“La igualdad entre hombres y mujeres no es un acto de solidaridad, sino es un acto de justicia social».Lorena Doña
La verdadera igualdad llegará el día que a los seres humanos se les quite el género que distingue a hombres y a mujeres; así como el estereotipo del color de la piel. Todos iguales a partir de la razón esencial vital de la que partimos: seres humanos racionales.
Sólo se hablará de equidad cuando a los currículos y a las solicitudes de empleo se les desprendan la odiosa fotografía y se eliminen las preguntas de si estás soltero o casado; si se tienen o no hijos.
En la década de 1960 surgió un movimiento feminista que enarbolaron muchas de nuestras madres, somos fruto directo de ese grito catártico de liberación en tiempos en que a ellas se les señalaba por divorciarse; se les castigaba duramente por abortar; en muchos países se les negaba el voto hundiéndolas en la categoría de ciudadanas de segunda; y hasta el uso de la píldora anticonceptiva estaba vedado a una pequeña élite de privilegiadas.
Nunca he renegado de ser mujer, pero siempre he sido consciente de que mis posibilidades laborales estaban un escalón por debajo de las del varón en una situación de competencia profesional.
Y no soy la única de mi generación que lo ha sentido y experimentado, sin soslayar que ser madre y trabajadora se convierten en un esfuerzo en tercera dimensión para cumplir con ambos roles. Siendo un freno indiscutible.
De cara a 2020, y en el plenilunio del siglo XXI, la nueva lucha femenina que estamos continuando las herederas de la revolución feminista a la que hago alusión, es una batalla a cara abierta, con uñas y dientes por dejarle a nuestras hijas y las generaciones más jóvenes un mundo más equitativo en tiempos delicadísimos con la Cuarta Revolución Industrial y la connivencia con la inteligencia artificial.
No creo que exista una sola mujer que no esté consciente de lo que nos jugamos en este inminente futuro, esta nueva Revolución violeta (el color símbolo de la equidad, la igualdad y el del rechazo a toda forma de violencia) demanda políticas laborales que subsanen la brecha salarial, que abran la competencia sin privilegios en pro de que cada vez más mujeres profesionales ocupen altos cargos en la empresa privada y las dependencias públicas.
Igualdad salarial y respeto profesional. Dos premisas fundamentales que además muchas mujeres pugnan porque también se lleven al escenario de la convivencia familiar a favor de compartir responsabilidades en el cuidado de los hijos y las tareas del hogar.
No creo que se esté pidiendo nada anormal. Como tampoco lo es la pretensión de descosificar a la mujer como ente sexual, con la finalidad de prevenir y evitar el acoso en todos los ámbitos… las mujeres son más que piernas llamativas, ojos bonitos, caderas suntuosas y senos erguidos.
A COLACIÓ
Hoy es el Día Internacional de la Mujer, no es una batahola, ni el propósito de una guerra de sexos, ni el campo fértil para las feminazis ni para la ideología de género como bandera entre los diversos partidos políticos.
Tiene que ser un propósito común y al que debemos concurrir unidas, sin fragmentaciones: tener los mismos derechos laborales y profesionales que el hombre; tener el mismo sueldo y las mismas oportunidades para ascender… sin discriminaciones.
Ayer precisamente lo explicó de forma inteligente Lorena Doña, una destacada política andaluza, del Partido Socialista Obrero Español (POSE) que en Málaga ha realizado una estupenda labor municipal.
Durante un evento de poetisas y otras hadas, realizado en el Mentidero, recordó que en España y en Málaga el pasado 8 de marzo de 2018 marcó un antes y un después porque una multitud de personas alzaron sus voces, en una movilización sin precedentes.
“La igualdad entre hombres y mujeres no es un acto de solidaridad, sino es un acto de justicia social; la igualdad es un elemento esencial de la democracia por lo que ningún esbozo de país futuro y próspero puede ser concebido sin ella; no podrá haber verdadera transformación social sino se cuenta de manera esencial con nosotras, con nuestra participación y con nuestra contribución”, defendió convencida ante el auditorio presente.
Estas palabras ciertas y nobles desdibujan una realidad que muchas queremos cambiar y para bien; para dejarles un camino sin tantas piedras a nuestras hijas e hijos.
Duele aún que haya mujeres de tercera, cuarta y hasta quinta; me dan escalofríos los países en los que todavía se práctica la ablación, la más aberrante mutilación genital; cuesta entender que todavía haya hombres que crean que una presencia femenina sirva de dama de compañía, de placer u objeto sexual; para permanecer callada, para quedarse en casa; para negársele la oportunidad de estudiar y hasta de pensar. ¡Esto no puede pasar más!
Claudia Luna Palencia