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Revista Latitud 21
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Sergio González

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  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones «Vital»
  •  sgrubiera@acticonsultores.com

Crónica de Europa. Parte IV

por NellyG 19 diciembre, 2022

La sorpresa.

Con un dejo de nostalgia, al menos para mí, dejamos Llanes, Asturias para continuar por esa hermosísima autovía del Cantábrico, con destino Galicia y muy concretamente Santiago de Compostela, es decir que haríamos el Camino de Santiago, pero en automóvil, sin duda válido también.

Con la ayuda de mi súper copiloto, que se distraía con las hermosas vistas que ofrece esta ruta y de nuestra guía michelín, conduje algo más de 400 kilómetros para llegar por la tarde-noche a Santiago. Al llegar, como es acostumbrado, nos perdimos un poco, al punto de terminar dentro de un aparcamiento subterráneo, gracias a la ayuda de “mi prima anacleta”, esa que dice, “en doscientos metros, en la tercera salida continúa, para seguir a”… no se donde, y así me metió en un aparcamiento… luego de unos nervios, y unas risas, entramos y salimos del subterráneo, y es que ya estábamos en medio de ese mundo peatonal, en el que más vale dejar el auto lo más pronto que se pueda.

Entre nuestros instintos y con la ayuda de “anacleta”, llegamos a un hermoso y elegante Eurostar Gran Hotel Santiago, en donde el servicio estuvo muy lejos de lo esperado y que no iba acorde a la categoría del hotel, aún estoy esperando la oportunidad de enviarles mi retroalimentación.

Pero bueno, como siempre, una vez dejadas las maletas emprendimos la caminata nocturna para buscar donde cenar. Llegamos a un local, en una de esas concurridas calles peatonales, en medio de la lluvia, y luego de una corta espera nos asignaron una mesa en medio de decenas de comensales, en su mayoría gallegos por supuesto.

Cómo es lógico, pedí un Pulpo a Feira, infaltable, y como a mi Alice le encanta la carne, pedimos un chuletón; la sorpresa, es que, en estos locales, la pieza es de mínimo un kilo, para empezar, ya se imaginarán mis ocho lectores, y por si fuera poco unos “pimientos del padrón”, los que, ya saben, “unos pican y otros no”… je je.

Me angustiaba un poco que el viaje había sido largo y un poco cansado, y veía a Alice como desanimada, seguro sería por el viaje, pensaba yo, pero confiaba en que, a la mañana siguiente cuando viera La Catedral de Santiago de Compostela, todo cambiaría, y vaya que así fue. Cuando llegas a esa plaza, ves los edificios, su arquitectura, su magia y de repente ves esa catedral, que es tan alta que no alcanza el lente de la cámara para fotografiarla a plenitud, te quedas simplemente sin aliento. Es difícil poder describir en letras, la belleza de esta Catedral de estilo románico, gótico y barroco.

En el lugar en que se halló, en el año 813, el sepulcro del apóstol Santiago empezó a levantarse en el siglo XI una magnífica catedral. Un artista genial, el maestro Mateo, esculpiría una obra maestra del arte románico español: el pórtico de la Gloria

Me alivió ver la cara de Alice, ante los espectaculares monumentos de Santiago de Compostela, nos tomamos decenas de fotos y por supuesto le hincamos el diente a un arroz con bogavante para auténticamente chuparse los dedos.

 

Santiago de Compostela

 

Si habíamos conducido un montón desde Asturias hasta Galicia, nos faltaba aún un tramo similar o mayor para llegar hasta Madrid, desde donde regresaríamos a Cancún, había que tomarlo con calma, quedaban unos días por delante, así que, con el mapa en la mano, decidimos emprender el camino por la Comunidad Autónoma de Castilla y León (tierra de Castillos), para llegar a una ciudad sorprendente, Valladolid.

Llegamos de tarde, ya sabéis, después de las cuatro, cocinas cerradas, ni hablar, es nuestro destino. Pero solo al llegar pudimos atestiguar que Valladolid es una ciudad con hermosa urbanización, sumamente limpia y llena de árboles y jardines. Nuestro hotel muy próximo a la catedral, nos permitió una agradable caminata nocturna, mientras hacíamos tiempo a que abrieran los locales para cenar.

 

Foto nocturna de la Plaza Mayor de Valladolid.

Vaya sorpresa, la cena…

Nos recomendaron un lugar de nombre “Los Zagales”, que desde la entrada impresionaba. En su larga, larguísima barra, en donde sirven el tapeo y las cañas, se muestran con orgullo, colgados frente a los comensales una serie de banderines alusivos a los premios que el lugar ha ganado en los Concursos Nacionales de Pintxos; los concursos de tapas y los festivales de comida, vaya lugar en el que nos fuimos a meter, a nosotros que “no nos gusta” …

Mientras me tomaba la primera caña fría en la barra con Alice, esperando la mesa, me puse a observar los banderines, y así leyendo, leyendo, veo uno que ponía “Primer lugar Nacional año (no recuerdo), concurso de Pintxos de España, platillo Obama en la Casa Blanca”, palabras más o menos; me dije, eso tengo que probarlo, porque resulta que figuraba en el menú de tapas…

Aunque les dejo una foto, esa no puede describir la delicia, el humor y la creatividad de este platillo.

Por fuera, la Casa Blanca; el techo se desmonta, porque es la tapita de la suculenta vianda que viene adentro, que es negra por supuesto; un huevito de codorniz con trufa, crocante de jabugo y tinta de calamar, simplemente sublime. Con razón ganó el premio nacional. Luego de esa emoción pasamos a la mesa, a cenar en serio…

Valladolid es una ciudad con mucha clase, con una hermosa imagen urbana, llena de árboles, jardines y mucho orden, al mismo tiempo con un centro histórico digno de España y con su clásica Catedral de hermosa arquitectura. Les dejo una foto.

Nuestra parada en esta hermosa ciudad era breve, de apenas una noche, para recuperar energías luego del largo camino desde Galicia, para continuar a Madrid, pero con otra breve escala, que resultaría en la mejor y más grande sorpresa de todo el viaje, SEGOVIA, con mayúsculas…

La provincia de Segovia, a solo hora y minutos de Valladolid, parte de la Comunidad Autónoma de Castilla y León es Patrimonio de la Humanidad, su legado histórico es tan abundante en edificios que incluye murallas medievales, iglesias romanescas, un antiguo palacio real, del que ya les contaré, una catedral gótica y por si fuera poco un acueducto romano con más de cien arcos, que funcionó como tal, dotando de agua a Segovia hasta 1973. Su construcción data del siglo II D.C. durante el reinado del emperador Trajano o principios del de Adriano, quien dejara enorme legado arquitectónico.

El Acueducto Romano de Segovia, está ubicado justo frente al legendario Mesón de Cándido, el lugar por excelencia para degustar del famoso Cochinillo Asado de Segovia, donde por supuesto comimos apenas al llegar a esta histórica y mágica ciudad.

Por el Mesón de Cándido, han pasado durante 4 generaciones, una pléyade de personalidades, artistas de Hollywood, premios nobeles, jefes de estado y por supuesto incontable número de sibaritas, quienes como nosotros no se han querido perder de esta experiencia que para nuestra fortuna, incluyó el placer de saludar en persona al viejo Cándido, y atestiguar su ritual de cortar un tierno lechón asado con el canto de plato, ritual que llevó a cabo el viejo mientras Alice le grababa con su móvil a petición de él mismo, quien fue amable y cálido con mi esposa, fue un lujo.

Luego de una magnífica tarde en Segovia que culminaba con unas aceitunas enormes frente a un fogón de esos de gas, admirando la fachada de una iglesia, en la mejor calle peatonal, justo donde se encontraba nuestro hotel, el camarero nos recomendó una caminata, que nos llevaría, según dijo, hacia un gran palacio, en el que a su decir, se inspiraría Walt Disney, para crear el palacio de la Cenicienta, que se admira en el centro de sus parques.

A la mañana siguiente, emprendimos tal caminata, que empezaría por admirar la hermosísima Catedral Gótica de Segovia, desde el parque central con su quiosco, de cuento. Continuaríamos la caminata por una estrecha calle, repleta de hermosas fachadas, en donde lo único que me preocupaba es que era todo bajada, ya saben, lo que me esperaba al regreso…

Pero la caminata en medio de un clima fabuloso, apenas el 2 de noviembre, tuvo sus frutos al llegar a las puertas de un Palacio Real, en donde simplemente quedas mudo. En realidad, se trata del Alcázar de Segovia, Patrimonio de la Humanidad.

A continuación, un texto de la página oficial del Alcázar.

 

E s probable que la fortificación existiese ya en tiempos de la dominación romana, pues se han encontrado sillares de granito análogos a los del Acueducto.

Hacia 1120, sobre el extremo occidental de la roca en que se asienta la ciudad, se edificó un barrio al servicio de los canónigos de la catedral de Santa María, conocido como “las Canonjías”. En el acta de donación de los terrenos por el Concejo al Obispo es donde se menciona, por primera vez, a nuestra fortaleza, más exactamente al “vallum oppidi”, o empalizada, que defendía a la ciudad por el lado oriental.

Pocos años después, entre 1124 y 1139, se registran en la documentación las palabras “castillo de Segovia” y “Alcaçar”, término éste que alude a su condición de fortaleza y residencia regia y que llegará hasta nuestros días.

El rey Alfonso X “el Sabio” convocó  Cortes en 1256, las primeras que tuvieron lugar en el Alcázar.

Al inicio de estas, mis crónicas de Europa, le contaba a mis ocho lectores, que de Praga, la capital Checa, se dice que es de esas obscenamente bellas ciudades del mundo, luego dudé de ello, cuando visitamos Brujas, en Bélgica, a más de hermosa; pero cuando vimos Segovia y sus encantos paisajísticos, además de su impresionante gastronomía, no me queda duda que queda ubicada entre las mejores del mundo, por lo menos de lo que mis ojitos han visto. En verdad les recomiendo esta visita, sobre todo aquellos que acostumbráis ir a Madrid, esta a solo una hora.

Y bueno, llegaba casi el final de esta larga, interesante, cultural y gastronómica expedición al viejo continente, y en consecuencia tenía que terminar como es debido en MADRID.

De nuestra parada en Madrid, quiero rescatar solo dos momentos, además del placer como siempre de disfrutar esta hermosa urbe y su gran estilo; el primero la visita obligada al Corral de la Morería, esa catedral del flamenco, en donde además del espectáculo disfrutas de tremenda cena muy gourmet. Los bailaores, guapas bailaoras, cantaores y músicos, se renuevan al igual que los atuendos, pero la calidad artística y musical es la misma desde hace décadas, es la verdad un deleite, ciertamente vale lo que pagas. Allí, recordé a mi entrañable amigo Marcelo Palacios, a quien saludo desde este espacio, quien se presentara como gran bailarín de Flamenco en sus años mozos en este icónico escenario de la capital de España, Olé, Marcelo !!

El siguiente momento a destacar es la comida en Ferreiro, un pequeño restaurante ubicado en el Paseo Florida, que para mi gusto sirve el mejor  Cordero asado de Madrid. Ahí esta siempre Manolo, y ahora su hijo, al frente para hacerte pasar una tarde inolvidable.

Hay que decir que, aunque en toda Europa y también en España, se están olvidando los manteles largos, las elegantes servilletas de tela y esos detalles, esto no ha significado una reducción o una baja en la calidad gastronómica y especialmente la culinaria; en cientos de sitios se come fenomenal aunque no haya mantel, eso está pasando de moda; pero también hay que reconocer que cuando regresas a uno clásico, bien clásico, como Ferreiro en Madrid, si que se aprecia el mantel, el bajo mantel, la enorme y elegante servilleta de tela y no solo eso; una pequeña tapita de la casa, o mejor aún, un pincho de tortilla de patata, luego una sopita bien calientita en cortesía, antes de que arriben las grandes viandas, y todo a un precio más que razonable.

Al final, un buen puro en la terraza exterior con los calentones y un par de digestivos para despedirnos de Madrid y de Europa. Gracias Manolo, por tan magnífica tarde. Agradezco a Miguel Cortes, por haberme recomendado este sitio en una FITUR.

Y como todo lo que empieza, termina, al día siguiente, al aeropuerto para devolver el auto que nos sirvió desde San Sebastián, y luego abordar el vuelo de World2Fly con destino Cancún.

Muchas Gracias a todos aquellos, que nos sirvieron, atendieron, asesoraron y aconsejaron en estas vacaciones, ojalá pudiese llegar con mis textos a todos, lo intentaré.

Y también gracias a todos los que han leído y a los que han comentado estas, mis crónicas de Europa. Un abrazo de mi tamaño.

 

 

Crónica de Europa. Parte III

por NellyG 19 diciembre, 2022

Por fin España!!

En mi última entrega le contaba a mis ocho lectores, que dejamos Pau, que se pronuncia pohh, echando el aliento, en autobús con destino San Sebastián; pero en la ruta, poco antes de cruzar la frontera, hubimos de pasar por tres  pueblos, a más de hermosos, Bayonna primero, luego Biarritz y finalmente Saint Jean de Luz, verdaderamente bello, para con ello culminar la ruta por el sur de Francia, sin descender del bus, pero atestiguando hermosas vistas, fachadas y arquitectura.

Confieso que me emocionaba llegar a España, por diversas razones, y en especial a San Sebastián tanto por su famosa hermosura, como por su gastronomía. Llegamos a la estación, tomamos un taxi y nos dirigimos hacia el Hotel Bidaia, en donde pasamos inolvidables noches. Apenas llegamos y mientras hacíamos la consabida pregunta de ¿a donde ir a cenar?, luego del largo viaje en autobús, escuché muy próximo a la recepción, esa cautivante conversación española, que sugiere comida:

  • Póngame dos cañas frías (cervezas), seguido de
  • Quiere un poco de jamón, o unas patatas bravas ?…

Y fue entonces, cuándo empecé a pensar que sería buena idea quedarse en el hotel para la cena, y vaya buena decisión. Subimos un piso a dejar las maletas, casi aventarlas, para regresar a ese pequeño restaurante del  mismo hotel, casi junto al escritorio de la recepción, todo era como una pequeña y acogedora casita, para atestiguar que en el menú había jamón de bellota, pan tumaca, y entre los platillos fuertes, un anhelado por mí, cordero asado, así que, como decimos en México, me dije y le dije a Alice, “de aquí somos”, y nos quedamos a cenar, por supuesto con una botella de la Ribera del Duero, faltaría más…

La transformación entre Francia y España, por lo menos en la cena, en nuestro confortable hotel, era total, no hay comparación.

A la mañana siguiente, luego de un rico desayuno, que, aunque no lo crean, incluía una tostada con jamón serrano, y muy buen café, emprendimos caminata a la orilla del río admirando la increíble arquitectura de esta aburguesada ciudad del País Vasco, en donde la nobleza solía vacacionar en los veranos, para llegar hasta el sitio en el que debería recoger el auto de renta, pactado hacía meses con Best Day y Europcar.

 Una vez a bordo de la máquina, emprendimos la ruta hacia Pamplona, la capital de Navarra, y que a mucho orgullo dicen ser el corazón del País Vasco, a penas a una hora de San Sebastián a través de una magnífica Autovía con estupendos paisajes.

En Pamplona nos esperaba mi buen amigo Javi Bacaicoa, apellido toponímico, a quien conocí en Cancún hace unos años, con quien cociné varias paellas y que para mí era Javi Pamplona. La cita era alrededor de las dos de la tarde en la Plaza de Toros, donde dejamos el auto aparcado, para iniciar el recorrido con Javi a pie por esta hermosa ciudad. Luego de una suculenta comida con un buen vino navarro, emprendimos la caminata en la que el Javi nos puso los dientes largos con las historias del viejo Reino de Navarra. Las vistas eran increíbles y las historias también.

Pamplona

Caminando caminando, nos llevó Javi hasta ese icónico sitio, esa calle en la que al inicio de los San Fermines, los toros patinan al doblar la esquina, luego que han salido del encierro y van corriendo hasta llegar a la Plaza de Toros, las “pamplonadas”…

Durante el recorrido por el casco histórico, Javi nos mostró los “contenedores” de basura, si se les puede llamar así; son mejor dicho una especie de cápsulas, en las que los negocios locales depositan su basura, luego de abrir las cápsulas de manera electrónica, y esta viaja por el subsuelo en unos conductos hasta su destino final; el camión recolector hace más de quince años, que ya no entra al centro histórico. Sobra decir, que tampoco hay cables visibles de ningún tipo, todo es subterráneo, como en muchas ciudades de Europa, pero lo de la basura me dejo perplejo.

Finalizamos el histórico recorrido en el bar más antiguo de Pamplona, para tomar un par de cervezas frías, antes de emprender el regreso a San Sebastián. Fue muy placentero, conocer Pamplona, saludar al buen Javi y escuchar sus relatos.

En nuestro cómodo hotel Boutique Bidaia, de fachada de cuento, en San Sebastián, todo mundo era muy amable, pero destacaban entre todos, Nora y el buen Telmo, y fue este joven quien nos hizo el día no solo al explicarnos como llegar andando hasta el centro histórico de esta hermosa ciudad, sino al hacernos una lista de “sus favoritos” para hacer una tarde de Pintxos, esos delicados bocadillos que pueden ser de cualquier cosa, de todas las temperaturas y todos los colores, y así, luego de una caminata primero por el río y luego por el hermoso malecón de mar, disfrutando de las vistas de los edificios afrancesados y de ese bravo y frío mar de Cantabria, llegamos a esas callejuelas peatonales, en donde hay mas bares de tapas por metro cuadrado que en ningún lado de Europa.

Telmo nos dijo, “el tema es más social que nutritivo”, y en otra de sus frases agregó “hay que hacer codo, meterse entre la gente y llegar a la barra”, hablar con la gente y con el tabernero, al tiempo que vas probando.

Y siguiendo tales instrucciones llegamos al primero y apostados en la barra, por supuesto con dos cañitas bien frías probamos la primera delicia, un rissoto de queso idiazábal, cremosito con una emulsión de perejil, que era simplemente orgásmico y luego una oreja de cerdo frita con tximitxurri, sobra decirle a mis ocho lectores que en el País vasco la CH, es TX…

En el siguiente, la ración fue pintxo de corazón de alcachofa para Alice y de mini pulpo a la gallega, para el que escribe, y así seguimos hasta llegar a “La Cuchara de San Telmo”, un local repleto de comensales, en donde ya valía la pena pedir una ración doble para compartir, así que nos decantamos por el Filete de Bonito, con dos copitas de Ribera, vaya delicia.

Las comilonas se compensaban con las largas y placenteras caminatas, en las que abundaban los sitios para hacernos fotos, San Sebastián es una de las ciudades más bellas de Europa.

Sobra decir que la cena de despedida fue en el simpático, cálido y amoroso hotel Bidaia, de verdad se los recomiendo.

 

SAN SEBASTIÁN.

 

Durante la última tarde en San Sebastián, me compré mi guía Michelin de España, ya que lo que seguía, era conducir por toda España, bueno, que exageración, por una parte, de ella, pero lo que no podíamos perder era el recorrido por la hermosa autovía del Cantábrico.

Con algo de nostalgia dejamos el Bidaia, montamos en el auto y emprendimos la ruta por el cantábrico con destino Llanes, Asturias, el sitio de donde según me han contado, proviene mi apellido Rubiera.

Mi Alice, resultó en una magnífica copiloto, que con mi guía impresa sobre las piernas, me iba contando sobre las rutas y números de carreteras, aunque hay que reconocer que la magnífica señalización de las calles, avenidas y autopistas de España, te lo facilita todo, al punto que apagué la voz de mi “prima anacleta”, esa que habla en el GPS, y que dice, “ en doscientos metros en la rotonda, toma la tercera salida” y bla bla bla, que resulta tan traumático a veces, que es mejor ignorarla; así que decididos a la aventura y con el mapa en la mano nos aventuramos… valga la redundancia, por favor.

Siguiendo las indicaciones de la Autovía y de mi Alice, admirando paisajes de esa España tan verde con el cantábrico a la diestra todo el tiempo, hubimos de pasar por la hermosa Santander, que solo con su urbanización perfecta a la orilla del mar, nos hizo reflexionar en lo bueno que hubiera sido pasar una noche allí.  Sin embargo, íbamos con cierta prisa, entendiendo que, en los pueblos de España, las cocinas cierran a las 4 en punto, y que queríamos arribar a la por mi anhelada Llanes para almorzar.

Varias sorpresas nos deparaban en el camino, y esas tienen que ver con la indescriptible hermosura de Cantabria, la primera, luego de haber dejado atrás Santander, era el pequeño poblado de Santillana del Mar, tres veces mentirosa, según escuché alguna vez, puesto que ni es santa, ni es llana, ni está en el mar, es apenas un caserío, pero vaya que belleza. Sabía que cuando Alice la viere, me diría, quedémonos aquí, y tal como fue, je je, pero le dije a mi mujer, espera, que aún hay más por ver y admirar en esta bella tierra, seguía “COMILLAS”, y así la pongo, con mayúsculas y entre comillas por su hermosura, un pueblo de esos en donde se detuvo el tiempo hace más de un siglo, con esos tejados rojos y esas casas como de adobe, que te dejan mudo por su hermosura y al mismo tiempo por admirar la limpieza, la perfección y la quietud; pero eso no era todo, venía lo mejor, que era detener el auto para admirar boquiabiertos al magnífico y encantador pueblo, si se le puede llamar así con respeto, de San Vicente de la Barquera, Chapó, sin palabras… de lo más bonito, romántico, y extasiante que uno puede ver en la vida…

Un pueblo de tejados rojos, con su propia laguna, con sus pequeñas embarcaciones, con su parte de mar cantábrico que te permite decir adiós a la Cantabria, y solo a unos pasos de entrar a Asturias; es mágico, es de sueño, es de lo mejor que hemos visto.

Es mejor que les deje aquí una foto…

COMILLAS Y SAN VICENTE.

La trilogía de Santillana del Mar, Comillas y San Vicente de la Barquera, fue el preludio maravilloso que antecedió la llegada a la Tierra de mi Abuelo, LLANES…

Podréis imaginar mis ocho lectores, que me apetecía mucho llegar a Llanes, decir que soy un Rubiera y llantar una Fabada con mucho chorizo y así que lo hice.

Como siempre dejamos el auto, luego las maletas, y a descubrir…

Llanes, es un pequeño, pequeñísimo pueblo de Asturias, que, como si fuera Ciudad Grande de Europa, se lo montaron perfecto para construirlo alrededor del río. Una pequeña ría llena de embarcaciones de pesca, la mayoría, hoy de placer, que le dan vida, encanto visual y que enmarcan a la pequeña plaza central que, como en todos los pueblos de España, está llena de terrazas para comer y beber y en las que no faltan las tiendas de todo tipo. Es de sorprender que, en Llanes, no faltaban los buenos aparadores con modas, con gran gusto y por supuesto las tiendas con jamones, alubias enlatadas, quesos y vinos, una locura para el gourmet.

Me sentía tan Rubiera allí, que nos adentramos en el más recomendado local-sidrería, para cenar, primero jamón de bellota, por supuesto una gran fabada asturiana, culminar con quesos añejados, y como no rendirse al final en la terraza con el calentón de gas a degustar un Brandy Español, fue un 1866, servido a manera de “pelotazo”, (generoso) por el amable Antonio, de esas noches, para no olvidar. Viva Llanes!!

Bueno sería, que estas mis crónicas, pudieren llegarle a todos esos magníficos y amables servidores, que nos hicieron feliz, la vacación. Ya veremos como…

La mañana y el día siguiente fueron especiales a más no poder, habríamos de emprender camino para conocer “Los Picos de Europa”…

Salimos en la máquina, muy de mañana, bueno nuestras mañanas europeas, luego del café y la tostada, con la firme idea de visitar el Santuario de Covadonga, en el Parque Nacional de “Los Picos de Europa”…

En unos minutos, luego de preguntar a los lugareños la ruta, esa que te indican en Asturiano, casi antiguo, ya estábamos en la vía hacia nuestro destino.

Es casi indescriptible, por lo menos en buen castellano, repetir la emoción que se siente al ver la Basílica, el Santuario de Covadonga construida en las alturas, pero vaya que alturas, a la que arribas luego de ascender por curvas y mas curvas, para atestiguar una maravilla construida en medio de la montaña en el siglo XVIII, toda de piedra caliza rosa, una belleza que te deja mudo. La perfección, la arquitectura casi medieval, el aire de la montaña y la vista te hacen reflexionar en tantas cosas, que casi me cuesta trabajo  dejar huella en estas letras.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una tía mía se llamó Covadonga, así que ahí compramos un recuerdo de la Virgen para mi madre.

 

Finalizada la visita a tan espectacular sitio en las alturas, le dije a mi Alice, que había más por ver, y era aún más alto. Se trataba de los Lagos de Covadonga, a no se cuantos miles de metros de altura y a los que se podía acceder en el auto, así que allá vamos…

 

Un camino sinuoso, tan angosto que apenas cabía un coche, por el que subíamos bordeando el acantilado, hacía que mi copiloto se pusiera cada vez mas y mas nerviosa; Alice tenía miedo, mucho, yo precaución al conducir y eventualmente había que detenerse para dejar pasar al vehículo que bajaba. Seguíamos subiendo entre las curvas, la vista era espectacular, Alice se angustiaba cada vez más, nunca la había visto tan aterrada, pero no había marcha atrás, ¿Cómo podría recular en medio de esa brecha ?, no quedaba más que continuar.

 

En el camino nos topamos con unas hermosas vacas y toros color café, que sin mas recato invadían el camino mientras pastaban, Alice sufría, quería regresar, pero no había como.

 

Cuando ya parecía que estábamos en el cielo, llegamos a un mirador, que permitía un posible retorno; nos apeamos del auto para hacer fotos, el espectáculo era indescriptible, casi tocábamos las nubes. Una chica que resultó ser periodista se bajó de su auto para con toda generosidad, hacernos una foto, y fue ella quien convenció a mi Alice de continuar, le dijo, “el lago es bellísimo, no se lo pueden perder”, así que, con ese aliciente, seguimos unos minutos más hasta ver el primer lago. Aún no se a cuantos miles de metros de altura, por algo les llamarán, Los Picos de Europa…

 

Alice no quiso continuar al segundo, supuestamente el más hermoso, su terror por las alturas y el vértigo que producía el estrecho camino, eran suficientes para emprender el regreso, mismo que fue más fácil y rápido de lo que esperábamos, la bajada siempre es mejor…

 

Hoy nos reímos de que mi copiloto, casi hizo pis en los pantalones, ante las alturas de Covadonga.

 

Pasada la experiencia de las alturas, decidimos meter velocidad para llegar antes de las famosas cuatro de la tarde, y que nos cerraran las cocinas de LLanes, así que, con acelerador a fondo, llegamos rayando las cuatro a un hermoso restaurante en la playa de la muy Asturiana Llanes, para degustar Cachopo y Fabada.

 

El Cachopo, muy asturiano, es una especie de sándwich de carne, pero vaya sándwich. Es jamón y queso, pero en lugar de pan, lo que aprisiona a esos ingredientes son dos tremendos pedazos de filete de ternera debidamente empanizados, de tamaño monumental, que requieren de mucho apetito, mucha enjundia y muchas ganas, Alice y yo teníamos todo eso.

 

Luego de una fantástica noche en Llanes, que incluyó el espectáculo de la sidra escanciada y buenos mariscos viendo la ría, nos despedimos de Asturias, no sin nostalgia para continuar el camino hacia Galicia.

 

LLANES Y PICOS DE EUROPA…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Habrá cuarta parte de estos mis relatos de Europa.

 

sgrubiera@acticonsultores.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Crónica de Europa. Parte II

por NellyG 19 diciembre, 2022

De Bruselas a Lyon, Francia, en un vuelo raro, vía Madrid, porque cuando compré no sabía de la existencia de un vuelo directo con Air Brussels, algo cansado, pero al cabo de unas horas ya estábamos en esa ciudad francesa, la segunda en importancia después de Paris.

Placentero el traslado desde el simpático y moderno, pero vacío aeropuerto de Lyon, hasta el pequeño Hotel Best Western, abordo de un comodísimo Peugeot negro, aunque traumático al mismo tiempo, al ver como avanzaba inexorablemente el taxímetro, hasta llegar a nuestro destino a los 93 euros, fiuu, ¡por fin llegamos!

Como siempre, apenas al dejar las maletas, nos informamos acerca de los restaurantes de las proximidades, y así llegamos caminando a un pequeño local con apenas unas 6 mesas, atendido por dos jóvenes Lyonnesas, diligentes y siempre muy sonrientes, una en la cocina y otra en el comedor. El menú, todo en francés por supuesto, escrito a mano en una pizarra negra tamaño gigante, anunciaba entre otras cosas, un tartar de atún con mango que llamó mi atención y que pedí para compartir con Alice, delicioso. Luego vino un filet mignon de ternera, buenísimo para mi mujer y una costilla de cordero para mí, con estupendas guarniciones. El vino de la casa, de la región y al final como es lógico tremendo queso tipo Brie, que honestamente, por su porción, costó terminarlo, pero tuvimos que hacerlo ante la enérgica mirada de la amable camarera que me hizo esa seña que hacen las madres con la mano cuando anuncian una nalgada, si no te portas bien, así que a terminarlo.

A la mañana siguiente, había que recorrer esta tranquilísima y silenciosa provincia francesa, que cuenta en su haber no con un río, como las buenas ciudades europeas, sino con dos, además de con un teleférico, que te da la posibilidad de subir hasta la catedral de Fourviere, desde donde se puede ver toda la ciudad en una hermosa panorámica.

Al regreso de las alturas y de una extenuante pero interesante caminata, pudimos ver las instalaciones del Instituto de Cocina del Gran Maestro de la cocina Paul Bocuse, en donde según entiendo estudió mi buen amigo y compañero de la Chaine, el magnífico y joven chef Daniele Muller.

Para la comida, en una tasquita francesa, en uno de esos callejoncitos peatonales, me atreví con unos Riñones al vino tinto, que, por supuesto Alice no quiso ni oler, la porción era interminable…

Ese día comenzaron mis dudas acerca de como habríamos de trasladarnos desde ahí hacia el sur de Francia, para finalmente llegar a San Sebastián, España en la fecha en la que tenía pactado un auto de renta. Había decidido no reservar más hoteles con antelación a partir de Lyon; hasta ahí me había puesto en las buenas manos de Jesús Aranda de Best Day, pero a partir de Lyon iríamos por nuestra cuenta y a nuestra suerte, confiando en que por ser el otoño encontraríamos disponibilidad en hoteles y buenos precios, y afortunadamente así fue, gracias en parte a Booking.com, que en verdad recomiendo a los viajeros y a otra aplicación que nos sirvió mucho y que aprendí de los influecers españoles, se trata de OMIO.

Pero aún desconfiando de las apps on line, y de los influencers, me metí en una librería y muy a la antigüita, me compré mi Guía Michelin, con todas las carreteras, rutas y distancias de Francia y fue así como decidimos emprender la ruta hacia el sur, primero en tren con destino Toulouse, (en español Tolosa) y vaya buena elección que hicimos.

La noche antes de partir a Toulouse, nos sentamos en una terraza bar de Lyon, con la vista magnífica que les comparto líneas abajo, para tomar un vino de despedida, y en esos avatares nos encontrábamos cuando a la pareja francesa de a un lado, se le ocurre entablar conversación en francés, con Alice, para preguntar lo clásico, ¿de donde son?…

La pregunta derivó en varias copas de vino, muchas risas, y al final una botella invitada por el buen Phillipe, un ortodoncista que al calor de los tragos se sintió generoso con los mexicanos. La despedida con abrazos y besos terminó en la foto, que también queda para el recuerdo.

Unas cuatro horas en un súper cómodo y confortable tren, con hermosos paisajes de por medio, nos llevaron de Lyon a Toulouse. Al llegar a la estación, emprendimos caminata con maletas y GPS en mano, para llegar al Best Western Innes, un hotel boutique idealmente ubicado, en donde tuvimos la experiencia de pasar las noches en una romántica “cobachita”, como le llamamos Alice y yo, de esas de dos por tres en donde la ventana que deja pasar la luz está en el techo, tipo un quemacocos de coche, con su cortinilla eléctrica con mando a distancia, muy simpático. Si alguno de mis ocho lectores, se aventura alguna vez por Toulouse, le recomiendo ese hotel, y el cuarto número 74, genial !

Confieso que, con mi enorme ignorancia, creía que Toulouse era un pueblo, pero de eso, nada, vaya ciudad con que vida y con que clase, Chapó (chapeau); digamos que me quito el sombrero.

Cuando llegas a las pequeñas ciudades europeas después de las cuatro de la tarde, parecen como unos pueblos fantasmas; mi Alice, dice que “se mueren”; no se ve a nadie por las calles y prácticamente todo está cerrado, pero a partir de las siete, reviven y de que manera, y esta Toulouse, revivió con una intensidad, una luz y un barullo que daba gusto.

Una ciudad con clase, llena de gente guapa, con unos aparadores que no le piden nada a París y sobretodo una cantidad inconmensurable de tiendas delicatesen; el Foie Grass anunciado en todas las vitrinas, junto con los quesos, los vinos, el champagne y cualquier cantidad de placeres degustativos en presentaciones dignas de revista. La gente vestida con gran gusto, hombres y mujeres, para echar, como decimos los mexicanos “taco de ojo” a plenitud.

Y así, caminando caminando, llegamos a L´Jigo, un local de cocina no de autor, sino un “proyecto orgánico local”, como lo llaman ellos mismos, en donde todo proviene de las granjas, hortalizas y viñedos, gestionados por sus proveedores y socios comerciales.

Estrictos como son con la puntualidad, no nos permitieron pasar al salón comedor, hasta que no dieran las 19:30 en punto, pero mientras tanto, si que nos sirvieron en la terraza, un par de cervezas frías con un jamón serrano en pan, propio de su producción casi particular. Llegada la hora, pasamos a la mesa, a la que accedimos mientras circulábamos por un pasillo del comedor, que permitía atestiguar la producción casi en masa de viandas del tipo entrante, todas dignas de foto.

Alice, no come morcilla, porque como ya sabéis mis ocho lectores, se trata de ese embutido hecho con sangre de res, que a pocas mujeres gusta, sin embargo, cuando vi la descripción en el menú, le dije simplemente “tienes que probarlo” …

Se trataba de una delicada porción de morcilla, con muy finos trozos de pimiento rojo, colocados elegantemente sobre una exquisita y fina emulsión o crema de wasabi, simplemente sublime. Eso sí que le gustó.

La maravillosa experiencia de la morcilla, no me permite recordar por ahora el plato fuerte, pero si que recuerdo los vinos que eran una colección de uvas Tanat, esa uva francesa que en américa solo se encuentra en el Uruguay; fue realmente una exquisita experiencia, muy Toulouse.

La mañana siguiente nos deparaba la experiencia sabatina del mercado. Un mercado en el que además de comprar lo típico de un sitio como tal, está la parte gastronómica, que incluye carnes, quesos y mariscos, muchos mariscos. Compras tu elección, tu vino y buscas sitio en algún barril que hace las veces de mesa para degustar con los amigos o la familia. Comer ostiones, curar la cruda, que seguramente tiene su nombre en francés, y disfrutar escuchando el bullicio del mercado, eso si, repleto de gente bonita, pero muy bonita, y no lo digo yo, pregúntenle a mi Alice, a quien también se le caía la baba…

Por la tarde, noche, resulta que, en pleno Toulouse, el destino nos llevó de nuevo a un local de la India, un emblemático New Delhi, como la capital de ese país, en donde nuevamente deleitamos los sentidos con las Samosas, los Currys con cordero o pollo y el arroz basmati; Toulouse tiene de todo.

En la guía Michelin impresa a todo lujo que me compré en la librería de Lyon, habíamos marcado PAU, como el siguiente punto de destino en nuestra ruta hacia España. Pau, que se pronuncia pohh, como si echaras el aliento hacia afuera, nos parecía simpática, por una parte, porque así se apoda la hija de mi Alice, y por otra, porque parecía estratégica para acercarse a San Sebastián, en el País Vasco español, así que hacia allá nos dirigimos en autobús con la ayuda de la aplicación OMIO, para comprar los boletos.

 

PAU… Pohh, echando el aliento.

Como he dicho antes, después de las cuatro de la tarde, los pueblos de Europa “se mueren” como dice Alice, pero acá el impacto fue peor, era domingo.!!

La estación del autobús, que no era tal, era simplemente una parada en medio de la nada, de donde iniciamos la caminata arrastrando las maletas, que, gracias a algún genio del mundo moderno, ahora llevan rueditas, hacia, no sabíamos donde. Y así caminando en medio de una ciudad desierta de habitantes y de autos, llena de árboles y camellones con jardines que ya quisiera Cancún, por ejemplo, hacia “no sabíamos donde”, llegamos a una parada de autobús, en donde una joven pareja nos asesoró para tomar la mejor ruta hacia nuestro hotel; cuatro paradas nos dijeron. Montamos al bus, con maletas y pagamos la ruta, algo menos de un euro con tarjeta que por supuesto leía un monitor electrónico en medio del autobús, eso de pagarle al chofer allá es de la prehistoria.

Y así, bajamos en la estación anunciada y de ahí emprendimos la caminata hacia el hotel, con el uso del GPS, desde luego en medio de esta ciudad, perfectamente ordenada, sin un ápice de basura y sin habitante alguno a quien poder sonreírle. Luego de unos veinte minutos llegamos por fin a un Quality, el mejor hotel del pueblo, limpio, cómodo y como siempre, gracias a booking.com  y a mis instintos, bien ubicado.

Como ya era costumbre, una vez mas, dejamos las maletas, y con las amables indicaciones de nuestra recepcionista, emprendimos la caminata hacia la plaza principal para encontrar donde cenar.

Ya instalados en el Brasserie Le Berry, atestiguamos como increíblemente a partir de las siete todo empieza a cobrar vida, hasta quedar el local repleto de comensales, en su mayoría familias.

Por la mañana emprendimos una muy agradable caminata por la principal calle peatonal de Pau, para descubrir repentinamente un espectacular castillo medieval con unas vistas maravillosas.

 

En Pau (pohh…), solo estuvimos una noche, pues era solo escala de descanso para continuar hacia San Sebastián, pero fue una parada muy placentera que nos permitió saber que Pau, no es un pueblo sino una pequeña ciudad francesa con mucho estilo, con gente bonita y con historia, ubicada a solo 85 kilómetros de la frontera con España y muy próxima a los Pirineos.  Una de las vistas del Castillo de Pau, permite admirar los Pirineos a plenitud.

Por la tarde abordamos nuestro autobús con destino a la muy soñada España, ya se los contaré en la próxima entrega.

 

Crónica de Europa Parte I

por NellyG 1 diciembre, 2022

Además de contarle a mis ocho lectores de mis andanzas por el Viejo Continente, trataré de hacer cabal referencia a empresas y personas que nos hicieron posible y feliz la experiencia. Quiero empezar por reconocer a Best Day; particularmente al joven Jesús Aranda y por supuesto a mi gran amigo, Julián Balbuena. Gracias a ellos, pude conseguir algunos de los hoteles y vuelos siempre a buenos precios; es muy placentero llegar a los alojamientos y que siempre esté tu habitación sin contratiempos, ¡muchas gracias!

Reservamos nuestro primer vuelo en Air Canada, con rumbo a París, vía Montreal. Sobra decir que lo único incómodo de ir a Europa son las consabidas 10 horas en esos cada vez más estrechos aviones, pero bueno, es el precio que hay que pagar para llegar allá.

Finalmente pudimos ponernos horizontales en el muy cómodo Hotel Marceau, muy próximo a la emblemática avenida Champs Elysees y a unos pasos del Arco del Triunfo.

Luego de tres merecidas horas de placentero sueño y aún con los estragos del cambio de horario, dirigimos nuestros pasos al primer Brasserie que encontramos; justamente también de nombre Marceau, para degustar los primeros Escargot’s del viaje, simplemente deliciosos, como sólo los franceses saben hacer; luego un Boeuf Bourguignon, que debe su nombre a sus dos principales ingredientes: carne y vino; ambos emblemáticos de Borgoña, exquisito, acompañados de unas copas de Cote Du Rhone. Ahora sí empezaba la vacación y Alice empezaría junto conmigo la dieta mediterránea, en la que no falta el vino.

Siempre es un placer regresar a la Ciudad Luz y visitar la Torre Eiffel, la catedral de Notre Dame, Los Inválidos y por supuesto el Louvre; aunque debo reconocer que esta vez, sólo por fuera, almorzar un Entrecote y Frits, muchas frits con más vino francés.

La escala en París era casi técnica, dos noches, para reponernos del viaje y continuar hacia Praga.

De la capital checa escuchamos recientemente decir que existen ciudades bellas, ciudades obscenamente bellas y Praga, y es verdad; aunque guardaré esta frase para retomarla en la tercera entrega de esta crónica, con referencia a otra ciudad de la que ya les contaré. Lo que es un hecho es que resulta impactante encontrarte de frente con esas fachadas de arquitectura romanesca, gótica, barroca, rococó, de casi 10 siglos de historia. En esta ciudad histórica, lugar de múltiples acontecimientos y también sufrimientos, como la dictadura comunista y la represión, resulta sobrecogedor atestiguar las vistas del río; uno de los castillos más grandes de Europa, si no el que más; su impresionante catedral gótica y por su puesto el famoso y emblemático reloj astronómico de Praga; todo rodeado de fachadas y más fachadas como salidas de un cuento.

A pesar del frío, cerca de 11 grados, hicimos la expedición guiada a pie por toda la ciudad, que concluye con un paseíllo en barca por el río; ¡maravillosa experiencia! No así la comida, que francamente no nos gustó y en tales circunstancias cenamos dos de nuestras tres noches en un restaurante indio, que no hindú, porque lo último se refiere a la religión y lo primero al gentilicio; en donde nos dimos vuelo con los currys y la cerveza checa; esa sí muy buena.

La tercera noche la reservamos para una experiencia de lo más recomendable, una cena con concierto de Mozart. Se trata de una pequeña selección de óperas del gran compositor que pasó varios años de su vida en Praga; un fragmento de Las Bodas de Fígaro, otro de La Flauta Mágica y algunas Arias, con un quinteto de cuerdas y las mágicas voces de un barítono y una soprano, nos hicieron una noche mágica, en el balcón privado del hermoso teatro del Gran Hotel Bohemia, construido en 1927; una experiencia sublime.

Luego de la hermosa Praga y su fascinante historia, emprendimos nuestros pasos hacia Bélgica.

Al cabo de un vuelo de una hora con 40 minutos, en Air Brussels, aterrizamos en Bruselas, para hospedarnos en el súper cómodo y bien ubicado hotel NH Collection, gracias a la recomendación de mi buen amigo Alex de Brouwer; belga, por cierto.

Apenas llegamos al hotel, dejamos las maletas y nos dirigimos al Grimbergen Café, un restaurante a unos pasos del hotel, para probar los clásicos mejillones con ajo, acompañados de las infaltables frites (papas a la francesa), que en Bélgica parecen ser el deporte nacional; y como complemento, la especialidad de la casa y de Bruselas: una Carbonada Flamenca, una carne a la cerveza obscura en cocción lenta.

Al día siguiente, luego de maravillarnos con la Grand Place de Bruselas y su magnificente arquitectura, en donde te quieres hacer todas las fotos del mundo, terminamos la caminata en el Bier Central Café, un lugar que además de bonito, tiene un menú de 333 cervezas. Lógico que apenas pude probar tres o cuatro de ellas, pero en ese magnífico marco cervecero, preparé para Alice y para mí nuestro propio tartar filet américain (si alguno de mis ocho lectores quiere el video de esta experiencia, me lo pide y se lo comparto con gusto) … Al final me compré la Enciclopedia de las Cervezas de Bélgica, por 9 euros.

En toda Europa, caminar es lo usual, lo más práctico y lo de moda, pero en Bruselas es una delicia. Además de que la gente es cálida y amable, como lo fue una joven que al vernos con el mapa en la mano, no sólo nos ofreció ayuda, sino que nos llevó hasta el sitio donde se encuentra la famosa estatuilla del Manneken Pis (hombrecillo que orina) y sobre la que giran diversas leyendas, entre ellas, la de que en el siglo XIV, Bruselas fue atacada por enemigos y cuando estos colocaban pólvora bajo las murallas para hacerla volar, un niño llamado Julián vio la mecha a tiempo y la apagó orinando, y es por ello considerado un héroe.

Esa es simplemente leyenda, como hay otras en torno a la estatuilla que está colocada ahí desde el año 1618 o 1619, y que es mucho más pequeña de lo que uno imagina, mide apenas 65.5 centímetros, situada en el centro histórico de esta hermosa ciudad.

Nuestro tercer día lo dedicamos a Brujas, y es aquí donde empiezan las conjeturas y las dudas para decidir si es más bella o no que Praga; vaya predicamento…

Luego de un cómodo viaje de una hora en tren desde Bruselas, llegamos a Brujas y al salir de la estación no sabíamos lo que nos deparaba el destino; tomamos un taxi abierto en forma de triciclo híbrido de pedales, conducido por una guapa señorita inglesa, que originalmente me dijo que el viaje al centro sería de 14 euros.

Al llegar a la gran plaza de Brujas, quedamos atónitos, impactados; la arquitectura gótica y los colores se nos venían encima. Al final descubrí que la inglesita me cobró 22 euros; en fin, taxista.

La Grote Markt o Plaza Mayor se caracteriza por su arquitectura gótica y sus edificios medievales, rodeados por canales que hacen de esta mágica ciudad una pequeña Venecia, que podría inspirar los más dulces cuentos de hadas o de romances.

La dieta se limita a chocolates; eso sí, los más ricos, papas fritas y buenas cervezas, pero a las cámaras les falta espacio para la cantidad de fotografías obligadas en este mágico rincón de Europa. Aún no sé si me decanto más por Brujas que por Praga, aunque me parece que esta pequeña ciudad de canales románticos, en donde se habla flamenco (holandés-belga), va ganando la contienda.

Al siguiente día partimos en avión hacia Lyon, para iniciar un recorrido por el sur de Francia, pero eso, se los dejo para la siguiente parte.

El Cielo, un orgullo de México

por NellyG 1 noviembre, 2022

Nos cupo la dicha de haber sido invitados al noveno aniversario del viñedo El Cielo, en el Valle de Guadalupe, a unos minutos de Ensenada, Baja California Sur.

Sin duda es un sueño hecho realidad; sueño que inició hace una década Gustavo Ortega, al que se sumaron con entusiasmo José Luis Martínez y Dolores López Lira, todos amantes del vino, que han logrado no solo un maravilloso resort-viñedo, sino que son ejemplo para muchos, por sus buenas prácticas de sustentabilidad, su compromiso con la comunidad, y de manera especial el éxito que han tenido con sus vinos, varios de ellos ganadores de medallas en el Concurso Internacional de Bruselas, entre otras cosas.

El evento de tres días estuvo lleno de sorpresas, maravillosas degustaciones y maridajes, divertidas actividades y mucho aprendizaje, todo organizado por el equipo de Gustavo con la siempre cálida y cariñosa anfitrionía de Lolita.

Ya estábamos cómodamente sentados Alice y yo en uno de los restaurantes del resort, dispuestos a degustar los primeros platillos, acompañados de la primera copa de un Pleiades, Cabernet Sauvignon, bien frío, cuando llama Lolita y dice “vénganse para acá” … sin más explicaciones. Y allá vamos; se trataba de una comilona en su casa, donde pudimos departir con el Padre de la capilla construida por ellos mismos en el viñedo, el enólogo Jesús Rivera y su hijo Chuy, mejor conocido como “Chuyito”, enólogo también, Gustavo y Gina, Dolores y José Luis, entre otros. Las viandas se acompañaron con el chispeante Hypatia, un espumoso brut 2018 que Gustavo y los enólogos produjeron a insistencia de Lolita, una amante de las burbujas.

“En el Cielo los vinos los hace Jesús”…

Por la noche la cena para degustar otros vinos y el día concluyó con un recorrido nocturno por el viñedo para observar estrellas y constelaciones, copa llena en mano por supuesto con explicación astral incluida, haciendo cabal referencia a las 22 etiquetas vinícolas del Cielo, todas alusivas a estrellas, astros y constelaciones.

Iniciamos el siguiente día desayunando unos huevos benedictinos con borrego, para después realizar un muy interesante recorrido en carretas por todos los laberintos de la vinícola, en donde fuimos afortunados de tener la explicación personal y amable de Gustavo Ortega, acerca de las características de la tierra, de los diferentes varietales que se producen en sus 22 hectáreas, que incluyen los Cabernet, los Pinot Noir, los Malbec, los increíbles Tempranillos y muchos más; de los retos y oportunidades, de los secretos y de los logros. Durante el trayecto degustamos un Rosé frío, simplemente exquisito.

Durante la muy campirana comida en un jardín, tuvimos la oportunidad de probar por primera vez el Galileo, un delicioso y muy aromático Tempranillo 2018, que se asemeja a los vinos corposos de la Ribera del Duero. Eventualmente el camarero quería cambiarme a Copernicus, pero nada, una vez que probé el Galileo, se convirtió en mi favorito.

Luego de la comida a base de asados a la leña, pasamos a la cava subterránea, en donde tuvimos una increíblemente divertida experiencia en la actividad  “Arma tu propio vino”…

Ahí estábamos varios de los invitados al evento, en su mayoría periodistas e influencers, en una hermosa mesa de madera larga tipo tablón, en donde fuimos provistos de un par de botellas de vino sin etiqueta, una tenía escrito en marcador Cabernet y la otra Malbec; fuimos dotados también de una probeta, un embudo, una jarra de plástico con medidas y dos hermosas copas de cristal bohemia, por supuesto por persona.

Con la gentil, paciente y muy profesional explicación de Natalia, nuestra sommelier particular, procedimos a la degustación de cada uno de los tintos provistos. Hicimos la prueba de la vista, descubrimos el cuerpo del vino, su corona al servir y todos esos detalles que uno observa en la copa, para pasar al olfato y finalmente la exquisita prueba del gusto. Ejercicio que hicimos lo más serios que nos fue posible con cada uno de los dos caldos; sobra decir que en medio de risas y bromas de todos los practicantes.

Una vez concluida la degustación seguía la tarea de decidir cómo habría de ser nuestro particular ensamble a gusto de cada participante; es decir, teníamos que decidir qué porcentaje de cada uno iría en nuestro propio vino, cantidades que verteríamos en la probeta primero, para luego pasar a la copa y probar nuevamente.

Decidida la mezcla, se vertía la misma en la jarra de un litro con medidas. Hecho esto, el contenido de la jarra se vertía ahora con el embudo cuidadosamente, tratando de no reír mucho, en la botella limpia que se nos había asignado. La botella, como es lógico, era de 750ml. Por lo que, al vaciar la jarra, quedaban en la misma aún 250 ml de nuestro propio ensamble, así que no quedaba más remedio que usar las copas y beber de nuevo para celebrar el fin del proceso. Ya imaginarán lo divertido.

Posteriormente llevamos nuestra botella personal, al punto en el que se coloca el corcho, en el aparato manual; hay que pisar un pedal y jalar con fuerza con ambas manos para que baje el corcho y entre en la botella, por supuesto con un ayudante; a estas alturas, ya llevamos varias copas de vino en el vientre.

Por último, regresamos con Natalia, quien nos proporcionó etiquetas y un marcador, para poner nombre a nuestro ensamble; el mío se llamó Apasionado, y el de Alice, Aire; ambos 75% Cabernet y 25% Malbec, 2019, la mezcla perfecta. Creo que esta tarde, luego de escribir esto, voy a descorchar Apasionado y brindaré con él.

Si vas al Cielo, querido lector, no te pierdas esta experiencia; está disponible previa reserva, a precios muy razonables.

El siguiente día pudimos atestiguar el compromiso con la comunidad de José Luis, Dolores, Gustavo y Gina, al ser invitados a la firma del Convenio de Colaboración entre El Cielo y la Universidad CETYS, Campus Ensenada. La firma se llevó a cabo en el recién inaugurado Auditorio El Cielo donado por la vinícola y en el marco de la firma, entregaron un cheque simbólico de 500 mil pesos a la Universidad, el primer donativo en apoyo a la institución para la formación de jóvenes en el desarrollo de la vitivinicultura.

El evento por el noveno aniversario del Cielo, concluyó con una increíble cena gourmet de cinco tiempos en el Restaurante Latitud 32.

Precedió a la cena un coctel de bienvenida en donde se presentó la sorpresa de la noche y sin duda del año, el nuevo espumoso de la casa, un Rosé 2019, que lleva por nombre Lira, un Pinot Noir, Chardonnay, burbujeante, con deliciosa acidez.

Atestiguó el acto Julien Debarle, vicepresidente de Operaciones de Hoteles El Presidente, cadena que orgullosamente opera el resort desde tiempo reciente.

Aproveché el acto para obsequiar a los fundadores de El Cielo en nombre de mi esposa y de su hija, Alexa Gargari, un óleo en madera, inspirado en una de las fachadas de la vinícola, obra de Alexa, quien lo pintó en agradecimiento a las atenciones que recibió en su visita al Cielo, meses atrás.

Entregué también algunos ejemplares del libro “LOMAS cerca del Cielo, un Sueño Mexicano”, la historia de la vida de José Luis y Dolores, de mi autoría; firmé algunos libros con gran satisfacción.

Sobra decir que la cena maridaje dio inicio con el nuevo Lira 2019, para acompañar un tartar de chutoro.

Seguimos con el más delicioso Crab Cake que he probado acompañado de Capricornius 2016, chardonnay; continuó la fiesta con una lubina con salsa de coral y cognac, maridada con Cassiopea 2014, Savignon Blanc.

El platillo estelar sería un Short Rib braseado con especias en excelente cocción lenta, que iba perfecto con una copa de un gran vino tinto, Polaris 2018, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot y Malbec, simplemente exquisito.

El gran final fue un mousse de chocolate amargo y foie, sublime con un Sirius 2017, Nebiolo; francamente inmejorable.

Deliciosa cena, a cargo de los chefs Alex Daboub y José Luis Ronquillo y fantástico maridaje a cargo de la sommelier Georgina Estrada. ¡Felicidades!

Visitar el Cielo, es una experiencia gastronómica, enológica y cultural sin duda. No hago mención de las fantásticas suites con sus chimeneas y fogatas incluidas, porque lo dejo a la imaginación de los curiosos lectores.

El Cielo, en el Valle de Guadalupe, es sin duda un orgullo de México. En cuanto les sea posible a mis ocho lectores, dense una vuelta.

Los absurdos de las líneas aéreas

por NellyG 1 octubre, 2022

En Volaris, supuestamente de bajo costo, lo barato sale caro; especialmente por los malos ratos que te hacen pasar.

Primero, saque usted su pase de abordar en el quiosco “inteligente”, porque de no hacerlo tendrá que pagar la absurda cantidad de 150 pesos, pero eso si es que funciona correctamente, porque en algunos aeropuertos ni encienden y en otros el sistema manda “errores”; si ese es el caso tómele usted una foto a la pantalla, que será el justificante para que no le cobren los 150 pesos (vaya cantidad por imprimir un pedacito de papel); inútil además, pues todo puede ser digital.

En mi último viaje en esta fatídica aerolínea de a peso, al llegar a documentarme, luego de pasar por el dilema del quiosco y no haber podido imprimir uno de los dos pases de abordar (el de mi esposa sí se pudo), me dijo el empleado del mostrador que el problema es que no pagué por un asiento y que por eso no se ha podido imprimir mi pase de abordar; imaginarán mi cara mis ocho lectores; y entonces me suelta la siguiente: “el vuelo está totalmente lleno”…

– Pues vea usted cómo lo resuelve, yo pagué por dos boletos y aquí están las claves.

– Voy a consultar con mi supervisor.

Los minutos pasan inexorablemente y nosotros esperando; mi esposa ya tiene su pase de abordar y su equipaje documentado, falto yo.

Regresa el ilustre y mal encarado vestido de moradito junto con la supervisora y se ponen muy serios a teclear frente a la pantalla sin decirme una palabra. Finalmente me da un pase de abordar en la fila 30, el de mi esposa está en la 13; ante mi reclamo de que nos ponga juntos, el tipo me dice casi haciéndome el favor que me ha dado una oportunidad y que además ya casi perdemos el vuelo, “será tu culpa”, le dije molesto, pues el tiempo perdido era por sus procedimientos. Nunca entendí cómo es que si compramos juntos nos tocó separados.

Luego viene el abordaje, ese que según ellos hacen por grupos; todo tan mal organizado y lento, que no hay grupos ni filas que se respeten. Por altavoz te piden llevar en mano el pase de abordar y tu identificación a la vista, misma que al final no te piden, pues ante la prisa por abordar a todos, el que recoge los pases sólo los escanea, sin revisar la identificación; en fin.

Una vez a bordo, nuevas sorpresas con Volaris, los nuevos asientos de piel marca recaro, no reclinan; no imagino el porqué de esta nueva configuración. Aunque traigo mi computadora en el avión, me costó un montón escribir esto, pues el teclado lo tengo casi en el ombligo.

Si tienes suerte hay un menú en la bolsita, para pedir algo pagado por supuesto, ya que con las prisas para documentar no hubo tiempo de desayunar en el aeropuerto, aunque si hay menú o no es lo de menos, pues en Volaris nunca hay en existencia en el avión, lo que figura en los menús con foto y todo, así que mejor le preguntas a la sobrecargo qué hay.

Sacan su maquinita, te cobran, te traen lo que quieren, que por supuesto está feo y frío.

Luego les cuento si se resuelve otra novelita con Aeroméxico. Pagué por unos boletos redondos; por cuestiones de agenda perdí la ida, pero quiero conservar el regreso; ya me anticiparon que si no me presento a la ida me cancelarán todo, aún avisándoles con antelación. Me parece injusta y absurda la política. Lo estamos negociando con la ayuda de una súper agencia de viajes; esperemos que resulte bien y no tenga que pagar de nuevo por el regreso.

Las líneas aéreas a veces son tan absurdas que generan molestias, disgustos superlativos y gastos injustificados.

¿Cómo les explico eso de Calidad en el Servicio Turístico y Gestión de las Emociones?…

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