Los jóvenes y el emprendimiento

por Redacción

School bizz                                                                                                                 MBA José Pablo Sobrado Castelán                                   pablo.sobrado@anahuac.mx

A quienes venimos de otras generaciones nos educaron con la idea de que teníamos que estudiar y prepararnos muy bien para tener un buen trabajo, percibir un buen sueldo, crecer en una empresa, buscar la estabilidad y llegar a jubilarnos con nuestro reloj de oro después de varios años… Sin embargo, raramente se nos dijo que podíamos emprender, generar empleos, desarrollar la economía.

En los últimos años hemos experimentado un boom de la conciencia emprendedora en los jóvenes. Hay una mayor conciencia y deseo de crear su propio proyecto y ser dueños de su propio negocio. Sin embargo, de acuerdo con el Failure Institute, el índice del fracaso de los emprendimientos mexicanos es de 70% en negocios que no superan el segundo año de operación. Considerando que las pequeñas y medianas empresas (pymes) representan 95% de los establecimientos en el país, y que generan cerca del 70% en términos de empleos en México, esto se vuelve un tema preocupante.

El panorama no es entonces tan prometedor. Los jóvenes están inmersos en un mundo cambiante, política, social, económica, tecnológicamente… y en este contexto el panorama de emprender está lleno de una extrema incertidumbre. Incertidumbre sobre el futuro, y sobre el presente. Si el producto o servicio va a gustar, si se va a vender, si va a requerir una fuerte inversión, si va a ser obsoleto al cabo de unos años, si solo voy a perder tiempo… y un largo etcétera.

Cuando los jóvenes escuchan sobre emprendedores famosos y exitosos como Richard Branson, Elon Musk, Jordi Muñoz o Mark Zuckerberg suelen pensar que son genios que tienen algo extraordinario, o que están respaldados por fuertes inversiones. En realidad, en su mayoría, son personas ordinarias pero que han desarrollado productos o ideas extraordinarias, innovadoras, que atienden atinadamente una necesidad. El común denominador entre ellos es su tolerancia a la frustración, resiliencia y ganas de resolver problemas de la humanidad.

En este contexto no es raro escuchar de nuestros estudiantes las preguntas: ¿Cuál es el factor de éxito? ¿Qué tengo que hacer para emprender y no fallar en el intento? ¿El éxito de un proyecto es fruto de un genio, una idea disruptiva o un fuerte capital de inversión? Y la respuesta no es tan simple como desearíamos. 

Aquí es donde cobra importancia el papel de las universidades. ¿El emprendimiento, entonces, puede ser enseñado?

Tomemos el ejemplo de una de las universidades más destacadas en creación de emprendedores: el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Desde 2006, más de 28 mil compañías activas fundadas por egresados del MIT emplean a 3.3 millones de personas. Estas compañías generan utilidades anuales de dos trillones de dólares. Ingreso equivalente a lo que genera la onceava economía del mundo. 

¿Cuál es la causa de este resultado? ¿Son los estudiantes del MIT súper inteligentes? ¿Es porque tienen laboratorios con tecnología de punta, que les permite desarrollar sus prototipos y productos? No necesariamente, puesto que ningún otro instituto de renombre llega a producir tantos emprendedores. Y los laboratorios de punta ayudan, pero solamente un bajo número de esas empresas son de prototipos desarrollados en ellos. Es un tema de mentalidad.

Por tanto, el secreto está en el emprendedor mismo. Pero no nos referimos a que exista el “Gen Emprendedor”, esto es una gran mentira. Sostengo que el secreto está en preparación y esfuerzo: “El éxito ocurre cuando la preparación se encuentra con la oportunidad”. 

Cualquier persona puede emprender. Pero para poder emprender debe saber todo lo que implica y estar dispuesto a correr el riesgo. Y es necesario aprender ciertas habilidades para ello. Hay que descubrir y adaptarse a los cambios para poder comenzar un proyecto y hacerlo crecer de forma disciplinada y orgánica. De ahí que la educación impartida en las universidades desempeña un papel trascendental. No garantiza la ausencia de errores, pero esperamos les pueda dar herramientas para disminuir los riesgos y aumentar la tasa de éxito.