BITÁCORA DE VIAJE XIV

por NellyG

                                                     

   La necesidad es ciega hasta que se vuelve consciente. La libertad es la conciencia de la necesidad.

                                                  -Marx (el filósofo, no el humorista).

– Amigo mío, ha sido una canción muy, muy larga y difícil de escribir; pero cuando la terminemos, la vamos a cantar en casa todos juntos. – Me decía aquella agradable y aireada tarde en Miami Gloria María Milagrosa Fajardo García. Nacida en La Habana el primero de septiembre de 1957 y emigrada a los Estados Unidos. Su padre había sido parte del equipo de seguridad de Fulgencio Batista, el dictador (algunos le llamarían títere) de la isla. Gloria hizo toda su vida en el país vecino. Primero en Texas y después en Miami. Técnicamente “casa” sería el pay de manzana o la cheeseburger antes que la vaca frita o los moros con cristianos. Salió de la tierra de sus mayores a los dieciséis meses. Mucho menos, la de sus abuelos asturianos. Ella, su esposo desde 1978 y sus dos hijos, tienen más raigambre norteamericana y por supuesto, a pesar del casi impecable español con el que se expresa (con acento caribeño y todo),  no puede evitar comprensiblemente, decir “succseso” en lugar de “éxito”.  Pochismos totalmente veniales.  Lo juro, yo iba a entrevistarla por otra cosa; por el extraordinario trabajo en el que ha destacado desde principios de los años 80. También confieso que no pude evitar el prurito por preguntarle sobre su militancia anticastrista; finalmente, cuando haces periodismo de espectáculos huyendo del chisme barato, conocer al ser humano te lleva por caminos mágicos y misteriosos.  Creo que lo más valioso de la charla, cumplida mi misión, fue una plática con mojito (con azúcar) a grabadora apagada de unos 20 minutos más.

   Gloria es una de tantos disidentes cubanos con los que me he encontrado en la brecha. Algunos tuvieron la oportunidad de representar al país natal en naciones  del llamado “mundo libre” y decidieron pedir asilo. Como ha sucedido con las delegaciones del finado bloque soviético cada vez que tenían la oportunidad cada cuatro años en juegos olímpicos o en la gira de aquel afortunado balet nacional. Tras el fracaso comunista y la emergencia de la Perestroika y el Glasnost, la isla caribeña comenzó a sentirse más sola y menos apoyada por un hermano mayor que respaldaba las decisiones del líder perpetuo aún con gérmenes latinoamericanos en formación desde los años 50 y que hoy van armando un bloque populista de izquierda; como si siguieran un manual. ¿Lo habrá tal vez? Foro – ¡cof, cof! de Sao Paulo – ¡cof!  que por cierto sigue teniendo muy entretenidos a los analistas de centro hacia la derecha y también a algunos ubicados en izquierda moderada sobre las verdaderas intenciones de este club de países latinoamericanos iniciado a iniciativa de Castro & Co. siendo México, por cierto, con la nueva administración federal, miembro con partido en el poder y otro, el PT, en coalición.

¿Se busca una cubanización del hemisferio? Es evidente la simpatía que el gobierno de López Obrador mantiene hacia la isla, a Venezuela, Argentina y Bolivia. La deferencia es incuestionable.  ¿Se hará realidad la ilusión de Ernesto Guevara de llevar el pensamiento revolucionario al continente? Difícilmente. Son otras realidades a pesar de que algunos países insisten en copiar o tropicalizar un sistema anquilosado que ha mostrado su fracaso una y otra vez en los últimos 40 o 50 años. ¿Sigue siendo Cuba exportador del viejo modelo marxista con las vetustas consignas y también los mismos resultados? La respuesta a esta pregunta podría ser un sí, pero de dientes para afuera si intentamos comprenderlo como un genuino interés por el bienestar del pueblo, sobre todo cuando conocemos la vida poco revolucionaria y austera que realmente llevan familiares y allegados de la claque en el poder comparado con el racionado día a día de esa otra Cuba, la que vive detrás de la escenografía; en esas bambalinas vedadas al turista. Cualquier intento por defender el abandono y aislamiento, desde la comodidad de un iphone XII en redes sociales es incluso hasta obsceno. Y desde luego, aferrarse al aburrido mantra “es el miserable bloqueo” para explicar por qué ya no funciona tan bien la mentira engendrada desde el primero de enero de 1959, es osado por su ignorancia.  ¿Esto que lees es un feroz ataque al socialismo? Lo sería si el popurrí intelectualoide de teorías políticas y económicas pudiera recibir en algún momento el calificativo de socialismo. Aquí es cuando una dictadura se da la mano con la otra, independientemente de la ocurrencia con que quieran disfrazar el movimiento. Todo se resume a dos palabras: Poder y control.  Sólo en una dictadura que ofrece lo que aquí jocosamente llamamos atole con el dedo,  sucede que los ciudadanos sean convocados a elecciones de candidatos designados por el Estado de partido único en la ilusión de que en Cuba, cualquier guajiro puede postularse a la Asamblea Nacional.

   Reflexionaba en que la antigua isla Fernandina, gobernada durante siglos por un imperio y luego, a la debacle de este, por el siguiente y luego por quimeras  movidas por hilos o por negocios familiares, no ha tenido la posibilidad de ver nacer la conciencia de la necesidad que, irónicamente, invocaba Marx. Cuántos disparates cometemos al interpretar a nuestro arbitrio a quien ya no está físicamente para contradecirnos.  Me levanté de la mesa, tomé mi grabadora, desde hacía tiempo silente, honré por última vez esa mirada llena de fuego y reivindicación, estreché una mano firme y orgullosa, sonreímos honesta y familiarmente. No hubo preguntas ni necesidad de explicaciones; ambos sabíamos que el otro también tenía una deuda histórica, paterna, íntima con Cuba. 

   Gloria Estefan, cubana, norteamericana, del mundo, se perdió en el laberinto de salones llevada casi a la fuerza por su asistente. “Tight schedule, Gloria!”, le decía. Último trago al mojito preparado magistralmente por Ulises, el cantinero del hotel y con ese sabor a menta y a fin de tarde magnífica, me fui por la otra dirección del pasillo. En mi mente… ¿cómo iba?…   Ah, sí…   De mi tierra bella, de mi tierra santa, oigo ese grito de los tambores y los timbales al cumbanchear.    Y ese pregón que canta un hermano que de su tierra vive lejano…    Ojalá algún día la cantes ahí, con fuerza, en casa.

              Iñaki Manero.