El general Gustavo Vallejo no construyó un aeropuerto, sino una ciudad. Museos, escuelas, instalaciones militares, caminos, y todo lo que conforma Santa Lucía.
Ahí, antes de la decisión presidencial, estaba una importante base aérea del Ejército. Con su zona habitacional.
Cuando le ordenaron construir el nuevo aeropuerto ni siquiera parpadeó, o se quedó estupefacto; esa misma tarde llamó a sus hombres, y comenzó por enterarse qué requerían dichas instalaciones. Es decir, por dónde comenzar. Lo más importante, el reto casi imposible, era el tiempo. Porque López Obrador les dio fecha de inicio y de entrega.
Ningún aeropuerto, nunca, en el mundo, se ha construido en tan poco tiempo. Ya eso, en sí mismo, el tiempo, es una hazaña. El general Vallejo se construyó una oficina entre nubes de polvo que no permitían ver a dos metros. Y ahí vivió, durmió a ratos, comió a ratos, y se fue llenando de arrugas, de canas, de impaciencia interminable, y de pequeños combates ganados cada hora a la realidad que, además de tanto, le regaló una pandemia, con víctimas entre trabajadores y jefes militares.
Vallejo nunca se detuvo, nunca pidió tregua. Aguantó todo, hasta las miles y miles de auditorías que le quitaban tiempo, las visitas de periodistas y legisladores, las presiones tremendas de sus superiores, los presupuestos que debían bajarse hasta lo imposible.
No descansó. Sin metáfora alguna.
Nuevo museo de la aviación, nuevas instalaciones para la Fuerza Aérea, nuevas escuelas, nuevos departamentos, todo nuevo a tiempo.
El día anterior de la inauguración rindió parte a una estatua. Momento de extrema fuerza para los militares, difícil de entender para los civiles, porque el general Vallejo se dirigió al general Felipe Ángeles, no exclusivamente de forma simbólica, sino a sí mismo. A su uniforme, a su compromiso con México, a su convicción profunda de servicio.
Vinieron los discursos. El suyo puede resumirse en una expresión: “Misión cumplida”.
Para el general Vallejo llegó, también, el boleto al Sureste para, de inmediato ir a supervisar la construcción del aeropuerto de Tulum y el multicitado Tren Maya. Orden superior que, tampoco, provocó mínima reacción, hace muchos meses que únicamente regresaba el domingo a casa, para ir a misa, para ver a su esposa y sus hijas por un rato, para encerrarse a revisar papeles. Poco, nada cambiará en su rutina.
A esta hazaña, a esta construcción excepcional en presupuesto y forma, muchos llaman “central avionera” … muchos demuestran su clasismo, su desprecio por el pueblo, su odio contra los desprotegidos que afean su mundo, llamando al nuevo aeropuerto Felipe Ángeles “central avionera” … en esas andamos…