Bitácora de viaje XVI

por NellyG

                                                     

Más vale permanecer callado y que sospechen tu necedad, que hablar y quitarles toda duda de ello.

        Abraham Lincoln

Ya picados en el detalle, dentro de la historia de la diplomacia mexicana, en la Bitácora pasada reseñamos la delicada relación entre nuestro país y los Estados Unidos; el coqueteo entre el káiser Guillermo y funcionarios de la administración carrancista que terminó con la intercepción del famoso telegrama Zimmerman por parte de la inteligencia británica en donde Alemania tentaba con recuperar para nuestro país los territorios perdidos durante el expansionismo del siglo XIX si permitía el uso del territorio nacional como punta de lanza para invadir el norte del continente. Sabemos en qué terminó la aventura en una guerra que tan sólo con la entrada del poderío industrial norteamericano fue definida en un solo año de intervención, terminando para siempre con el formato de guerra de trincheras. Ya todos conocemos la triste historia de una paz que nunca fue con Versalles, como sentenció el mariscal francés Foch, dirigente de las fuerzas armadas aliadas. Tan sólo una tregua que duraría casi 20 años.  Sin la intervención del telegrama y la decisión de Venustiano Carranza de no acceder a una locura, probablemente nuestra suerte como endeble República en pleno caos revolucionario habría sido distinta en la relación con el vecino más poderoso y organizado del continente. 

Caso similar con la Segunda Guerra Mundial, los coqueteos de la Matahari alemana convertida en estrella de cine, Hilda Krüger, con altos funcionarios mexicanos y otra serpiente ofreciendo manzanas imposibles por el rumbo que ya llevaba el conflicto. Parece que dos millones de kilómetros cuadrados perdidos en el conflicto de 1847 eran apetitoso gusano colgado de un anzuelo. Nuevamente, el sentido común que por esos juegos de la Providencia colocan a la persona adecuada en el momento oportuno no nos metió en un desastre militar, a pesar de tener en contra la presión de intereses petroleros norteamericanos que exigían indemnización por la expropiación petrolera del general Cárdenas en el 38. La guerra, qué caray, une a vecinos aparentemente distantes e irreconciliables.   

Tan sólo dos ejemplos, de muchos, en donde la historia es nuestra gran maestra. Si el alumno es indolente –flojo el perro y le ponen tapete, dirían en mi pueblo– o mucho peor, lo suficientemente soberbio como para no querer sopesar las consecuencias que una decisión pudiera tener sobre todo si en tus manos llevas el volante de un vehículo que en tu mente confundida tomas por carruaje del siglo XIX.  O, tercera opción, tú solo te has contado la película con el final que más te place y de un plumazo, pretendes que así sea para todos. Independientemente de las evidencias.  A veces, la distorsión de los hechos se convierte en salida de emergencia y salvavidas político. Nada más recordemos la gran impostura de los Niños Héroes que genialmente provocó una carambola de tres bandas. Durante la visita de Harry Truman a México en 1947, conmemorando el centenario de la guerra entre su país y el nuestro, el presidente norteamericano quiso honrar la memoria de los muertos durante el conflicto depositando una ofrenda floral que molestó el orgullo nacional; entre los ofendidos, varios cadetes del Heroico Colegio Militar. En ingeniosa salida, digna del mejor argumentista de folletín, alguien en el gobierno de Miguel Alemán “se encontró” por ensalmo, milagro, hecho asombroso, conjunción planetaria, intervención del patrono de los desesperados, en la falda del cerro que corona el Castillo de Chapultepec, las osamentas –irrefutables, sin necesidad de análisis– de los seis valientes adalides de la libertad.  Desde luego que el sistema bien aceitado del PRI jamás aportó ninguna de estas pruebas y ni falta que hizo. Nuestra necesidad por tener mártires y ese rancio gusto por el melodrama lacrimógeno obligó la adopción del infundio sin mayor averiguación y tachar inmediatamente a cualquier molesto investigadorcillo que pretendiera insinuar lo contrario, de amargado, conservador, enemigo de la Revolución… ¿Ya levantaron la ceja? Sí, qué bonito es el deja vu.  Por supuesto que hubo héroes en la toma del Castillo; por supuesto que algunos nombres coinciden; en efecto, varios murieron  en algo que no queda claro si fue una orden ignorada de replegarse para defender su escuela y también consta en bibliografía polvosa, que fueron más de seis; había 600 soldados y 50 cadetes ese día y que los nombres de otros valientes que resistieron hasta quedarse sin parque fueron “cepillados” de la literatura educativa oficial por no convenir a la ideología, como Miguel Miramón, cadete capturado por los norteamericanos y luego el presidente más joven en la historia del país.  Finalmente, pasado al bando conservador y fusilado en el cerro de las Campanas flanqueado por Tomás Mejía y Maximiliano de Habsburgo. Todo gobierno crea y destruye caudillos a su propio gusto y conveniencia; no debería asombrarnos.  Lo que sí impone encender el proverbial foco rojo es que esas mentiras e inexactitudes en lugar de pecadillos que se solucionan con una sana y plural oferta editorial, amén de preservar la autonomía de cátedra, escale a nivel sectario y doctrinario, fanático intransigente. Cuando crees que el mundo ya superó hitlers, maos, stalins, pinochets… hermano, te sorprenderías. La ignorancia, combinada con la voracidad, es cíclica y estacional, y cada seis años puede mutar a variantes más peligrosas.  Sí o sí, se imponen las inmunizaciones de refuerzo contra la peste de la intransigencia.

Un país que niega su historia, ignora el tiempo presente y jamás podrá considerar planear un futuro desde bases firmes.  Los incapaces de transformar su realidad, buscan excusas en la manipulación de hechos remotos que convengan para tapar la inoperancia llegando a ridículos como el de exigir disculpas a los muertos cuando los vivos que te rodean siguen clamando una justicia que tu ceguera selectiva no percibe. Por eso seguimos apostando a formatos sociales y económicos en donde se ha comprobado una y mil veces, no importa en dónde se encuentre el péndulo ideológico, que el calamitoso círculo indefectiblemente conduce al desastre. Nuevamente. La serpiente que se muerde la cola y se devora hasta ahogarse.

             Iñaki Manero.