Como era de esperarse, justo a la mitad del sexenio y unos días antes del informe presidencial, y al más puro estilo priista, se dieron los llamados “enroques” y los cambios en el gabinete de alto nivel. Poco a poco hemos experimentado las viejas prácticas del también viejo estilo del partido tricolor. Cambiar a medio gabinete es casi un acontecimiento que se espera y hasta se aplaude en los muy mexicanos estilos de gobernar. No importan la operatividad, la continuidad ni los resultados, lo que importa es la política, los amarres, las conexiones, las lealtades, las facturas y las alianzas, entre otras cosas.
Y en ese orden de ideas me refiero al cambio de estafeta en la ilustrísima Secretaría federal de Turismo, en la que la nunca bien ponderada Claudia Ruiz Massieu deja su lugar al señor licenciado Enrique de la Madrid Cordero, hijo del expresidente Miguel de la Madrid.
Mi opinión y las expectativas que podría tener nuestro querido sector turístico ante el nuevo nombramiento resultan un poco simpáticas. No concluimos lo solicitado con vehemencia a la anterior encargada, cuando ya tenemos que ponernos de acuerdo con un nuevo e intrépido interlocutor.
Una vez más tendremos que empezar de cero, por explicarle al ilustre ministro de qué se trata esto del turismo, fenómeno económico y trascendental que al parecer no acaban de entender bien nuestros distinguidos políticos convertidos en autoridades.
Con el precio del barril de petróleo a alrededor de 35 dólares y el dólar a más de 17 muy devaluados pesos, entre otras calamidades, y en paralelo los destinos turísticos llenos a tope, no hay que ser genios ni economistas para saber que a lo que hay que apostarle es al turismo. El turismo es, como lo hemos apuntado repetidamente, la gran alternativa de desarrollo económico para México, la enorme posibilidad de que la economía crezca a partir de esta noble actividad que genera empleos, divisas, que no contamina y que propaga de manera positiva el nombre e imagen de nuestro país a todo el mundo.
Si en el discurso el presidente Peña Nieto señaló que los nuevos ministros deben trabajar por México y con pasión, el Sr. De la Madrid Cordero, flamante secretario de Turismo, deberá trabajar con denuedo y entusiasmo por derribar todas las barreras que impiden que el turismo se consolide como la actividad económica que puede catapultar a México. Estamos llenos y hartos de cifras y discursos. Nos han dicho que estamos de nuevo en el “top ten, si me perdonan mis ocho lectores el anglicismo, es decir que pasamos increíblemente en solo un par de años, del lugar 15 a estar entre los diez primeros del mundo en recepción de turistas, dato que me tiene sorprendido, por decir lo menos.
Nuestros destinos de playa muestran números de ocupación muy halagadores desde 2014, con cifras envidiables, aunque estoy convencido de que no se debe a la promoción oficial e institucional. La ocupación turística crece exponencialmente en todo el mundo producto de las economías de los países, lo mismo crece en España que en Turquía o China, México no es la excepción.
Lo importante es reconocer que en México, a pesar de tener una economía inestable, que no crece y de los lamentables episodios de todo tipo que vivimos en nuestro querido país, los destinos turísticos marchan de manera muy exitosa, lo que me lleva a afirmar de nuevo que el turismo es la alternativa, crece a pesar de las adversidades y de las barreras que el mismo sistema político impone.
En tales circunstancias, si el nuevo secretario de Turismo en verdad tiene la encomienda de “Mover a México” y de hacer del turismo una prioridad, podría empezar por convertirse en el auténtico y único interlocutor de primer nivel que requerimos para que haya por primera vez esquemas de fomento e incentivo para la actividad turística.
No solo no hay leyes de fomento para el turismo, situación que no comprendió ningún ministro anterior, sino que la actividad enfrenta innumerables barreras y obstáculos que inhiben su desarrollo y dificultan la competitividad.
Nada se avanzó en la primera mitad del sexenio, seguimos igual, todo va con el piloto automático dependiendo solamente de las inversiones y el capital privado, y de nuestra maravillosa riqueza natural, paisajística, histórica y cultural; seguimos esperando que el turismo sea una auténtica prioridad, que pase del discurso a los hechos. ¿Será que alguno de mis ocho lectores le pueda pasar mi columna al nuevo ministro?