A veces, sentarse a escribir no es tan fácil como se aprecia en estos artículos, que todos ustedes me hacen el favor de leer. Mi mente tiene cientos de ideas, pero me faltan las palabras, es como si se enredaran en la conciencia misma y no me permitiera poner una letra frente a otra de manera coherente.
El estado de ánimo tiene mucho que ver, últimamente me he sentido muy decepcionada por la imagen que se proyecta de los empresarios en nuestro país. Recuerden que en México el 98% de las empresas son pequeñas, es decir, son empresas que salieron de humanos dispuestos a emprender.
Mi ejemplo favorito es la señora que vende tamales en la esquina (sí, ya la he mencionado en otros artículos); ella es empresaria, ella arriesga todas las mañanas el dinero que invirtió en insumos, ella intenta generar un ingreso para mejorar la situación de su familia. Si ella lograra tener un poco de apoyo podría pasar de un puesto a tener un pequeño local, luego un restaurante y por qué no, una cadena multinacional. ¿Quién debería dar ese apoyo? Pues para empezar voy a hablar de nuestro queridísimo SAT. Últimamente he tenido que ir a las oficinas del SAT varias veces a distintos trámites (no voy a quejarme porque no me alcanzaría la revista). Pero ahora tuve la capacidad de controlar mi frustración y opté por observar a la gente que llegaba a la fila, ellos no sabían cómo sacar una cita electrónica, no sabían cómo conseguir su RFC, no tenían idea de qué era una CSF. Obvio, los funcionarios del SAT no fueron groseros, simplemente como trabajadores del sector público -con exceso de trabajo, exceso de procedimientos (esto lo estoy especulando) e instrucciones precisas de hacerle al usuario del sistema la cosa bien difícil-, no lograron ayudar ni al 10% de los que yo alcancé a oír y observar. Tampoco es que mi estadística sea muy objetiva.
Pero si tuvieran más capacidad de atención, procesos sencillos y sobre todo instrucciones para atraer más usuarios (los que pagamos impuestos somos sus clientes), estoy segura de que mucha de la economía informal se volvería formal.
Dar una asesoría simple a esos nuevos emprendedores, es en en realidad oportunidades de crecimiento, créditos y hasta sociedades nuevas. ¿Alguien que quiera explicarle al SAT los principios de atracción de clientes? ¿O que le explique la importancia de la satisfacción del cliente? En fin, seguiré acumulando decepciones humanas, o serán ¿Humanos en las decepciones?
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