BITÁCORA DE VIAJE XXXIII

por NellyG

LA VERDAD SE PARECE MUCHO A LA FALTA DE IMAGINACIÓN.

– ENRIQUE JARDIEL PONCELA.

 

Los romanos, esos inquietos que lograron lo que Alejandro no pudo y aprovecharon los despojos de otros imperios para establecer el suyo; incluso su onda de choque llegó hasta inicios del siglo XX, pero, como decía la nana Goya, es otra historia. Desde la península itálica, todo el Mediterráneo; Hispania, pasando por Galia, Bretaña, Germania.  Por el este, el Egipto de los Ptolomeos y más allá, medio oriente; hasta salieron en las pastorelas, interviniendo de manera decisiva en el drama cósmico que hoy divide a la historia humana en antes y después.  Fue tan bueno el negocio, que decidieron abrir una sucursal más en la vieja Bizancio.  Tal vez su gran éxito fue haber sido lo suficientemente curiosos y su cultura tan inacabada, que tomaron prestado de la cultura de los lugares en donde pisaban sus cáligas y a cambio dejaban soldados y apetitos desmesurados por lo estrambótico y lo increíble.  Claro, no todo fue el mundo ideal, y cuando conquistas, muchas veces por la fuerza, se impone el particular despliegue de violencia y crueldad.  Sin embargo, estos romanos, eran tan “easy going” con las creencias de los pueblos sometidos, que terminaban adoptándolas e incluso las llevaban a casa como sus diosas y dioses tutelares poniendo velitas a las figurillas de barro; igual a como mi mamá iluminaba a su San Martín de Porres. De hecho, el panteón principal era una adaptación hollywoodesca al de la bien estructurada e imaginativa mitología griega.  Por muy politeístas que fueran, eran bastante tolerantes con las creencias, mitos, usos y costumbres de sus conquistados; mucho más que la religión monoteísta con que se encontraron en Palestina, con un dios celoso, resentido, berrinchudo y dispuesto a terminar de un plumazo con todo lo que había creado por una infidelidad de sus criaturas que coqueteaban de cuando en cuando con los amigos imaginarios del vecino.

Así que, siguiendo los buenos ejemplos, ¿quién soy yo para criticar a alguien que cree en personajes mitológicos distintos a los míos?  Como dijera el gran Facundo Cabral: “No me toques el culto, que yo no te toco el tuyo”.  Amén a eso.

Es menester abundar un poquitín en el maravilloso mundo de los arquetipos y por qué necesitamos creer en seres y criaturas fantásticas.  Ayer eran dioses y diosas que cubrían todo el quehacer y la cultura.  Hoy, son universo Marvel o universo DC.  Cuando la tecnología fue ganando terreno en la cotidianidad humana, las deidades dejaron el halo celestial y de nacer directamente por inseminación divina (Hércules, Perseo, etcétera, para no meternos en más discusiones), llegaron en un cohete enviado por sus padres, científicos de un planeta moral y tecnológicamente superior.  Antes eran ángeles y demonios; hoy son Batman y Joker.  Otra vez invoco a Julio Iglesias, porque la vida sigue igual.  Desde principios del siglo XX, de acuerdo con los sociólogos, los duendes, enanos, pixies y haditas, fueron substituidos por hombrecillos verdes, grises y amarillos llegados en brillantes platos voladores que todo el mundo ha visto, pero seguimos esperando la foto definitiva. Sin embargo, todavía quedan resquicios que alimentan y enriquecen la memoria de los pueblos del mundo con mitos y leyendas que en la tradición oral generosamente corrigen y aumentan según la imaginación y las ganas de notoriedad o poder del narrador. ¿Nos vamos acercando? Es como el tamaño de pez que pescamos aquella vez que desgraciadamente la cámara fotográfica no estaba funcionando. O el alux que un ingeniero del Tren Maya se encontró arriba de un árbol.

– ¡Nah! ¿Cómo crees?

– Lo dijo el señor presidente.

– Ah, bueno. Seguramente llegó a ver la maravillosa obra.

Está comprobado que el escepticismo es inversamente proporcional al grado de fanatismo, porque la foto mostrada durante una de las homilías mañaneras así fue presentada por el jefe del poder Ejecutivo federal. E insisto: no soy nadie para burlarme de las creencias de la gente al jurar que duendes habitan la floresta, juegan bromas o ayudan a la gente, depende cómo los trates. Mis amigos de la península de Yucatán, en los tres estados, me han contado historias como para amenizar horas de anécdotas sin necesidad de mirar el celular, lo que ya es algo, en donde los ancestrales duendes son protagonistas de increíbles coincidencias. El problema es, que la foto no la tomó un ingeniero en las obras del dichoso tren; tampoco fue una bruja arriba de un árbol en Nuevo León, como se dijo más tarde y que por cierto le mereció una nota en periódico local; unos minutos de ociosidad en línea y comprobamos que el alux del bienestar, ya había estado de visita en Indonesia en 2021 y así fue consignado en los diarios locales. La misteriosa figura arbórea, probablemente parte de la furtiva, pero perfectamente terrenal zoología. ¿Qué pasó aquí?

Dos opciones a botepronto: o el presidente ha sido víctima de una broma pesada, o está muy mal informado. La primera es casi venial y anecdótica; la segunda, es inquietante. Cabe una tercera más peligrosa: alguien nos miente para entretener a su extenso auditorio. Si millones se creyeron el fantástico suceso tropical, que se puede derrumbar tomándose la molestia de googlear un domingo por la mañana, ¿qué podemos esperar en el mundano día a día cuando no queremos verificar ni siquiera las condiciones de lavado de nuestra ropa interior? ¡Dioses del Olimpo!

Reitero, por tercera vez y ya con esta me despido: Jamás me atrevería a burlarme de las creencias metafísicas y mitológicas de alguien. Su servidor proviene de una amplia tradición judeocristiana en donde las serpientes hablan, el agua se transmuta en vino o el pelo largo otorga súper poderes y millones lo creen a pie juntillas. La diferencia está en que estos últimos ejemplos, nadie los ha utilizado para aferrarse al poder…  Esperen… ¿Quién gobierna ahora en Roma?

Iñaki Manero
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