Hace tiempo que hemos manifestado en este espacio y en diversos documentos la importancia y la gravedad de que los desechos de todo tipo se filtran por el manto freático, y ante la ausencia de drenaje, llegan hasta nuestras costas, contaminando el mar, el arrecife y la fauna marina.
Poco se habla del tema, pero es grave, ya que representa un enorme daño irreversible a nuestro litoral, que además de atentar contra la vida marina, a la larga afecta nuestro principal atractivo turístico y fuente de recursos.
En Cancún no hay drenaje en las colonias y zonas más populares; lo que existen son fosas sépticas a donde se van todos los desechos; estos viajan por el subsuelo alcanzando los ríos subterráneos, buscando una salida y finalmente desembocan en los cenotes. Para muestra, tenemos uno en la zona de Tajamar, donde se puede sentir la fetidez, simplemente caminando por ahí.
Los fluidos con desechos, concretamente heces fecales, viajan por nuestra costa de sur a norte, es por ello que mientras Nizuc luce más limpia y transparente, no ocurre lo mismo en la zona norte, y ni qué decir de Puerto Juárez, Punta Sam y Costa Mujeres, por ejemplo.
No se trata de culpar a la hotelería, ya que existen plantas de tratamiento; ni al desarrollo, ni al éxito de nuestros destinos, se trata de una ausencia total de inversión en esta infraestructura por parte de todas las administraciones anteriores, que conociendo el problema hicieron caso omiso.
El muy exitoso Tulum es otro lamentable caso de contaminación ante la falta de drenaje.
Mis ocho lectores podrían pensar que esto es una exageración, pero basta con pasear en una lancha por la costa y observar el fenómeno. En adición, las tortugas están presentando tumores, que a decir de los expertos consultados, obedecen a la misma contaminación.
Nuestra gobernadora, quien ha demostrado un enorme compromiso con el estado, así como una enorme capacidad de gestión con la federación, podría emprender este gran proyecto para dotar de drenaje a toda nuestra entidad, y con ello no sólo salvar y preservar nuestros destinos turísticos, sino a las próximas generaciones.
Este tipo de obras no lucen y son además una molestia para la población; sin embargo, representan una inversión para dejar un legado de verdadera sustentabilidad. Se trata de un compromiso con nuestros nietos.
Un desarrollo que sólo vea el beneficio presente, sin mirar los beneficios de las futuras generaciones, no puede considerarse sustentable. Yo confío en los buenos oficios de la gobernadora Mara Lezama y de su equipo.
Hasta la próxima.