Cada vez que inicio un curso, un taller o una conferencia pregunto a los participantes dos cuestiones: ¿Por qué estamos aquí? y ¿Qué es globalización?
La respuesta a la primera pregunta es sencilla. “Para ganar más dinero”. No conozco, hasta el momento, a alguien que no quiera tener mayores ingresos a los que obtiene actualmente; y es lógico, por naturaleza humana, todos, siempre, queremos más.
La respuesta a la segunda es un tanto más compleja, pues “globalización” es un fenómeno, un proceso, una teoría, una acción, una constante, un presente y un futuro.
Y es que para aquellos que nacieron en México durante o después de la década de los 80, “globalización” es una palabra que “traen en la sangre” y que, por lo mismo, no se cuestiona, se da por sentado.
Sin embargo, quienes nacimos un poco (o un mucho) antes, tenemos claro que la apertura comercial internacional en México no es algo que haya existido siempre y, por tanto, la transición de un mercado de fronteras (casi) cerradas a una apertura comercial como la que experimentamos hoy en día fue un proceso que nos permitió observar diferentes fenómenos. A continuación varios ejemplos
1.- Cuestión de status
Durante los primeros años de 1980, cuando a Luis de Llano y a Julissa se les ocurrió la idea de hacer la representación teatral de Vaselina, teniendo como actores principales a los integrantes de Timbiriche, se vieron obligados a complementar la obra con algunos actores con mayor experiencia. Incluyeron a Lolita Cortés, quien, en su afán por ingresar al cerrado círculo de “los timbiriches”, hacía todo lo posible por caerles bien.
Cuenta ella que en alguna ocasión compró un cassette de algún grupo de rock estadounidense o inglés y fue a enseñárselos a las chicas timbiriche. Lo vieron y le dijeron despectivamente “Ah, sí, pero no es importado”.
Esto nos muestra cómo en aquellos momentos tener acceso a productos hechos en otros países era cuestión de status, debido principalmente a la complicación que representaban los trámites aduanales y la coordinación logística internacional. ¡Vaya paradoja!, hoy lo complicado es comprar productos hechos en México.
2.- Primero vender
Cuando alguien se traslada de la Ciudad de México a Puebla por autopista, pocos minutos antes de llegar a la llamada Angelópolis, del lado izquierdo, se puede observar la planta armadora de una de las empresas de la industria automotriz más importantes del planeta: Volkswagen.
Hace algunos años, el enorme estacionamiento que antecede a la planta estaba repleto de automóviles nuevos, y cualquier persona podía llegar a una concesionaria y decir “quiero este auto de aquí”, a lo que el vendedor respondía: “Aquí están sus llaves. Gracias por su compra”.
Hoy esto es prácticamente imposible debido a que los automóviles se arman cuando ya se levantó el pedido, es decir, primero se vende y después se fabrica. El beneficio número uno: reducción de espacio de almacenamiento, que dicho sea de paso es el segundo costo logístico más elevado. El beneficio número dos: el cliente tiene un servicio personalizado, pues no se fabrica en serie sino con base en las necesidades y gustos del consumidor, de tal forma que un modelo de auto tiene infinidad de versiones.
3.- De impuestos a seguridad
Las aduanas en el mundo solían tener una función principal de fiscalización, es decir, aseguraban que los estados tuvieran el correspondiente ingreso de impuestos al comercio exterior. En el caso mexicano este es el motivo principal por el cual la Administración General de Aduanas (AGA) pertenece al Sistema de Administración Tributaria (SAT), órgano descentralizado de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Ahora, sin embargo, debido a la multiplicidad de Tratados de Libre Comercio (TLC) en el mundo, cuyo objetivo primordial es la disminución y/o eliminación de aranceles, la función principal de las aduanas es la Seguridad Nacional, es decir, controlar el ingreso y salida de mercancías para salvaguardar la integridad de las personas y el medio ambiente de los diferentes países.
4.- Innovaciones y caducidad
En el ámbito tecnológico, las modificaciones son aún más vertiginosas, de tal manera que los smartphones, las computadoras personales, los reproductores de música y video, entre otros, se vuelven mercancía altamente perecedera, pues los lanzamientos de nuevas versiones son tan frecuentes que las empresas que las distribuyen corren un alto riesgo de quedarse con inventarios obsoletos y, con ello, verse en la necesidad de disminuir precios a fin de recuperar un porcentaje de la inversión realizada.
De esta forma, en tan solo algunos años las reglas del mercado se modificaron de manera importante por dos cuestiones fundamentales que rigen las actividades comerciales en cualquier lugar del mundo: gastar menos y ganar más.
*Subdirector comercial, Palazuelos Hermanos