Sin duda alguna hay un antes y un después de Tajamar. El movimiento que en la sociedad cancunense ha generado este suceso es digno de analizarse desde todas las perspectivas posibles y de documentarse como un interesante caso de estudio.
Más allá de las implicaciones legales del asunto, las cuales dejaré a los expertos en la materia, haré anotaciones específicamente en tres aspectos que me parecen relevantes en el contexto de lo sucedido en Malecón, y que nos obligan a reflexionar sobre diversos temas.
El primero, la necesidad de hacer un profundo análisis del modelo de desarrollo urbano que seguimos en nuestras ciudades. Si observamos la tendencia global, las ciudades modernas se encuentran en un proceso de reconversión para privilegiar los espacios públicos, las áreas verdes, crear comunidad y “construir” ciudadanía; en nuestro Cancún estamos sedientos de estos espacios de convivencia para ciudadanizar el desarrollo, y no me refiero al espacio de Malecón solamente, que es bien sabido que desde sus inicios fue concebido con un criterio comercial, aunque se lo apropió la ciudadanía a falta de espacios públicos. El crecimiento debe darse equilibrando lo comercial con espacios para los habitantes.
El segundo, el involucramiento de la ciudadanía en los procesos de toma de decisiones; esto no quiere decir que había que preguntarle a la población si quería o no que se desarrollara la zona, pero sí hay que involucrar a organizaciones y expertos en el desarrollo urbano; cuando las tendencias apuntan a la sustentabilidad, y existiendo tanta tecnología, procesos constructivos innovadores, formas diferentes de actuar, es necesario considerarlas. ¿Hubiera sido más costoso? Considerando lo que vemos hoy, el costo de innovar hubiera sido mucho menor que el impacto en lo económico, social, ambiental y político que hoy tenemos.
El tercero, la necesidad de generar estrategias de comunicación efectivas en procesos complejos. Un buen análisis de stakeholders o grupos de interés hubiera permitido evaluar la mejor forma de comunicar el destino final de los predios y generar estrategias para reducir el impacto, ambiental y mediático; la comunicación tardía (o casi nula) del proceso ha generado un rechazo colectivo que sea cual sea el desenlace no será el esperado por ninguno de los actores.
Hay que reconocer que hoy la sociedad está más al pendiente de la forma como suceden las cosas, está a la expectativa de que se le informe de los procesos que tienen un interés colectivo, y que existe una demanda ciudadana por tener una mejor ciudad para vivir.
Un buen reto espera a gobiernos, empresarios, organizaciones y ciudadanía de aquí en adelante en el desarrollo de una ciudad pujante, dinámica y que requiere, más que nunca, un cambio de visión y de acciones hacia el futuro.