¿Qué se le puede recriminar a esta saliente administración municipal si estuvo escasos dos años al frente en medio del caos, la escasez de recursos y la batalla política, entre otras calamidades…?
Claro que como dice algún dicho popular: “si no te gusta el calor, no te metas en la cocina”, o algo así. Es lógico que de un presidente municipal que hace campaña y de su equipo se espere siempre lo mejor, y en teoría no debe tener excusas ni pretextos para dar lo mejor de sí y entregar buenas cuentas a la ciudadanía, y es por ello que no se les puede defender del todo y acaso sí criticarles por el estado en que nos dejan la ciudad, el mejor destino turístico de Latinoamérica, supuestamente.
Pero es que por otra parte resulta ridículo pensar que en escasos dos años una administración municipal sea capaz de remontar lo que por años ha sido abandono, irresponsabilidad, corrupción y un verdadero atraco al botín. Y a ello habría que sumarle que la saliente administración no está libre de culpa tampoco y, por mucho, de la corrupción, la opacidad y la impunidad.
Lo que hoy nos dejan, una verdadera vergüenza que le toca a los próximos recomponer, es el resultado de décadas de pésimos gobiernos municipales, de cabildos corruptos, de ineptitud, ineficacia, pero sobre todo de haber utilizado a Cancún como un botín y como una plataforma para ascender a posiciones políticas; para aspirar en lo personal a mejores estadios en la carrera política sin que haya importado en lo mínimo la voluntad y el derecho de los ciudadanos.
Cancún ha sido utilizado por gobernadores, legisladores locales y federales, por partidos políticos y también por secretarios de Estado que solo han venido a ufanarse, a promover su imagen, protagonizar y a sacar provecho de la imagen del más exitoso destino turístico de México con proyección mundial, y eso debería darles vergüenza.
El discurso es fácil, puede ser halagador, prometedor, inspirador y hasta cautivante, pero en los hechos tenemos un municipio, al que podría agregar Solidaridad también, que por cierto tiene un espantoso nombre porque debería llamarse Riviera Maya o Playa del Carmen, que cuentan con recursos, que generan impuestos, que tienen un envidiable número de turistas y visitantes al año, con una población trabajadora y comprometida, con enormes riquezas naturales y con reconocimiento internacional e imagen de marca y, paradójicamente, con una paupérrima calidad de vida para sus habitantes.
Sin meternos en el asunto de la seguridad y la ola de violencia, asumiendo que es harina de otro costal y que las causas son debatibles y motivo de un más profundo análisis, limitémonos a ver el estado que guardan colonias, calles, avenidas, parques; la calidad y cantidad de los servicios públicos y en suma las calamidades que tenemos que atestiguar los ciudadanos en el día a día para desplazarnos y sufrir la ciudad.
Si quien me lee piensa que exagero, lo invito a hacer un recorrido por nuestra querida ciudad de Cancún por la noche, por ejemplo, y ser testigo de la enorme cantidad de luminarias apagadas con que contamos, generando oscuridad, desolación y por supuesto temor e inseguridad.
Lo invito de día a realizar un recorrido y atestiguar en cientos de esquinas la basura atiborrada en bolsas negras y también fuera de ellas, desde luego esperando a ser recogida por el sistema recolector, ante la ausencia de contenedores, y la presencia de fauna nociva de todo tipo.
Ni qué decir del estado de las vialidades, que so pretexto de las lluvias están permanentemente plagadas de baches, imperfecciones, coladeras destapadas y una buena cantidad de riesgos para conductores y transeúntes.
La movilidad que es ya un caos, sin que a nadie le importe, acompañada de la imagen urbana deteriorada por la invasión sin límite de publicidad de todo tipo, con letreros que van desde los que cuelgan en los postes y árboles, los que se colocan impunemente en los parques y jardines, hasta la horrenda fila de espectaculares ya tantas veces denunciada y sin resultado alguno por parte de las coludidas e insensibles autoridades.
No le cuento a los ocho lectores del drenaje y sus consecuencias, porque ya saben que en épocas de lluvias casi sería mejor utilizar un kayac que el vehículo automotor, y que para descender se hace necesario calzado acuático especial. Y todo ello sin comentar el transporte público, la deficiencia en las rutas, en paraderos y en tarifas, entre otras cosas.
En fin, que tenemos un escenario plagado de irregularidades y deficiencias que verdaderamente no se justifican para una ciudad como Cancún, que irónicamente recibe a más de cinco millones de turistas al año y que presume de ser el mejor destino turístico de México.
Estamos hartos ya del cuento de que no hay recursos. ¡Claro que hay y muchos!, solo que se los han robado, los han desviado, los han despilfarrado y los han administrado de la manera equivocada. Cancún se merece otro destino y ya llegó la hora del ciudadano, aunque el mismo debe ejercer su derecho de actuar como tal y participar más activamente.
La nueva administración municipal de Cancún tendrá un enorme reto que enfrentar, tal como el que tendrán legisladores y el futuro presidente de la República. Los ciudadanos estaremos cada vez más atentos y participativos, esta es una nueva era.
- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
- sgrubiera@acticonsultores.com