los diputados que integran el Congreso, solo 300 son electos de manera directa y los otros 200 por representación proporcional) y 100 senadores.

Algunos estados, como Yucatán, Chiapas, Puebla, Veracruz y Tabasco, habrán de elegir también gobernador y Congreso local. En algunos otros como Quintana Roo habremos de elegir inclusive presidentes municipales. En fin, una elección de más de tres mil funcionarios públicos, es decir, no solo de presidente de la nación. Pero por supuesto, la que se roba la atención es, sin duda, la elección para el jefe del Ejecutivo federal.

Y es que, al momento de escribir este artículo de opinión, a 30 días de las elecciones, parece que entre los tres candidatos que se disputan el honor de dirigir nuestra nación, Andrés Manuel, Ricardo y José Antonio, es el primero el que lleva la delantera rumbo a Palacio Nacional.

Honestamente, no creo que el resultado de las elecciones será el fin del mundo, pero tampoco la solución a los problemas de esta gran nación.

Porque Mexico es muy grande y de la misma dimensión son sus problemas, no creo que nadie, nadie, puede por sí solo solucionarlos, pero tampoco nadie, nadie, puede llevar nuestra economía a la perdición por sí solo. Mi punto aquí es que creer que un solo hombre puede llevar a Mexico a la perdición, sería tanto como asumir que después de 197 años de independencia (1821) los cimientos de nuestra nación están fincados en un pantano. No, México es una nación sólida cimentada en plataforma firme, que ha sobrevivido a Santana, a Miramón, a Díaz, a Huerta, a Obregón, Elías Calles, Echeverría, López Portillo, Salinas y, por supuesto, Peña Nieto.

Pero no, Andrés Manuel no va a ganar. Se los aseguro. Si resultara electo presidente Andrés Manuel sería porque no hubo mejor candidato, es decir, será más bien una estrepitosa derrota para el PRI y su rémora el PVEM.

Si resultara electo Andrés Manuel, que todo apunta que así será, sería por el voto de dolor, de indignación, de coraje, en contra de un sistema que ha depredado nuestra nación. Si Andrés Manuel resultara electo, será algo más de lo que tendremos que inculpar al PRI y a Peña Nieto, quien deja la Presidencia de un país dolido por una rampante corrupción como no se veía desde la época de la Colina del Perro y del “Negro” Durazo.

Muchas fallas, muchos vacíos, muchos errores, pero uno de los más relevantes, políticamente hablando y del que ahora se lamentan, priistas y panistas, es el no haber aprobado la segunda votación, la segunda vuelta, que hubiera permitido a los mexicanos elegir a un presidente por mayoría absoluta y no relativa. No existe el hubiera. Esperemos que la próxima legislatura lo apruebe.

El uno de julio tendremos oportunidad de votar cerca de 70 millones de mexicanos, y todos y cada uno de los votos es un voto útil. Cada voto cuenta. Tenemos que salir a votar, no solo por presidente, también por nuestros diputados federales, senadores, alcaldes y gobernadores donde aplique. Ese es el verdadero voto útil, el que otorgas al candidato que más te convence.

Yo, personalmente, he decidido que votaré, votaré, por el que para mí parece ser el mejor candidato, independiente de lo que digan las encuestas. De algo habrá de servir mi voto.

Porque la esperanza es lo último que muere.

El poder de la sonrisa

por Latitud21 Redacción 14 mayo, 2018

 

Hace unos días, el pasado 20 de abril, fue el cumpleaños de esta gran ciudad llamada Cancún. Es decir, que el acta de nacimiento es de fecha 20 de abril de 1970. La historia es en realidad corta pero intensa. Como lo es la vida de los cancunenses y de una ciudad que nunca duerme ni se detiene.

Con esa intensidad, con esa adrenalina, llega Cancún a los 48 años de vida, en una etapa en la que tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos, de grandes logros y aciertos, pero también debemos de asumir y reconocer las fallas y desaciertos para poder corregir.

Y en esta etapa de su vida nos encontramos a unas cuantas semanas de poder elegir y con ello también corregir. Nos encontramos con la oportunidad de recuperar lo perdido, de recuperar nuestra ciudad secuestrada por gente ambiciosa y sin arraigo, que como Judas la vende por 30 monedas al mejor postor. Tenemos la oportunidad de recuperar Cancún y ponerla en manos de ciudadanos honestos que la aman.

Es por ello que cuando la directora de Grupo Editorial Latitud 21, Mara Lezama, me compartiera su intención de buscar la presidencia municipal de Benito Juárez, no dudé en ofrecerle mi apoyo a pesar de que representaba perder a una gran ejecutiva.

Mara estuvo al frente de esta casa editorial, responsable de las revistas Latitud 21, Brújula y  Cancún iTips por más de un año, tiempo en el que su profesionalismo, creatividad y honestidad no solo cumplió, excedió mis siempre exigentes expectativas.

Mara es una persona que tengo la oportunidad de conocer por muchos años, no solo por su presencia en los medios de comunicación y por su trabajo sino también por su proximidad con mucha gente cercana, y siempre, siempre la he encontrado con una sonrisa y una actitud positiva que inspira confianza y certidumbre.

Su paso por esta casa editorial fue más corto de lo esperado, fue menos de lo deseado, pero la huella imborrable que deja en todos sus compañeros no requiere de más tiempo, pues los resultados obtenidos son una muestra de su gran capacidad y entrega en todo lo que hace.

Esa es Mara Lezama, una candidata ciudadana que ha demostrado, en sus casi 30 años de arraigo, que ama Cancún tanto como a su familia y que ahora se entrega de lleno a esta nueva aventura en la política, en una campaña que confiamos la llevará a la oficina de la presidencia municipal de Benito Juárez.

Gracias Mara por tu tiempo, tu entrega y tu dedicación en estos 15 meses al frente de Grupo Editorial Latitud 21. Gracias por tu coraje y determinación, gracias por decidir dar el paso al frente y buscar lo mejor para nuestra comunidad, para Cancún.

Mucho éxito en esta nueva misión tuya, porque tu éxito será también el de Cancún. Solo te pido una cosa, nunca dejes de sonreír, porque eso, el poder de la sonrisa, te llenará cada día de la energía que necesitas para conseguir tu misión, con el favor de Dios. Sea.

La edad de las ilusiones

por Latitud21 Redacción 2 abril, 2018

Recuerdo cuando hace 15 años llegara a mi oficina una nueva revista, que lo que más llamó mi atención es que traía en la portada una fotografía de don Armando Millet, otrora director general de la cadena de hoteles Royal Resorts. Don Armando había sido mi jefe unos años antes, recién egresado de la universidad, y su ejemplo como hombre, empresario, padre de familia y ciudadano marcó para siempre mi rumbo. Conociendo de su característico bajo perfil, mucho llamó mi atención verlo en la portada de esa revista anunciando un reportaje de la empresa que aún dirige, por lo que de inmediato la tomé para leerla, con el orgullo de saber que yo había sido parte de esa gran empresa y discípulo de ese gran hombre.

Quince años han pasado de mi primer Latitud 21, revista que desde su inicio nace con la vocación de promover el emprendedurismo y reconocer el liderazgo empresarial.

A 15 años de su inicio, Latitud 21 ha visto ilustrar su portada con la imagen de los más exitosos líderes empresariales, tanto mexicanos que destacan inclusive en el extranjero, como extranjeros que destacan inclusive en México, principalmente en negocios con influencia en el Caribe mexicano.

Hoy, a 15 años del inicio de esta revista y de frente a los grandes retos que la tecnología impone a la industria de la información y de la comunicación, Latitud 21 deberá de reinventarse para evolucionar, de una simple revista que informa y anuncia, a un medio de comunicación que inspira e ilusiona.

En la era más dinámica que ha conocido la humanidad, las empresas y los negocios han evolucionado y se mantienen en evolución. Por supuesto que uno de los objetivos de las empresas es generar riqueza para sus inversionistas. Esa es la motivación primaria del empresario. Pero también lo es la generación de valor para los entes que forman parte de la empresa, como lo son gobierno, proveedores, clientes, empleados y en general la comunidad en la que se desarrolla.

La responsabilidad social demanda que las empresas, más allá de la generación de riqueza, sea una fuente de generación de valor y de valores, pues es esta, la empresa, el núcleo de la economía de toda sociedad. Es por ello que hoy vemos cómo las más exitosas empresas se comprometen con sus comunidades en diversos temas, como son medio ambiente, educación, salud, generación de oportunidades, equidad de género, etcétera.

Latitud 21 es, y seguirá siendo, la revista empresarial por excelencia del Caribe mexicano, pero con una misión mucho más noble que la de simplemente reconocer el liderazgo empresarial. Estamos convencidos de que la verdadera misión de Latitud 21 deberá de ser, principalmente, el promover y liderar prácticas de responsabilidad empresarial que definan el auténtico sentido social del emprendedurismo.

Esa es nuestra misión.

Esa es nuestra ilusión.

Muchas felicidades por estos XV años de Latitud 21. Mi más profundo agradecimiento al gran equipo editorial que ha hecho esto posible y que encabeza nuestra directora Mara Lezama, con su invaluable ejemplo de liderazgo social y de responsabilidad empresarial. Gracias por hacer posible, junto con todos ustedes, lectores y empresarios, esta gran misión. Esta gran ilusión.

Finalmente, son solo XV años. Apenas estamos llegando a la edad de las ilusiones.

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