Y seguimos con el tema de la pandemia, y seguiremos por algún tiempo más. ¿Qué pasó, por qué aumentaron los casos ahora? Bueno, seamos sinceros platiquemos de que pasó en las fiestas…
Los humanos somos complejos como especie, aunque es difícil realizar una comparativa, ya que nuestra comunicación con las otras especies del planeta no ha sido muy asertiva por culpa nuestra. No sabemos si los perros sufren complejo de Edipo o si la relación que llevan con el humano a su cargo, los hace emocionalmente inadecuados en sus relaciones perrunas. En fin, será un buen ejercicio futuro para comprender mejor la vida que nos rodea; pero el día de hoy sólo conocemos nuestra interacción dentro de la comunidad de nuestra especie. Y tenemos múltiples estudios sociales, psicológicos y médicos para analizarlo.
Las fiestas o congregaciones basadas en preceptos religiosos, como el Hanukkah, La Navidad, o simplemente un servicio cristiano de agradecimiento, son ocasiones en las que la familia se reúne.
¿Qué pasa en una pandemia? Al generar esas reuniones, el riesgo de un contagio aumenta, eso lo marca la estadística y es científicamente entendible. ¿Entonces por qué aun así esa necesidad de juntarnos? Seguramente cada uno de nosotros tendrá un argumento único, pero creo que uno de los factores principales es la incertidumbre. Muchos de nosotros ni siquiera nos interesaba o renegábamos de pasar otra fiesta con el tío Paco, que empieza a decir tonterías después de la segunda copa. O los señalamientos de que ya estás muy grande para seguir soltera. En fin, situaciones que nos hacían renegar de asistir a esas congregaciones, y estoy segura de que algunos de ustedes lo están pensando ahora. Pero creo que esta vez sopesamos el querer ver a aquellos con los que crecimos, hermanos, abuelos, primos. Ese grupo humano que con sus grandes deficiencias o ventajas, se vuelve tu clan.
Los pensamientos y argumentos eran preguntas como estas: ¿Y si enferma mi abuela y ya no la vi nunca más? ¿Y si yo me muero? Ante esta oleada de justificaciones se incrementaron las visitas. No se podía esperar un resultado diferente.
¿Y qué piensan ustedes? ¿Valdrá la pena dejar para mañana esa convivencia familiar, cuando todos estemos bien y estemos vacunados? Bueno, esperemos cuatro años en función a la tasa de vacunación que llevamos en el país, por tanto, no puedo asegurar que la abuela siga viva.
Aquí es donde entra esa necesidad primaria de estar cerca de los nuestros. No debemos criticar a los que corrieron el riesgo; nos queda respetarnos entre todos y hacernos fuertes.
Aún nos faltan los retos más fuertes, que vendrán dentro de poco; como lo es el hambre, que empezará a apretar. También a esta pandemia deberemos sumarle los muertos por la violencia que genera la desesperación, el hambre, el frío… No sumemos la falta de comprensión.
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