LA VERDAD ES LO QUE ES, Y SIGUE SIENDO VERDAD AUNQUE SE PIENSE AL REVÉS.
– ANTONIO MACHADO.
Se han tragado toda la carne picada. Eso decía un comunicado en inglés en aquel 1943. El engaño, llamado “Operación Mincemeat”, había sido un éxito y a cruzar los dedos o cualquier otra forma de pensamiento mágico para atraer algo más que buena suerte y que ese anzuelo fuera lo suficientemente firme. El tiempo les dio la razón a los aliados. La Alemania de Hitler cayó en el garlito y la invasión de Sicilia, primer paso para la conquista de la bota itálica, la caída de Mussolini y el resquebrajamiento del nacionalsocialismo fue un éxito. Todo gracias a un cadáver… y a una mentira. El alto mando británico se inventó al comandante William Martin de la Marina Real; le crearon una personalidad, aficiones, gustos, hasta novia, y lanzaron su cadáver desde un submarino cerca de las costas de Huelva, en España, país en el papel neutral, pero erizado de espías del eje; Franco haciendo proezas de geopolítica luego de que la Luftwaffe germana le ayudara a ganar la Guerra Civil. El “actor” que encarnó al desafortunado personaje de William Martin fue alguien todavía más desastrado: un entonces desconocido de 34 años que había muerto de neumonía, se dice debido a una reacción química al haber ingerido veneno para ratas; presuntamente un intento de suicidio que tuvo éxito. El cuerpo fue sacado de la morgue sin consultar con los posibles familiares, si es que alguien pudo reclamar en algún momento al occiso. Todo en el más absoluto sigilo. Una mentira fue el inicio del fin del dominio que duraría, según los panfletistas del Tercer Reich, mil años.
La historia humana –y la historia natural también– está plagada de engaños, medias verdades, medias mentiras. Se dice que los macedonios disfrazaban a sus caballos con trompas y orejas grandes para que los elefantes de los ejércitos indios los confundieran con crías y no los dañaran; también está la charada que se jugaron médicos italianos inventando una enfermedad contagiosísima que mataba en cuestión de horas para evitar que agentes de la Gestapo ingresaran a hospitales buscando judíos y salvando así muchas vidas que habrían terminado en algún campo de exterminio. Busque usted y encontrará cientos de ejemplos. Algunos chuscos y otros francamente escalofriantes. Una versión del póker es hacer un farol e intentar convencer a los demás jugadores de que se tiene cierta combinación de cartas para así especular. Puede parecer inocente, pero en partidas entre verdaderos apasionados, el hacer alguna trampa en los juegos de azar ha terminado en la nota roja.
No sabía si en esta temporada en donde lo políticamente correcto es “tirar buena onda” debería escribir sobre positivas intenciones, pero obras son amores y no buenas razones, dijera Lope de Vega y Carpio en el título de su comedia. Se puede ser crítico sin desearle muertes horribles a quienes, según tú, atentan contra la vida, la estabilidad, física, emocional, intelectual o económica de la sociedad buscando el enorme beneficio de los menos sobre los demás. Más allá de discutir si existe utilidad de la mentira y el engaño en la construcción social y en el estado de cosas como lo conocemos y preservar cierta estabilidad en el estilo de vida o en el desorden mental de un mentiroso compulsivo cuya conducta va más allá de un compromiso o una promesa de decir la verdad sino de un tratamiento medicamentoso para aliviarlo (o aliviarla) de ese peso que conscientemente no quiere seguir cargando, la falsedad ha sido el material con el que se edifica la cultura política. A pesar de las toneladas de evidencias en su contra, el falsario instalado en altos puestos de dirección pública sigue empecinado en sus argumentos sabedor de que teniendo mayoría, una importante base le seguirá creyendo. Por ejemplo, en lo más presente y de acuerdo con una investigación de la consultora política SPIN, hasta el 31 de agosto pasado, el presidente de México habría hecho más de 61 mil declaraciones falsas en las, entonces, 684 conferencias mañaneras. De ser correctos estos números y comprobables en todos los casos, no hay razón para dejar de ocultar la verdad hasta unos días antes de finalizar 2022. Es más, ha vuelto a prometer abasto de medicamentos para todos. Cosa que viene haciendo en los últimos años sin cumplir. Insisto, de ser cierta la investigación, ¿estamos ante un mentiroso compulsivo?
Lo dudo. Estamos ante un político mexicano de cepa que hace honor a la memoria de sus colegas desde 1821 hasta la fecha. Sí, política y mentira podrían ser sinónimos, no una consecuencia de la otra. El siquiera pretender insinuar que el Ejecutivo miente, habría sido suficiente como para cerrar una radiodifusora o dejar de suministrar papel para un diario apenas hace 40 años. Con todo y las mentiras actuales, y lo dejo como una nota de esperanza políticamente correcta para estas fechas, poder escribirlo, decirlo al aire, gritarlo, manifestarlo sin las consecuencias habituales salvo las rabiosas negaciones y deslindes de culpa desde el mañanero púlpito presidencial, complementando el sainete, es un avance. No se rían, no lo escribí el 28 de diciembre. El otro lado, el universo obscuro, el callar voces y plumas por ejercer un servicio a la verdad, ha corrido a cargo de un crimen organizado que, es cierto, ha recibido por parte del gobierno que prometió cuidarnos (a todos) abrazos del bienestar en lugar de acción firme de la justicia con la ley en la mano. Hablando de ley, en estos momentos estoy en modo emoji con la mano en la cara sin poder creer que haya quien se trague el cuento de que la plagiada fue la magistrada Yazmín Esquivel. Which means… el plagiario, Edgar Báez viajó en el tiempo, de 1986 al año siguiente para “fusilarse” la tesis de la víctima. La tesis DeLorean, que le llaman. ¿En manos de quién han estado tantos fallos judiciales?
Por cierto, el héroe ficticio de la Segunda Guerra Mundial William Martin que engañó al poderoso y tenebroso aparato nazi, fue enterrado con honores en aquel 1943 en Huelva ante la presencia del vicecanciller británico en España. Recientemente, a la lápida, se le colocó un anexo especificando “GLYNDWR MICHAEL SIRVIÓ COMO EL MAYOR WILLIAM MARTIN, RM”. Invito a mis navidades a Sir Francis Bacon para que nos ilustre con un esperanzador: “La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad.” Ánimo y bendiciones para todos.
Iñaki Manero.
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