Aunque seguramente al leer este título muchos de ustedes, amables lectores de esta columna, la relacionaron inmediatamente con la saga de películas que ha hecho famosos a Jennifer Laurence y Josh Hutcherson al traer a la pantalla grande la saga de las novelas del mismo nombre de Suzanne Collins, en esta ocasión no vamos a hablar de cine ni de dicha película.
En esta ocasión hablaré de los verdaderos juegos del hambre, la epidemia más mortal y más antigua que ha sufrido la humanidad y con la que hoy mucha más gente muere cada día que por el Ébola o el Sida.
Veamos algunos números escalofriantes solo como preámbulo:
• Se estima que cada día mueren de Sida en el mundo cinco mil personas.
• Se estima que cada día mueren de cáncer en el mundo 20 mil personas.
• Se estima que cada día mueren de hambre en el mundo 25 mil personas. Esto es, el equivalente al total de las que mueren de cáncer y de Sida juntas.
¿Por dónde empezamos? ¿Por las buenas o por las malas noticias? Empecemos mejor por las malas noticias para dejar las buenas al final.
En América Latina, casi 50, 000,000 de personas padecen de desnutrición. Esto es el equivalente a casi la mitad de la población de México y más que la población de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá juntos o más que toda la población de Perú o de Colombia, de Argentina, de Venezuela o de España. Esa es la cantidad de personas mal alimentadas y que padecen de hambre en América Latina. Más del 25% de los habitantes de Bolivia, Guatemala, Haití, Nicaragua y Paraguay padecen de hambre hoy en día según la FAO. Esto resulta irónico en una región, América Latina, en donde entre 2006 y 2009 se originaron el 60% de las exportaciones mundiales de la soya y el 45% de las exportaciones de café y azúcar, así como el 44% de las exportaciones de carne bovino y 42% de aves de corral, 70% de plátano, 35% de maíz, 13% de cacao y 12% de cítricos. Esto es lo que América Latina contribuye en la alimentación del mundo entero. Entonces podemos concluir que el problema no es de abastecimiento o de producción, pero sí de desigualdad en la distribución de los alimentos, de inequidad en el alcance de los frutos de nuestra tierra.
Y lo que hace aún más triste esta situación es nuestra falta de conciencia, pues solo en la misma América Latina 80,000,000 de toneladas de alimentos se desperdician al año. Considerando que una persona promedio puede ser alimentada adecuadamente con 2.2 kilos de alimento al día, es decir con 800 kilos de alimentos al año, el desperdicio de 80,000,000 de toneladas de alimentos en América Latina serviría para darle de comer a 100,000,000 de personas por un año entero. Más del doble de las que hoy, innecesariamente, están padeciendo hambre en la misma región.
Veamos qué pasa en México, donde según la FAO el cinco por ciento de la población padece desnutrición. Pudiera sonar a un porcentaje bajo, comparado con el de Haití, Guatemala y Nicaragua, donde es el 25%, pero ese cinco por ciento de la población en México representa más de 5,000,000 de personas. Se estima que en el país el desperdicio de alimentos alcanza las 10,000,000 de toneladas al año, lo que equivale al 35% de la producción de alimentos de nuestro país, con un valor estimado de 10,000,000,000 USD (diez mil millones de dólares americanos), alimento suficiente para 12,000,000 de personas por un año.
La ironía es que por otro lado, México está entre el primer y segundo lugar en el mundo en obesidad. Una vez más, un grave problema de inequidad e injusticia.
Según la FAO, las naciones industrializadas desperdician alrededor de 670 millones de toneladas de alimentos al año, lo que sería suficiente para alimentar a 842 millones de personas, que representan hoy en día el 12% de la población mundial y que padece hambre.
En menos de 40 años, para el año 2050, tendremos que alimentar a otras 2,000,000,000 (dos mil millones) de personas. Si consideran este dato alarmante por el número de bocas adicionales para alimentar, debemos de tomar en cuenta que nuestro planeta cada día ve la extinción de 130 especies y la pérdida neta anual de superficie forestal de 5.2 millones de hectáreas cada año, equivalente a la superficie de Costa Rica. Por lo que la producción de alimentos estaría decreciendo mientras la población estaría creciendo.
Esto nos debe de llevar a reflexionar y a concientizar para hacer algo y contribuir a revertir esta tendencia, ya que nada puede hacer más daño a la humanidad que la misma indiferencia del hombre.
Entonces, ¿cómo podemos nosotros hacer algo para revertir el enorme desperdicio de alimentos en el mundo? Pues debemos de empezar con nosotros mismos, de servirnos solo lo que realmente vamos a comer y en el caso de que sobrara algo, guardarlo para consumo posterior o en su caso para regalar a alguien más que no tiene la misma suerte que nosotros. Debemos de iniciar en casa, creando conciencia de la importancia de cuidar esos alimentos que tenemos el día de hoy por gracia del Señor y en los restaurantes, ordenando solo los alimentos que sabemos que vamos a consumir.
Hoy quise utilizar este espacio para compartirles un tema que me ocupa y que a todos debe de ocuparnos, pues somos, queramos o no, parte de este gran reto que enfrenta la humanidad. Porque al final, con el hambre no se juega.