Capitulo 1
¿Quién no ha escuchado antes esta expresión? Seguramente todos los que lean esta editorial. Sin embargo me abstendré de asumir lo ignorado y trataré de explicar de una manera breve qué significa ser “el abogado del diablo…”. Esta es una expresión que refiere a aquellas personas que defienden posturas contrarias a los intereses de alguien y que, a sabiendas que pueden no estar en el uso de la razón, presentan pruebas y argumentos lógicos que dan validez a sus conclusiones.
Pues bien, siendo que nadie desea ocuparse de un caso perdido y sabiendo que todo acusado tiene derecho a legítima defensa, he decidido tomar este caso por el que me han llamado “el abogado del diablo”, y defender lo indefendible. Defender a un presidente mexicano en tiempos de COVID en el juicio que la historia le hará. Caray, sin duda difícil salir bien librado de esta defensa, particularmente por el cliente a quien me toca defender.
Son muchos los cargos y delitos imputados en contra de mi cliente: Innumerables e inimaginables. Hasta quisieron enmendar el Código Penal para incluir algunos de los delitos cometidos por mi cliente, que nadie imaginaba pudieran cometer y, por lo tanto, no estaban contemplados en nuestro sistema de justicia. Esos fueron fáciles de conseguir que la fiscalía se desistiera, pues la ley no puede aplicarse de manera retroactiva; pero al menos esos nuevos delitos ya forman parte de un nuevo código penal.
Luego conseguí que la fiscalía se desistiera de casi todos los demás cargos, cuando hicimos un acuerdo (confidencial, por lo que no puedo compartir detalles), para que aplicara el criterio de oportunidad y la figura de testigo colaborador a cambio del desistimiento de casi todos los cargos en contra de mi cliente, que desafortunadamente, debido a su delicado estado de salud (obviamente mental y que nadie pudo cuestionar), tendrá que quedarse en la suite de un hospital fifí de la ciudad capital.
-“Bueno, las noches de insomnio podrá irse a dormir a La chingada”, dijeron los doctores, tan humanos.
Sólo hubo un cargo del que no conseguí el desistimiento de la fiscalía y por el que tendré que seguir el proceso de este juicio: Haber derrochado 600 mil millones de pesos del patrimonio de la nación (en el momento de mayor crisis financiera desde Antonio López de Santana) en tres proyectos sin razón: un tren en la selva maya (140 mil millones) y que Porfirio Díaz no pudiera concluir por haber tenido que abandonar México; una refinería de petróleo (280 mil millones), que era el sueño de Lázaro Cárdenas y que finalmente, 100 años después se pudo realizar (aunque ya no se necesita, por las nuevas energías renovables); y finalmente, un aeropuerto en una base militar (80 mil millones), más el costo de indemnización (100 mil millones) de una obra aeroportuaria en Texcoco que se canceló por supuesta corrupción (según sus datos) y, que por ser confidenciales pudimos protegerlos para que no salieran al público.
Parece un caso difícil de defender, especialmente porque el derroche de ese dinero llevó a una nación de 120 millones de almas a una quiebra, y a la pobreza a mas de 60% de los mexicanos que sobrevivieron a una pandemia en la que México estuvo entre los tres países con más muertes, porque somos muy machos y no necesitamos usar cubrebocas. Pero el cargo de genocidio que por este manejo tan negligente de la pandemia tuvo mi cliente, fue finalmente desestimado como parte de las negociaciones, y cuando les demostré que igualmente fue una epidemia la que mató a casi toda la población azteca y nadie presentó cargos en contra de Cortés y su corte.
Pues bien, ahora viene mi defensa y la exposición de mis argumentos que, como “abogado del diablo”, habré de exponer ante el jurado para defender en este juicio histórico a este presidente.
Pero esto, se los compartiré el próximo mes en el próximo capítulo de esta primera temporada. Nos vemos entonces para seguir con la más exitosa serie del momento.
(PD. Por temas de confidencialidad en el debido proceso de la relación cliente -abogado) mantendré el seudónimo de “El abogado del diablo”).