- Bitácora de viaje
- Comunicador
- X: @inakimanero
- Facebook @inakimanerooficial
- IG: Inaki_manero
La justicia y el poder deben unirse para que lo que sea justo sea poderoso, y lo que sea poderoso, sea justo.
Blaise Pascal.
Por una sola frase, el escritor e historiador inglés Lord Acton ha sido uno de los creadores de máximas más manipulados por tal vez la conveniencia, el desaseo cultural o simplemente el olvido. ¿Cuántas veces no nos han o hemos esgrimido la temible y lapidaria “El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente”? Material retórico para que los amantes de la anarquía refuercen sus argumentos para probar la futilidad de los gobiernos y las filosofías políticas, sin distinción de rumbo o sesgo. Tristísimo panorama arrojan, ya que no dejan margen al electorado. Únicamente la advertencia de que, fatalmente, no hay ni siquiera luz de precipicio. Claro, le dejamos el camino de nuestras decisiones de vida, llámense escoger otro trabajo, tener pareja, adoptar gato o perro, comprar o rentar, al dicho de una sola persona que por lo general, ya no se encuentra en este barrio existencial y no hay forma de reclamarle el “es que tú citaste…” Tampoco están con nosotros para ser reivindicados en el nombre de la justicia y en contra del manoseo de una idea que pudo ser completamente distinta a lo que queremos con base en nuestra experiencia de vida, interpretar.
Tomemos como ejemplo cercano a nuestro Benito Juárez García. Figura de piedra, inmutable, inatacable (¡cómo te atreves!). Algunos recordarán cuando Manuel “Loco” Valdés hizo el chiste en uno de sus tantos programas nocturnos sobre Bomberito Juárez, el primer apagafuegos de México. Multitud de Juan Escutias se envolvieron en la bandera nacional para reclamar tal afrenta a una de las figuras más veneradas e intocables después de la Guadalupana. Para el gobierno echeverrista de aquellos ingenuos años 70, la humorada de Valdés fue tomada en la superficie como falta de respeto a las figuras patrias; en el subtexto, una válvula de escape necesaria para el pueblo que la festejó rabiosamente en la colección catártica de chistes en donde el mismo presidente de la República, en ese mundo ficticio del absurdo, era el rey de la estulticia. ¡Señor presidente! ¡Los dientes que tienen que ir hacia abajo para abrir la puerta son los de la llave, no los suyos! Y así muchos más con los que los mexicanos hacemos más llevadero, desde Iturbide hasta la fecha, el tránsito hacia un futuro promisorio de arriba y adelante que hoy, ya sabemos, se encuentra, por lo menos en salud pública en Dinamarca. Dato revelado por la 4T.
Volviendo al Benemérito de las Américas, cuya obra política divide y entretiene lo suficiente a opinólogos de todas las hechuras, ha sido injustamente acusado (aquí efectivamente sin argumentos), de plagiar aquella frase inmortal estrella de festivales escolares. Y ni más ni menos que a Immanuel Kant, uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna (lo anterior yo me lo fusilé de Wikipedia). La realidad y en abono al Sr. Juárez, ávido lector de los pensadores de su época, Kant nunca elaboró la inmortal “Entre los individuos, como entre las naciones…” ; más bien fue la conclusión que Juárez sacó al haber leído Sobre la Paz Perpetua (1795) de Kant. Don Benito pudo haberse engolosinado con el poder (hasta la angina de pecho) o acariciado un tratado de intervención norteamericana en el Istmo de Tehuantepec (Tratado McLane-Ocampo y otros más) que habría cambiado para siempre la historia y la percepción que se tiene de él, pero no se apropió de la frase matona. Finalmente, el célebre enunciado implícitamente es una verdad universal comprobada por la experiencia milenaria, la haya dicho quien la haya dicho.
Sin olvidarnos de John Emerich Edward Dalberg-Acton y su rotundez (retóricamente hablando), la advertencia es brutal en contra de quienes querían en su momento de avanzadas democráticas y respuestas ideológicas a los abusos cometidos durante la Revolución Industrial, regresar al pasado absolutista y erigirse como la única autoridad, que corrían el riesgo de convertirse en involucionados esperpentos sociales que algún día terminarían en el basurero. Desde luego, la historia sin mayores interpretaciones nos demuestra que hay una galería de horrores que siguieron a la época que le tocó vivir a Acton (los Hitler, Mussolinis, Francos, Stalins, Maos, Castros…) y más allá. La sentencia es terrible: un poder que no está equilibrado, atemperado por otro u otros que no se presten a ser comparsas y aplaudidores disfrazados de pureza, tarde o temprano provocará que Mafalda ponga otro curita en su lastimado globo terráqueo (chiste generacional).
Para los distraídos que se siguen preguntando el porqué de tener en las sociedades democráticas equilibrio de poderes, precisamente por esa misma razón: es una vacuna contra la locura, la hegemonía unilateral, el totalitarismo que trae decisiones homicidas. Por eso murió un millón de personas en México durante una revolución que tristemente resultó en un cambio a otra dictadura no de sujeto, sino de partido. Torpedear, inutilizar, desactivar, parasitar o apropiarse de las instituciones y poderes que garantizan la armonía, es garante de fracasos, dolor, atraso.
Y no, el poder no es malo per se. De hecho, la frase original y no manoseada de Acton es: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto, corrompe absolutamente”. La pequeña gran diferencia es el “tiende”; puede, pero no necesariamente. En los claroscuros de la mente humana, el individualismo puro es factor de miopía o hasta incluso ceguera homicida. ¿Recuerdan cuando Nixon, en una borrachera quería borrar del mapa a Corea del Norte con un ataque nuclear? De no haber sido por Henry Kissinger que le sirvió un litro de café negro, hoy la política internacional se entendería con trueques y pedradas. Hasta el mismo Jrushchov hizo caso de sus consejeros y del sentido común para hacer dar la vuelta a los barcos cargados con misiles durante la crisis cubana.
Hablando de líderes que no admiten más idea ni más palabra que la suya, se impone la pregunta fundamental: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién le hace entender al líder que los cocodrilos no vuelan, ni siquiera bajito? La proverbial espada de Damocles no pende sobre el mandamás; lo hace sobre el ministro, el segundo, el de confianza y el aumento del riesgo, es directamente proporcional al grado de alienación mental que el exceso de poder vaya provocando en quien nunca estuvo preparado para detentarlo.
Si el astrónomo estadounidense Harlow Shapley tenía razón y somos polvo de estrellas, entonces la ley de la gravitación universal de Newton también aplica para nosotros. Me atrevo a jugar con las posibilidades: lo único que separa el orden del caos en el universo es la diferencia de masas y la distancia que a éstas separa. Aterrizado al quehacer humano, es el equilibrio de fuerzas el que dará certeza, orden y progreso. De vez en vez, hay asteroides asesinos.
Iñaki Manero.