El NO a los taxistas del 27/1

por NellyG

Por: Sergio González Rubiera

 

El movimiento generalizado que se gestó en redes sociales, para decirle NO contundente a los taxistas el pasado 27 de enero, consistente en que nadie usara ese sistema de transporte, al menos por un día, en una suerte de reclamo a sus malas prácticas, a sus amenazas y a su mal comportamiento, es sin duda una forma de denunciar y evidenciar el hartazgo de la sociedad tanto al gremio taxista, como a los gobiernos y autoridades, que no los controlan, no los regulan, y que, al parecer, les solapan todo.

Aunque era una genial, genuina y justificada iniciativa de la sociedad, cansada de este pésimo servicio y de la inacción del gobierno, evidenció, sin embargo, que no era suficiente para amedrentarlos, pues existen miles de ciudadanos que, aunque no quisieran, se verían obligados a usar un taxi por unas razones u otras, y que no podrían sumarse a esta auténtica causa.

Esto me lleva a la reflexión de que es en estos momentos cuando haría falta tener un excelente y eficiente servicio de transporte público urbano y regional. El transporte público en todas sus formas, en Cancún y me parecería que en todo Quintana Roo, ha permanecido en el abandono de las autoridades por años. A los concesionarios privados, se les ha dejado solos prácticamente; se les supervisa poco y sólo se les regula y somete en el tema de tarifas, por aquello de que la tarifa es algo popular.

La movilidad en general ha estado en el abandono de una administración a otra; el servicio es deficiente por donde se le vea. Las unidades son horrendas por dentro y por fuera, los paraderos de autobuses están en pésimo estado y la logística de rutas y horarios es un desastre.

Por una parte, los gobiernos municipales de Cancún no han podido o no han querido habilitar calles y avenidas para un correcto servicio de transporte público, y por otra, los concesionarios han sido cómodos, beneficiarios de la concesión y poco o casi nada han invertido en una mejora integral. Y qué decir de estas unidades colectivas que han invadido a la ciudad, que si bien ofrecen un servicio necesario, carecen de regulación, de orden y operan en medio de una anarquía total, con unidades inseguras, muy poco higiénicas y con operadores que sin capacitación alguna se han adueñado de las calles. Estas unidades, llamadas popularmente “combis” o similar, se han adueñado de sitios como Plaza de las Américas y otros, de los que han hecho un mercado popular, dando una pésima imagen a la ciudad y operando en total anarquía. Conducen como locos sin control, llevando pasajeros apretujados en medio la inseguridad, insalubridad y descontrol, situaciones que dista mucho de supervisar y mejorar el absolutamente ineficiente Instituto de Movilidad de Quintana Roo. ESAS UNIDADES COLECTIVAS SON UN PELIGRO LATENTE.

La movilidad y el transporte de una ciudad son de la más alta importancia, tanto, como la seguridad. La fuerza laboral entera de la ciudad se desplaza a diario en unidades de transporte público, invirtiendo horas de su jornada en su movilidad, a bordo de transportes que no ofrecen ni comodidad, ni seguridad alguna, ni tarifas justas o por lo menos acordes al servicio que ofrecen, mientras que las administraciones públicas sólo ven pasar el problema y se lo van heredando de unas a otras, sin resolverlo.

La movilidad y el transporte merecen un plan maestro integral, que implique no sólo la mejora y modernización de las unidades, sino una nueva forma de pensamiento en torno a las necesidades humanas y la calidad de vida.

Una mejora integral con verdadero sentido social, con enfoque de sustentabilidad y con visión de futuro, debe contemplar una recomposición general del sistema de rutas del transporte, considerar centros de transferencia con la calidad que merece una ciudad moderna; un sistema de tarifas que considere un boleto universal; paquetes de semana, mes, semestre, etcétera; diversas formas de pago; sistemas electrónicos y digitales de pago, tanto para usuarios como para empresas, pero lo más importante, que el ciudadano sea el CENTRO de todo y que transportarse en su ciudad sea un placer y no una calamidad penosa como lo ha sido hasta hoy, sin que ninguna autoridad haya tenido intenciones genuinas por mejorarlo.

Otra enorme oportunidad está en la posibilidad de incorporar el transporte urbano lagunar, utilizando de manera inteligente y sustentable nuestros cuerpos lagunares, para conseguir un transporte rápido, eficiente, amigable y que contribuya de manera importante a reducir el tráfico vehicular de la zona hotelera de Cancún.

El anunciado puente sobre la Laguna Nichupté será de gran ayuda, pero no la solución definitiva; lo que se requiere es inhibir el tránsito de vehículos a la zona hotelera, ya saturada.

En este escenario se encuentra el conflicto entre Uber y taxistas, en donde el gobierno en definitiva ha sido omiso desde la administración de Carlos Joaquín.

Si los magistrados de la Corte han fallado en el sentido de que NO es necesaria una concesión del Estado para la operación de la plataforma Uber, el gobierno debería haber propiciado los escenarios legales y administrativos necesarios para la entrada en funciones de la plataforma, dejando sin efecto lagunas que dieran lugar a los arrebatos, protestas e ilegalidades de los taxistas, en una total protección a este gremio, dando lugar a sospechas y miles de reclamos ciudadanos.

No vale la pena abundar en el hecho de que los taxistas han violentado las leyes, y que deben ser sancionados severamente, porque eso ya es vox populi; lo importante es que se actúe con energía a la brevedad posible sin dejar espacios para nuevos diferendos, enfrentamientos y sobre todo molestias a turistas y ciudadanos, lo que nos ha puesto vergonzosamente en la vitrina de los medios a nivel nacional e internacional.

A la vista de lo expuesto, el NO a los taxis del 27/1 sigue siendo una oportunidad para ver que esos llamados no son suficientes, porque guste o no, NO EXISTE UN TRANSPORTE PÚBLICO DIGNO, EFICIENTE Y CAPAZ,de satisfacer a todos los usuarios, que, ante la falta de un automóvil, tienen que hacer uso de los taxis, aunque estos sean malísimos, feísimos y viejísimos.

En una ciudad moderna, la gente de todos niveles, sin importar la clase social, se mueve en transporte público y muchos dejan estacionado su auto en casa, si es que tienen uno; el taxi es un lujo. Aquí, tristemente, es una necesidad para muchos y es por ello que se requieren otras alternativas, como la que ofrece Uber.

Ojalá se entienda que la movilidad y el transporte público son una necesidad imperiosa de la sociedad, porque contribuye a la construcción del tejido social, a la calidad de vida y es un satisfactor de primera necesidad y que por lo tanto merece soluciones integrales de fondo.

¿Será mucho pedir?…

Listo para aportar.

 

 

 

Sergio González
  • Al buen entendedor
  • Presidente de la AMATUR
  • Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
  •  sgrubiera@acticonsultores.com