La cultura de la mentira

por Latitud21 Redacción

Esfera Pública Marco V. Herrera

 

José Guadalupe Vargas define en su obra La Culturocracia Organizacional en México que el ser humano es un ser eminentemente social, vive y se desarrolla en una sociedad específica donde crea cultura. Menciona que la cultura social la definen Newstrom y David como “el medio ambiente social de las creencias, creadas por los seres humanos, las costumbres, los conocimientos y las prácticas que definen la conducta convencional en una sociedad”, y se refieren a que esta conducta convencional aceptada en una sociedad influencia todos los niveles conscientes y subconscientes del pensamiento que influye en las acciones que un individuo realiza, de conformidad con las expectativas de los demás miembros de esa sociedad.

Vargas afirma que los mitos y los estereotipos son construidos bajo el mismo proceso social y se convierten en una representación de sus costumbres, valores y tradiciones, y lo confirma con lo que González Torres establece sobre que “las sociedades construyen mitos y estereotipos para su propio consumo y que estos son a veces administrados desde los poderes, a veces como mecanismo compensatorio y a veces como soterrada subversión”. 

Esto viene a colación porque en el último año me he dado cuenta de que en México fomentamos la cultura de la mentira, y esto se hace como parte de la sociedad, pero también de una manera perversa de atacar desde los llamados poderes fácticos. Antes se hacía a través de rumores, chismes y chistes, ahora se generaliza vía WhatsApp y redes sociales, pero el efecto es el mismo, destruir a algún político o causa social. Un factor importante en este juego es que los medios masivos de comunicación, de ser jugadores principales ahora están pasando a ser una parte de la ola informativa y cada día van quedando a un lado de estos movimientos.

Veamos algunos ejemplos de las mentiras que se han fomentado en las clases bajas de la población, que siempre son de las que más se abusa y se les saca a la calle a defender mentiras o causas perdidas.

Primero, a los maestros de la CNTE y los normalistas se les saca a la calle con la mentira de que se va a privatizar la educación. En el mismo terreno, a la grey católica se le saca diciendo que la educación ahora va a ser de libertinaje sexual, de homosexualismo, y salen a la calle en remembranza de la Cristiada y pretenden hacer un movimiento similar.

En el caso del aumento del dólar, ayer un buen grupo de medios, analistas y en redes sociales achacan que la subida del dólar es por culpa de la visita de Trump y de que está cerca de que gane la elección; nada más simplista que eso, nadie toma en cuenta las explicaciones técnicas de los expertos, en la ola de quejas se crean mentiras en contra del poder central. Qué decir de cómo se utilizan los rumores a velocidad de twitter, Facebook o WhatsApp cuando se daba por hecho diferentes listas de cambios y enroques de funcionarios en el gabinete.

O qué decir del caso de Ayotzinapa, en donde en un asunto de componendas entre políticos locales y delincuencia organizada ahora es culpa del Gobierno federal. O en la última semana el caso de una nota falsa del periódico The Guardian, que causó un gran revuelo y ahora que el diario londinense se retracta y pide disculpas a nadie le importa y nadie retoma la información. Esto solo por mencionar los más famosos y llamativos, pero las páginas de los diarios, memes y mensajes dan muestra del tipo de sociedad que hemos creado, una sociedad con una cultura de mentiras. Damos por hecho lo que se dice y nadie verifica si es verdad o falso.

Como dicen los expertos, esta cultura de las mentiras, que estamos tan acostumbrados en México a usar en todos los terrenos, el social, el político y hasta en el judicial, está afectando el desarrollo social, el económico, nuestra educación, nuestra idiosincrasia y por supuesto nuestro futuro. Y lo peor es que pareciera que a nadie le importa. Esto hace también que nos convirtamos en una sociedad que ya no investiga, damos por hecho todo lo que nos dicen y somos presa de los poderes fácticos que con dinero mueven todas las redes sociales a sus anchas, y/o de personajes, candidatos y periodistas que ahora que empiezan a usar las redes sociales mienten sistemáticamente ante una sociedad totalmente muda y sorda ante las pocas verdades que ya nadie quiere encontrar o escuchar.