El otro día fui a una reunión en Puerto Morelos, en el hotel Paraíso de la Bonita, lo que irremediablemente me hizo recordar con nostalgia a mi querido amigo, el arquitecto Carlos Gosselín, que en paz descanse; y lo recordé también desde que circulaba por el camino de acceso a la Bahía Petempich, donde se ubica el que fuera su hotel; ya que siendo presidente de la Asociación de Hoteles, y aún desde antes, fue un incansable promotor y gestor para que ese camino de acceso estuviera en las mejores condiciones posibles.
Fue triste recordar a Carlos, pero más tristeza y frustración al mismo tiempo, me causó atestiguar el deplorable estado de esa vía que es la puerta de entrada para una gran cantidad de hoteles, casi todos de lujo y gran lujo, que sin duda pagan impuestos a los tres niveles de gobierno.
La vía para acceder, es prácticamente intransitable; no se puede hablar de baches, porque eso sería una minucia, comparado con lo que prevalece; se trata de enormes cráteres, de gigantescas pozas que se extienden a todo lo ancho del camino, de inundación y lodazal descomunal, como si se tratara del acceso a una granja o un rancho en alguna zona rural de un pueblo remoto.
No hay banquetas, por supuesto, por las que puedan caminar los trabajadores de los hoteles que tienen que salir a tomar algún transporte colectivo, el cual utilizan como pueden y donde pueden, ya que tampoco hay paraderos de autobuses.
En algunos tramos de la vía no caben dos autos al mismo tiempo, como sucede también en otros accesos a hoteles en el mismo municipio. Al no haber banquetas ni guarniciones de ningún tipo, la selva y las ramas de los árboles terminan casi sobre el pavimento, o mejor dicho lo poco que queda de él, entre las lagunas que cubren la rústica carretera.
Por supuesto no hay señalamientos, ni iluminación, y pensar en espacios públicos o jardines para transeúntes, pobladores o turistas, resulta una utopía.
Menuda tarea le espera a la presidenta municipal y su equipo. Me pregunto: ¿qué habrá hecho con los impuestos la administración anterior?…
Y así, tristemente, nos vamos acostumbrando a vivir en nuestras ciudades, sin banquetas, con semáforos que no sirven, con baches; con calles que no tienen letreros que indiquen su nombre, con luminarias que no encienden, con grafiti que no se quiere enmendar y así le puedo seguir contando esta debacle de ciudades en las que vivimos, y que sólo se hermosean un poco, cuando se avecinan los tiempos electorales.
¿Por qué será que nos esté sucediendo esto en Quintana Roo, si hay millones de turistas, millones de pesos en impuestos, millones en predial…? ¿por qué será caray…?