Parte I
Arribamos por la tarde noche a Roma. En lo personal me hacía ilusión regresar a la Ciudad del Tíber, para reencontrarme con todos esos sitios por los que anduvo Publio Cornelio Escipión Africanus, y 135 años después Julio César; personajes ambos, que, en distintas épocas se enfrentaron al Senado y libraron tremendas batallas tanto en la diatriba y la retórica como en el plano militar.
Caminamos Alice y yo arrastrando maletas desde la Roma Termini para descubrir finalmente que nuestro albergo estaba situado justo frente a la hermosa Basílica de Santa María la Mayor, donde yace el Papa Francisco. Hermosa vista de la cúpula y su torre iluminadas, desde la habitación.
Nos encontramos para cenar con nuestros queridos amigos y compañeros de viaje, Pablo y Toñi, que llegaron a Roma desde Madrid.
Un carpaccio di manzo buenísimo y una pizza crocante casi al pie de la Basílica hicieron los honores mientras planificábamos el resto de nuestra expedición italiana.
Sólo una mañana tendríamos en Roma antes de partir a Nápoles, así que había que aprovecharla al máximo, aunque es claro que tan poco tiempo no es suficiente en la antigua capital del Imperio Romano, pero así estaba planeado; ni hablar.
Iniciamos la marcha pasando por el consabido Coliseo Romano, que a diferencia de los grandes teatros de piedra griegos construidos para disfrutar obras de teatro, fue diseñado para satisfacer el gusto romano de la época por la sangre y así atestiguar con pasión desenfrenada las luchas a muerte entre gladiadores que en su mayoría eran prisioneros de guerra de las constantes batallas de las legiones romanas y quienes también eran sometidos a “luchar” contra bestias hambrientas.
En el Coliseo murieron más de 400 mil hombres en aquellos espectáculos.
Pasamos por las ruinas del Circo Máximo, avanzamos por el Foro Boario, lugar que fuera el mercado de carne, para luego emprender por la breve cumbre que lleva al Teatro de Marccelo, cuya arquitectura se inspiró en el diseño del Coliseo, pero en donde parece que sí se estrenaron obras teatrales.
A decir verdad, el comediógrafo Tito Maccio Plauto estrenó La Asinara, su primera gran obra en Roma alrededor del año 214 a.c. pero en un teatro improvisado de madera, y en aquella época los gladiadores, los saltimbanquis y otras representaciones menos cultas que el teatro se hacían en plena calle.
Pero divago, regresemos a nuestro recorrido. Ilusión especial me hacía arribar con Alice hasta el mismísimo Foro de Roma; aquel sitio en el corazón de la gran ciudad en donde se concentraban La Curia Hostilia, la sede del Senado; los Templos a Júpiter y Marte, a Cástor y Polux; los sitios en general donde se tomaban las grandes decisiones de política y guerra, donde se decidió la invasión a África para que Escipión dominara al Gran Aníbal en Cartago.
Hube de imaginarme todo aquello en medio de las ruinas en pie y tratar de adivinar en dónde estuvieron y cuáles eran aquellos edificios…
Y así, llegó la hora de una cervecita bien fría en Spina, para luego emprender el camino per mangiare en la Forchetta D’ Oro.
Luego de una rica comida en esta simpática trattoria, ya debidamente «engrapados» (consumo moderado de Grappa Italiana), abordamos el tren a Nápoles, desde donde habríamos de embarcarnos para iniciar la Dolce Vita a bordo del Voyager con destino a Sicilia y Malta. Pero eso se los cuento en la siguiente parte.
A buon intenditor…
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- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
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