Al ser Quintana Roo el estado número uno del país en recepción de turistas, siendo en teoría el más competitivo de todo México en esta materia y con destinos líderes en toda Latinoamérica como Cancún y la Riviera Maya, resulta inadmisible que por más de una década no hubo inversión en obra pública ni desarrollo de infraestructura acorde a la magnitud e importancia del crecimiento que hemos tenido en turismo, es decir que crecimos a pesar de….
Pueden contarse con los dedos de una mano las “grandes” obras de infraestructura que se generaron en estos dos destinos turísticos en casi 11 años, entre ellas algunos puentes y pasos a desnivel, mal diseñados por cierto y con fallas técnicas que saltan a la vista, incluido uno que se construyó al revés.
Parece como de sueño y casi una locura pensar en que deberíamos tener uno o varios puentes que atravesaran la laguna Nichupté y que conectaran el centro de Cancún con la zona de playas, o un monorriel elevado en la Zona Hotelera como en Miami; casi ilógico pensar en una gran autopista de cuatro carriles desde Cancún hasta Chetumal o un tren que conectara al norte con el sur, que le inyectara además de movilidad y comunicación al estado, desarrollo a la zona sur tan necesitada.
Soñar con un gran centro de convenciones y exposiciones para atraer cientos de congresos, ferias y convenciones al año, moderno, bien ubicado y beneficiario de alta tecnología es también una utopía. Ciudades como Puebla o Mérida ya cuentan con uno así de primer nivel, nosotros no.
Hospitales públicos de última generación que permitan no solo una atención digna al ciudadano sino la posibilidad de atraer turismo médico es también una ilusión.
Ciclovías en nuestras ciudades y carreteras, centros deportivos modernos y funcionales y casas de la cultura bien equipadas, modernas y en buen estado están también ausentes en Quintana Roo, con muy honrosas excepciones, pero aún sin estar a la altura de nuestros sueños.
Sistema de drenaje insuficiente y en algunos sectores inexistente, provocando inundaciones y caos en temporada de lluvias, contaminación del manto freático y riesgos de salud se suman también al largo inventario de nuestras carencias.
Irónico que carezcamos de semejante infraestructura ante la supuesta derrama millonaria en dólares que nos significa el turismo, y que por el contrario haya una deuda pública oficial de más de 26 mil millones de pesos, siendo el estado con la mayor deuda per cápita en el país.
Es necesario soñar con ese escenario de primer mundo, hoy utópico, que deberíamos tener, pero además de soñar trabajar y proponer para alcanzarlo.
El turismo no dejará de crecer en todo el mundo y seguirá siendo una de las industrias más dinámicas del orbe, en ese sentido hay razones para creer que podemos seguir recibiendo en los próximos años enormes flujos de turismo y que este siga siendo una gran oportunidad para mejorar la calidad de vida de la población; ello implica pensar, entre otras cosas, en el desarrollo de infraestructura del más alto nivel.
Es claro que no basta con soñarlo, hay que trabajar en planificación, con visión de largo plazo, en nuevos y mejores Planes Maestros de Desarrollo, y para ello se requiere además de recursos, compromiso, transparencia y rendición de cuentas.
Estamos frente al reto.
¿Será posible?…
- Al buen entendedor
- Presidente de la AMATUR
- Presidente del centro de atención de salud mental y prevención de adicciones "Vital"
- sgrubiera@acticonsultores.com