Por Sergio Anguiano Soto
El estado mexicano de Quintana Roo pasó de ser un territorio con poca población, aislado del resto del país y que poco contribuía con el resto de la nación, a ser una pujante entidad federativa, en la que actualmente se asientan importantes desarrollos turísticos en buena parte de su geografía, con los dos puertos de cruceros más importantes de México, ser el tercer generador de divisas turísticas nacionales, entre otras cosas; y con ello un punto de atracción para inmigrantes, nacionales y extranjeros, que en poco menos de 48 años le han dado un rostro al Estado completamente diferente.
Este dinamismo trajo desarrollo y crecimiento, también una buena cantidad de migrantes de otras latitudes mexicanas y de buena parte del mundo; y con ellos una demanda desde el inicio, siempre creciente de servicios, satisfactores, espacios y demás inherentes al propio crecimiento poblacional. Buena parte del desarrollo y éxito que fueron atraídos al naciente estado se debió sin duda al aporte, no únicamente de la autoridades políticas y administrativas mexicanas, sino al trabajo, ideas, compromiso, esfuerzo, recursos de aquellos que llegaron buscando nuevas oportunidades de vida.
Y llegaron también males no deseables, como las conductas antijurídicas o delitos, que de manera gradual pero igualmente de rápida expansión, se fueron conociendo en el estado, alterando de manera notoria la tranquilidad y seguridad que había privado en los inicios de la vida de la entidad. Esta circunstancia de inseguridad, si bien no es privativa de Quintana Roo, hoy se percibe como la mayor preocupación de los habitantes quintarroenses, según se afirma y escucha en distintos medios.
Hoy sabemos que inciden diversos factores y existe en la entidad la percepción de inseguridad. Si las policías de los distintos órdenes de gobierno son percibidas como garantes de seguridad y cuáles son, en su caso, los delitos que más les causa la sensación de inseguridad, podemos avanzar.
El desarrollo vertiginoso de Cancún que pasó de ser un poblado casi deshabitado y aislado del país a un centro de atracción migratoria y desarrollo turístico de clase mundial trajo progreso y fuentes de empleo a la zona, y con ello también la necesidad de atender a miles de familias.
En Quintana Roo la percepción que se tiene es que la entidad no es muy segura; sin embargo, parece válido señalar que existen poblaciones en las que el impacto de los diversos delitos es mayor que en otras, por la exposición que se puede tener a los medios de comunicación y las redes sociales que influyen más en las ciudades o poblaciones de mayor tamaño.
Respecto de las distintas policías municipales, la percepción es que son cuerpos que no transmiten seguridad. Algo similar sucede con la policía a cargo del gobierno del estado, a la que la ciudadanía también la percibe como que brinda poca seguridad.
Si hablamos de las policías a cargo de la federación, particularmente la Guardia Nacional, la percepción que se tiene es que, si bien mejora respecto de las policías municipales y estatal, el grado de seguridad que inspiran está lejos aún de la propuesta del Estado Mexicano.
Las fuerzas armadas, principalmente el Ejército y la Marina, aunque sus tareas no son las de seguridad pública, han enfrentado estas labores, sobre todo tratándose de delitos del orden federal, como el narcotráfico y el llamado cobro de piso o extorsión, entre otros; ellos resultan los mejor calificados respecto de los otros entes encargados de la seguridad pública.
Respecto de los delitos que son señalados como los que más preocupaban a los pobladores de Quintana Roo, se infiere que, en efecto, estos delitos generan, en el mejor de los casos, una percepción en la ciudadanía de poca seguridad y, en consecuencia, motivo de una preocupación ciudadana importante.
La extorsión y cobro de piso son los delitos que más se repiten; llama la atención que los robo y asaltos han quedado estacionados en niveles inferiores, aunque siguen presentando altos índices y no se logra un cambio de tendencia franco; a esto debemos sumar que, se estima, pudiera existir un subregistro o una reclasificación importante de homicidios.
No deja de ser llamativo que persiste el vandalismo, conducta atípica que en principio no pareciera de gran impacto entre la ciudadanía.
Algo similar sucede con el delito de secuestro, aunque en sentido contrario, en el que pudiera pensarse a priori como uno de los que más impacto negativo pudiera generar y que sin embargo se percibe casi de igual manera que los demás delitos ya comentados.
Finalmente, podemos afirmar que la violencia en Quintana Roo es el problema número uno, por encima de cualquier otro. Primero, por la pérdida de vidas humanas. Hay un llamado moral, ético, personal para parar esto. La segunda razón para considerarla así es que la violencia representa un signo vital del Estado. Donde hay violencia no hay capacidad de prevención, ni de contención. Menos de disuasión. La violencia es el rostro de un Estado débil.