El plan del presidente de México es dejar en octubre a su sucesora un modelo diseñado para gobernar como Maduro y Ortega: sin órganos reguladores, el INE y el Poder Judicial capturados y el gobierno alineado con los gobiernos autocráticos, alejado del mundo libre.
No deja el presidente a su sucesora un modelo para gobernar como Gabriel Boric y Luis Lacalle: más democracia y nunca con menos, separación de poderes, respeto a los valores constituciones liberales, tolerancia al adversario y sana convivencia con la oposición.
Existen hoy en México notorios planteamientos en muchos (y deseos irrefrenables en no pocos) para remarcar que sí, que en efecto el presidente deja ese modelo de gobierno a su sucesora, pero ella tiene un perfil científico y que entre ellos dos hay enormes contrastes.
Sin embargo, la que sabe cómo gobernará es la próxima presidenta y seguramente lo hará como prometió en su campaña: “Modificar la Constitución para dar un ejemplo a nivel mundial con los jueces y los ministros elegidos por el pueblo”.
Además, que igualmente sean electos con el voto libre, directo y secreto de los ciudadanos todos los consejeros y los magistrados de los organismos electorales; y la Guardia Nacional se encuentre bajo mando militar.
Entonces el suyo no será un modelo como el de Boric y de Lacalle, que se rige por más democracia y nunca con menos, separación de poderes, respeto a los valores constituciones liberales, tolerancia al adversario y sana convivencia con la oposición.
Aunque es pueril esperar de la próxima presidenta un modelo de gobierno diferente al del actual presidente, quien tras dejar el gobierno no será un expresidente típico, sino que mantendrá y ejercerá su influencia en la toma de decisiones del gobierno y de su partido.
Porque el grupo político del que emana la próxima mandataria, funciona (de manera efectiva y naturalmente aceptada por ella y los demás miembros) alrededor del actual presidente, sin menor ánimo de oponérsele.
Desde que el actual presidente creó Morena, con un cerrado grupo de amigos íntimos y familiares, todos lo aceptaron como el jefe de por vida, empezando por la próxima presidenta, quien ha sido, sin género de dudas, su pupila predilecta y más adelantada.
“Prefiero no ser nada antes que traicionar al presidente”, ha dejado claro Ricardo Monreal.
No debe existir confusión alguna, acerca de que el próximo gobierno no cejará en el intento de cumplir los designios de su jefe moral y nominal: que caiga el sistema que rigió de 1988 a 2018, y reemplazarlo por otro, de consultas populares tuteladas por el poder.
Además, lo que viene no tiene sus raíces en México: sino en la Venezuela de Maduro, la Nicaragua de Daniel Ortega y la Rusia de Putin.
Así.