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Revista Latitud 21
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Iñaki Manero

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Bitácora de viaje XL

por NellyG 1 noviembre, 2023

La justicia y el poder deben unirse para que lo que sea justo sea poderoso, y lo que sea poderoso, sea justo.

Blaise Pascal.

 

Por una sola frase, el escritor e historiador inglés Lord Acton ha sido uno de los creadores de máximas más manipulados por tal vez la conveniencia, el desaseo cultural o simplemente el olvido.  ¿Cuántas veces no nos han o hemos esgrimido la temible y lapidaria “El poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente”?  Material retórico para que los amantes de la anarquía refuercen sus argumentos para probar la futilidad de los gobiernos y las filosofías políticas, sin distinción de rumbo o sesgo. Tristísimo panorama arrojan, ya que no dejan margen al electorado. Únicamente la advertencia de que, fatalmente, no hay ni siquiera luz de precipicio. Claro, le dejamos el camino de nuestras decisiones de vida, llámense escoger otro trabajo, tener pareja, adoptar gato o perro, comprar o rentar, al dicho de una sola persona que por lo general, ya no se encuentra en este barrio existencial y no hay forma de reclamarle el “es que tú citaste…”  Tampoco están con nosotros para ser reivindicados en el nombre de la justicia y en contra del manoseo de una idea que pudo ser completamente distinta a lo que queremos con base en nuestra experiencia de vida, interpretar.

Tomemos como ejemplo cercano a nuestro Benito Juárez García. Figura de piedra, inmutable, inatacable (¡cómo te atreves!).  Algunos recordarán cuando Manuel “Loco” Valdés hizo el chiste en uno de sus tantos programas nocturnos sobre Bomberito Juárez, el primer apagafuegos de México.  Multitud de Juan Escutias se envolvieron en la bandera nacional para reclamar tal afrenta a una de las figuras más veneradas e intocables después de la Guadalupana.  Para el gobierno echeverrista de aquellos ingenuos años 70, la humorada de Valdés fue tomada en la superficie como falta de respeto a las figuras patrias; en el subtexto, una válvula de escape necesaria para el pueblo que la festejó rabiosamente en la colección catártica de chistes en donde el mismo presidente de la República, en ese mundo ficticio del absurdo, era el rey de la estulticia.  ¡Señor presidente! ¡Los dientes que tienen que ir hacia abajo para abrir la puerta son los de la llave, no los suyos!  Y así muchos más con los que los mexicanos hacemos más llevadero, desde Iturbide hasta la fecha,  el tránsito hacia un futuro promisorio de arriba y adelante que hoy, ya sabemos, se encuentra, por lo menos en salud pública en Dinamarca.  Dato revelado por la 4T.

Volviendo al Benemérito de las Américas, cuya obra política divide y entretiene lo suficiente a opinólogos de todas las hechuras, ha sido injustamente acusado (aquí efectivamente sin argumentos), de plagiar aquella frase inmortal estrella de festivales escolares.  Y ni más ni menos que a Immanuel Kant, uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna (lo anterior yo me lo fusilé de Wikipedia).  La realidad y en abono al Sr. Juárez, ávido lector de los pensadores de su época, Kant nunca elaboró la inmortal “Entre los individuos, como entre las naciones…” ;  más bien fue la conclusión que Juárez sacó al haber leído Sobre la Paz Perpetua (1795) de Kant.  Don Benito pudo haberse engolosinado con el poder (hasta la angina de pecho) o acariciado un tratado de intervención norteamericana en el Istmo de Tehuantepec (Tratado McLane-Ocampo y otros más) que habría cambiado para siempre la historia y la percepción que se tiene de él, pero no se apropió de la frase matona. Finalmente, el célebre enunciado implícitamente es una verdad universal comprobada por la experiencia milenaria, la haya dicho quien la haya dicho.

Sin olvidarnos de John Emerich Edward Dalberg-Acton y su rotundez (retóricamente hablando), la advertencia es brutal en contra de quienes querían en su momento de avanzadas democráticas y respuestas ideológicas a los abusos cometidos durante la Revolución Industrial, regresar al pasado absolutista y erigirse como la única autoridad, que corrían el riesgo de convertirse en involucionados esperpentos sociales que algún día terminarían en el basurero. Desde luego, la historia sin mayores interpretaciones nos demuestra que hay una galería de horrores que siguieron a la época que le tocó vivir a Acton (los Hitler, Mussolinis, Francos, Stalins, Maos, Castros…) y más allá.  La sentencia es terrible: un poder que no está equilibrado, atemperado por otro u otros que no se presten a ser comparsas y aplaudidores disfrazados de pureza, tarde o temprano provocará que Mafalda ponga otro curita en su lastimado globo terráqueo (chiste generacional).

Para los distraídos que se siguen preguntando el porqué de tener en las sociedades democráticas equilibrio de poderes, precisamente por esa misma razón: es una vacuna contra la locura, la hegemonía unilateral, el totalitarismo que trae decisiones homicidas.  Por eso murió un millón de personas en México durante una revolución que tristemente resultó en un cambio a otra dictadura no de sujeto, sino de partido.  Torpedear, inutilizar, desactivar, parasitar o apropiarse de las instituciones y poderes que garantizan la armonía, es garante de fracasos, dolor, atraso.

Y no, el poder no es malo per se. De hecho, la frase original y no manoseada de Acton es: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto, corrompe absolutamente”. La pequeña gran diferencia es el “tiende”; puede, pero no necesariamente. En los claroscuros de la mente humana, el individualismo puro es factor de miopía o hasta incluso ceguera homicida.  ¿Recuerdan cuando Nixon, en una borrachera quería borrar del mapa a Corea del Norte con un ataque nuclear? De no haber sido por Henry Kissinger que le sirvió un litro de café negro, hoy la política internacional se entendería con trueques y pedradas. Hasta el mismo Jrushchov hizo caso de sus consejeros y del sentido común para hacer dar la vuelta a los barcos cargados con misiles durante la crisis cubana.

Hablando de líderes que no admiten más idea ni más palabra que la suya, se impone la pregunta fundamental: ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién le hace entender al líder que los cocodrilos no vuelan, ni siquiera bajito? La proverbial espada de Damocles no pende sobre el mandamás; lo hace sobre el ministro, el segundo, el de confianza y el aumento del riesgo, es directamente proporcional al grado de alienación mental que el exceso de poder vaya provocando en quien nunca estuvo preparado para detentarlo.

Si el astrónomo estadounidense Harlow Shapley tenía razón y somos polvo de estrellas, entonces la ley de la gravitación universal de Newton también aplica para nosotros. Me atrevo a jugar con las posibilidades:  lo único que separa el orden del caos en el universo es la diferencia de masas y la distancia que a éstas separa.  Aterrizado al quehacer humano, es el equilibrio de fuerzas el que dará certeza, orden y progreso.  De vez en vez, hay asteroides asesinos.

Iñaki Manero.

 

 

Bitácora de viaje XXXIX

por NellyG 1 octubre, 2023

 

 

“La naturaleza no ha dado al hombre nada mejor que la brevedad de su vida”.

– Plinio El Viejo.

 

Hay quienes prefieren una vida breve y plena, a una larga y aburrida. Los antiguos hebreos (o por lo menos quienes escribieron el libro de los Salmos), llenaron estas reflexiones, bendiciones, quejas y lamentos con peticiones a Dios sobre extender el aliento vital lo más posible y experimentar lo que sucede bajo el sol y bajo la luna; recordando que una corriente del judaísmo no creía en la vida eterna o en la sobrevivencia de la memoria, de la consciencia.  Le atribuyen a Nezahualcóyotl, el rey texcocano, los siguientes versos que nos pueden explicar a la distancia por qué José Alfredo Jiménez escribía piezas tan existencialistas como El Jinete…

Aunque sea jade, se rompe,

Aunque sea oro, se hiende,

Y el plumaje de quetzal se quiebra.

No para siempre en la tierra,

Solamente un poco aquí.

Sí, ya sé, es octubre. Otoño en el hemisferio norte. Los viejos druidas celtas preparaban sus festejos del Samhain. La tierra iba muriendo poco a poco esperando la mortaja del invierno; para los pueblos agrícolas, había que hacer las paces con quienes manejaban el otro lado y podían favorecer o estropear la cosecha de la temporada siguiente. Los últimos días del mes y los primeros del otro, se abrían los portales del inframundo y aquellos que estuvieron regresan un momento más antes de volverse a convertir en sombras, en ideas, en recuerdos. Había que llevarles ofrendas y evitar su disgusto o alguna chapuza harían. Presentes de comida y bebida, trato o truco. Había que disfrazarse como ellos, espantajos remotamente humanos para confundirlos y que no descargaran su frustración contra nosotros, los orgánicos. Hoy todo eso, muy a la americana, y antes, con el concurso de las Iglesias cristianas intentando borrar el paganismo, es juego de niños, el All Hallows Eve, en su contracción práctica, Halloween, víspera del Día de Todos los Santos; Día de los Fieles Difuntos uniendo estéticamente los misterios del Mictlán y el Xibalbá mucho más serio, rico y espiritual que su variación anglosajona.

Mientras camino por las calles musicalizadas con las hojas crujientes al paso de mis zancadas, el aullar del viento tiene su propio lenguaje en sonidos y silencios. Tiene esta temporada una nota que no es lúgubre, pero tampoco festiva como la primavera. Un intimismo. No en balde el Día del Perdón en el mundo judío cae unas semanas antes de terminar septiembre. Se prepara el final del ciclo del nacimiento, el crecimiento y la cosecha para entonces todo guardarse, todo recogerse; iniciar el periodo de reflexión, de renovación, de perdón. A todo final, y de eso se trataría un Universo que se rija con base en algo justo, tendría que llegar un reinicio, la promesa de que lo siguiente será mejor. ¿No se trata de eso tantos abrazos y besos del 31 de diciembre? Claro, del plato a la boca…

¿Por qué tan reflexivo, mi amigo? Bien, el otoño me pone así. Y con fin de sexenio a la vuelta de la esquina, pues mira…    Y con cambio de gobierno el primero de octubre del año entrante, pues…  ¿Cómo dicen los astrólogos y entusiastas del New Age? Se alinean los cuerpos celestes. Francisco Gabilondo Soler lo pondría magistralmente: Corren los caballitos, los grandotes y los chiquitos…

En México, con todo nuestro bagaje tornado en pensamiento mágico y la necesidad de que el mundo obedezca a la ley del mínimo esfuerzo, se nos ha educado para votar por el más guapo, el más entrón, el “pobrecito de mí, soy la víctima”, el que regala tortas y refrescos en los mítines. Cada seis años, es el mismo “éste es el bueno, comadre, ya verá que sí” y pues no…   no importa el color, el bueno (o la buena esta vez, lo más probable) siempre será el siguiente que le eche la culpa al anterior, per saecula seculorum. Oiga, comadre, ¿y por qué éste no fue el bueno?  ¡Ay, comadre! ¿Está viendo y no ve? ¡Es que no lo dejaron trabajar los de  la oposición, los empresarios, los periodistas, los los los…!

Este miedo que tenían los salmistas bíblicos (no los fans de Salma Hayek, que conste) a no tener una vida extensa, me imagino es la aprehensión que trota en los políticos en casi todo el mundo (como si fuera un ADN muy particular) sin importar que pertenezcan a una democracia ya enrielada, en incubadora o de plano una de esas dictaduras que los aplaudidores niegan a rabiar, de perder su acceso al pezón divino, manantial sagrado de recursos públicos para la campaña, la mansión, la alberca, los versos de Jaime Sabines en jet privado para la amante a la luz de la luna…   El que se corte ese flujo de abundancia y cuánto mejor que sea provista por el pueblo bueno que nunca se equivoca, supera las peores pesadillas del druida celta en vísperas del Samhain. Los políticos de cualquier partido, por puro darwinismo, saben que la frase del pícaro e ingenioso periodista, magistrado, embajador, escritor,  y consejero presidencial tuxpeño, César Garizurieta mejor conocido como el Tlacuache, no tiene desperdicio y los pinta desnudos de pudor y de madre, de arriba abajo: “Vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error”.  Al escucharla, sonríen, callan y otorgan.  Hoy están inquietos. Muchos ven acercarse la fecha como los escépticos de dientes para afuera veían el diciembre de 2012, tan augurado por los “mayistas” de cantina como el fin del mundo.  Tal vez sí lo sea, del suyo, por supuesto. Miríadas de ellos no saben hacer otra cosa y algunos son trapecistas impecables capaces de traicionar al Papa por Lutero y de regreso. En el ecosistema humano, son tan eficientes, que las rémoras podrían aprenderles  dos o más trucos. Nos estamos acercando a los tiempos políticos en los que un paso en falso, daría al traste con esa ambición de preservarse en la lactancia a la Patria o en pocas palabras, lo que le pasó a mi compadre, que se cayó por asomarse.

Por cierto, el autor de la frase con la que iniciamos,  Plinio el Viejo, tío de su tocayo el Joven, llegó a lo que se consideraba viejo para el primer siglo de nuestra era y no aspiró a más senecto por necio, por arrimarse al fogón del Vesuvio, cuenta mi chismosa tía de Zitácuaro,  nomás pa´ver qué había.  Así son muchos.

Iñaki Manero.

Bitácora de viaje XXXVIII

por NellyG 1 septiembre, 2023

CUANDO PENSAMOS QUE ESTAMOS DIRIGIENDO, NOS ESTÁN DIRIGIENDO A NOSOTROS».

– LORD BYRON.

 

– Buenas noches. Bienvenidos sean a la exposición de un nuevo y diferente valor de la pintura contemporánea. Creemos, aquí en Christian, la galería más prestigiada de Gotemburgo, que es imprescindible abrir la puerta a otra generación de creadores. Los genios de épocas pasadas ya tienen su muy bien ganado lugar dentro de los Campos Elíseos de la plástica. Desde la pintura rupestre y su conexión mágica, hasta Picasso. Hoy no podemos más que recibir con agrado la obra incipiente, pero, estamos seguros, revolucionaria de este joven y elusivo representante del avant garde.  Un cambio de guardia que refresca con su propuesta evidentemente contestataria, la dinámica posguerra con otro código de comunicación que en definitiva, desatará reacciones.  De acuerdo con las nuevas vertientes artísticas y conceptuales, el arte no solamente nació como mero alimento estético del alma, sino como un viaje iniciático que reta nuestra más primitiva capacidad de reacción ante los estímulos sensuales.  Sin mayor preámbulo, la Galería Christian presenta orgullosamente el genio de… ¡Pierre Brassau!

En esa lluviosa noche del occidente sueco, los asistentes a la Galería Christian tomaron agradecidos de la charola del mesero el vino de honor ofrecido. La mayoría se trataba de críticos de arte provenientes de la península escandinava ávidos por elogiar o destrozar, dependiendo del humor con que se hubieran levantado. Aunque, con justicia, la crítica también es un asunto generacional dominado por la historia personal y global. El avance del pensamiento creativo se motiva por los embates del medio ambiente y nuestra reacción a ellos. En febrero de 1964, cuando tuvo lugar la exposición,  Kennedy había sido asesinado unos meses antes y en México terminaba el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines. Mi madre estaba en el antepenúltimo mes de su embarazo de mí (por si estaban con el pendiente).  El mundo se estaba preparando para un salto cuántico en la manera de ver, sentir, vestir,  percibir la cultura (no por causa de mi nacimiento, que conste. No he llegado a esos niveles mesiánicos).  Los Beatles habían iniciado su asalto a la economía discográfica norteamericana y dejaban el provincialismo de su Liverpool natal. Había un cambio en el aire. Los baby boomers, esa generación nacida luego de la Segunda Guerra Mundial, estaban sustituyendo a sus predecesores en la toma de decisiones, si no en el ámbito político, en sus expresiones culturales (considerando la definición de cultura como todo lo que el ser humano hace y es desde al alba hasta el poniente); tendrían una lapidaria repercusión en el pensamiento y economía no sólo del mundo occidental, sino del némesis tras la cortina de acero.  Un reordenamiento de los derechos civiles y sociales cuya onda de choque sigue reventando en las costas del pensamiento conservador patrilineal.  Y sí, señora, señor, el arte es ni más ni menos que el medio de expresión del momento en que vivimos con la  percepción de la realidad y  escapes fantasiosos.  No en balde, Stan Lee, Steve Ditko, Jack Kirby, etcétera, hicieron un imperio visual reinventando las nuevas mitologías.  Warhol, Lichtenstein, Rauschenberg echaban mano de la poderosa narrativa del cómic y las escenografías brutalmente descriptivas de la miseria y las pasiones humanas. ¿Sería ese el contexto en que se alimentó nuestro Pierre Brassau? ¿Qué sabíamos de él hasta esa velada sueca? Prácticamente nada; un obscuro pintor francés sin pasado con apenas cuatro cuadros expuestos compartiendo espacio con otros creadores plásticos de España, Suecia, Noruega, Inglaterra, Austria, Italia. Lo poco que se pudo filtrar a la prensa especializada es que Brassau mostraba una debilidad por el azul cobalto y por… los plátanos.

Dice una máxima de la publicidad y propaganda que lo importante no es que hablen bien o mal de ti, sino que hablen.  Que estés en boca de todo mundo y marques agenda. No hay nada más desesperanzador que el que nadie se acerque a preguntarte nada cuando lo tuyo es la promoción para lograr una meta. Eso se aplica en todas las manifestaciones artísticas, sociales y desde luego, políticas. ¿Qué escribió la crítica sobre lo que pudo ver y analizar del nobel pintor?  Un ejemplo lo pone el prestigiado Rolf Anderberg, del matutino Posten, declarando febril que… “Pierre Brassau pinta con pinceladas poderosas, pero también con una clara determinación. Sus brochazos giran con fastidiosa furia. Pierre es un artista que ejecuta con la delicadeza de una bailarina de ballet”.   El resto iba por el mismo rumbo. No cabía nadie más aquella noche que Pierre.  Ahora que lo recuerdo, sí hubo alguien que escribió… “Sólo un simio pudo hacer esto”.  Lo redactó Fulano de Tal, cuyo nombre y medio escaparon al escrutinio de la historia.

Un actor interpreta a un personaje. Se le atribuye a Shakespeare decir que los actores son grandes mentirosos que por un rato se hacen pasar por quien no son. En un entorno teatral o cinematográfico, la mentira es de común acuerdo entre el histrión y la audiencia.  En esas horas de evasión, haces un contrato y decides permitirte creerle al director, al escritor y al talento artístico con diversos resultados.  La política, sin embargo, nada en mares más tormentosos; el flautista de Hamelin seduce nuestra necesidad de creer y la doblega a pesar de que muy en el fondo, en ese inframundo de las miserias, sabemos que nos volverán a engañar. No intelectualizamos para evitar el dolor del ego lastimado.

Sin querer, el despiadado y desconocido crítico llegó a la verdad.  Creyendo conseguir su mejor e ingenioso insulto, abrió la ventana a un nuevo universo de investigación científica que nos acerca a los antepasados comunes.  Los lectores que no conocían esta historia, merecen que les cuente la media verdad o media mentira: Pierre sí existió, pero su nombre era la alternativa sajona “Peter”.  No era francés, sino originalmente belga; había nacido en el territorio que unos años después se independizaría con el nombre de República del Congo. Le encantaban las bananas y las consumía a montones mientras chupaba color azul cobalto de su paleta y hacía esos brochazos furiosos con la ligereza de una ballerina.  La exhibición pictórica en Gotemburgo fue real y hubo quien compró la obra de Pierre/Peter. La presentación a la velada artística con la que abro esta bitácora, salió de mi retorcida imaginación jugando al novelista histórico.  Peter pasó el resto de su vida cómodamente instalado en Londres gozando de su fama; no cualquiera es padre de una nueva e insospechada corriente artística: le llamaremos art-singe.

¿Olvidé decir que Peter era un chimpancé común? Yo y mi memoria.  Cuidado en quiénes hacemos reposar la credibilidad. Por muy monos que parezcan.

Iñaki Manero.

 

Bitácora de viaje XXXVII

por NellyG 2 agosto, 2023

 

 

ERA INVISIBLE Y ME ESTABA EMPEZANDO A DAR CUENTA DE LAS EXTRAORDINARIAS VENTAJAS QUE OFRECÍA SERLO. EMPEZABAN A RONDARME POR LA CABEZA TODAS LAS COSAS MARAVILLOSAS QUE PODÍA REALIZAR CON ABSOLUTA IMPUNIDAD.

– EL HOMBRE INVISIBLE, H.G. WELLS.

 

Recuerdo haber leído este clásico de la ciencia ficción a los 9 o 10 años.  Wells lo había publicado mucho tiempo atrás (1897), además de otras joyas de la especie,  como La Guerra de los Mundos y La Máquina del Tiempo. Junto con Verne y antes que éste Poe y antes que éste Cyrano de Bergerac, son los padres del género de anticipación o Ciencia Ficción, hoy título muy manoseado por quienes pretenden vendernos ese nombre ya contaminado con la fantasía y todas sus variantes (no me quejo, hay historias muy disfrutables como algunas que se presentan en cómics y en el universo de Star Wars). Por ser anticipación, ¿tenían estos escritores poderes especiales de adivinación como los viejos profetas bíblicos? Cierto, el viaje en el tiempo no es una realidad (que sepamos) o la invisibilidad, pero para allá vamos, según los prospectistas; también está la tan discutida y temida inteligencia artificial planteada por Asimov con sus robots positrónicos. La respuesta es no.  Lo que estos escritores tenían y tienen es un admirable sentido común para darse cuenta de lo que les rodea y en qué se puede convertir en el futuro inmediato o lejano. Porque la ciencia ficción no se trata nada más de tecnología, cohetes y alienígenas. No únicamente las ciencias físicas y biológicas; la psicología, sociología, política, antropología, derecho, teorías de la comunicación, son campo muy fértil para desarrollar ficción basada en la ciencia.  El género, para los escritores (quienes por fuerza deben tener conocimientos teóricos  y prácticos más que avanzados, (muchos de ellos tienen hasta doctorados, como Carl Sagan, recordemos su inmejorable Contacto de 1985), es una forma de comprobar hipótesis de trabajo y seguir elaborando en la teoría de una forma novelada y entretenida.  Si a la postre resulta comprobada, es ciencia y si no… es ficción.  O puede esperar todavía unos años en el cajón, como por ejemplo la teleportación de Star Trek; hay cierta factibilidad científica pero todavía no sabemos cómo regresar al capitán Picard al Enterprise sin que las moléculas de su cuerpo ocupen un lugar por otro.

Regreso al punto de partida con nuestro Hombre Invisible. ¿Quién no ha imaginado no ser visto y poder estar, con las precauciones necesarias en lugares y conversaciones prohibidas indetectable?  Seguro alguna vez, por mucho que la decencia nos cancele, la posibilidad perversa pasó por la mente. Algunos habrán ido más lejos considerando esta facultad como una manera de burlar las leyes y obtener beneficios no imaginados. O al revés, usarlos en bien de la ley y la justicia, como Sue Storm de Los Cuatro Fantásticos o los personajes de las series setenteras El Hombre Invisible y El Hombre Géminis (¿alguien recuerda el reloj que lo hacía desaparecer?).  Me quiero detener en un ejemplo clave sobre el prurito de actuar sin límite y cómo la ciencia ficción puede aplicarse en las ciencias sociales.

 

Nombrada casi igual que el original de Wells (To see the Invisible Man), en 1963 (recomiendo la adaptación que Dimensión Desconocida hizo para la televisión en 1985), se trata de un cuento corto del escritor norteamericano Robert Silverberg situado en un futuro en donde la dinámica del castigo corporal a la comisión de delitos ha cambiado radicalmente. Los sentenciados van libres por el país llevando una marca en la frente que todo el mundo debe identificar. Esta marca prohibe cualquier comunicación verbal o no verbal con el estigmatizado; éste podrá ira a donde quiera y entrar a cualquier lado pero será socialmente invisible para cualquiera salvo para drones que siguen de cerca el comportamiento de la comunidad en especial de los “marcados” durante el tiempo que dure la sentencia. Silverberg explora de manera profunda el proceso de alienación que experimenta el “invisible” cuando le es arrancado uno de los mayores bienes de nuestra especie: la socialización. Bien decían los abuelos que el desprecio mata más que el puñal envenenado.

Pero también invisibilizamos por decisión y no por coerción o mandato oficial. Moralmente nos sentimos ofendidos por la pobreza, la desigualdad, el maltrato, la prepotencia de las autoridades o su inacción y echamos mano del pensamiento mágico de que “si no lo vemos, no existe”.  Lo del gatito de Schröedinger es teórico, no nos vayamos con la finta.  La corrupción y el poder absoluto que corrompe absolutamente, como dijera Lord Acton, funciona como el manto de invisibilidad de Harry Potter. Permite, al contrario del cuento de Silverberg, que quien se arropa con él pueda torcer la ley a sus anchas sintiéndose invulnerable; pisar a los demás, estacionarse en lugar para personas con discapacidad, extorsionar comerciantes, matar perritos a balazos, fusilar a familias enteras o mentir descaradamente ante millones a pesar de que la falacia es más endeble que un mazapán. Cuanto más largo el manto, mayor percepción de invulnerabilidad, mayores monstruosidades, arbitrariedades y atrocidades.

SPOILER ALERT:

A pesar de ser un clásico escrito a finales del siglo XIX, habrá quienes tengan el deseo de leer la novela de Wells, así que si no quieren que se las estropee (ninguna de las versiones cinematográficas le hacen justicia, mejor lean), pueden dejar el texto aquí y les agradezco, como siempre y para siempre,  la atención a esta Bitácora.  Dicho lo anterior…

Griffin, el misterioso, resentido y acomplejado científico que descubrió la fórmula para conseguir la invisibilidad nos deja una lección que no hemos aprendido y tristemente seguiremos cometiendo los mismos errores: el poder no es para todos. La sensación de impunidad tiene un costo y una consecuencia y como sucede en las reacciones químicas, en las ciencias sociales también se llega a un punto crítico de tolerancia…

“- ¡Cúbranle la cara! – gritó un hombre-. ¡Por el amor de Dios, cúbranle esa cara! Alguien trajo una sábana de los Jolly Cricketers y después de haberle cubierto, le introdujeron en la casa. Y allí fue donde, sobre una sucia cama, en un dormitorio mal iluminado, rodeado por un grupo de campesinos ignorantes y excitados, capturado y herido, traicionado y sin inspirar compasión alguna, Griffin, el primero de todos los hombres que logró hacerse invisible, Griffin, el físico de más talento que el mundo ha conocido, terminó en infinito desastre su extraña y terrible carrera. “

– Herbert George Wells.

 

Iñaki Manero.

 

Bitácora de viaje XXXVI

por NellyG 1 julio, 2023

LA FRATERNIDAD ES UNA DE LAS MÁS BELLAS INVENCIONES DE LA HIPOCRESÍA SOCIAL.

– GUSTAVE  FLAUVERT

 

A más de tres kilómetros de profundidad, reposan (si es que irse desintegrando poco a poco es reposar) los restos de tremenda obra de ingeniería naval tan perfecta que ni Dios la hundiría.   Yo no dije eso, que conste.  La moraleja: No escupas para el cielo porque te mandan un iceberg en la madrugada. Perfecto ejemplo para ilustrar el pecado de soberbia versión 1912.  Mil quinientas personas, más o menos, son parte de la composta marina que ha contribuido al ecosistema abisal del Atlántico norte, muy cerca de Canadá.  ¿Hizo la muerte distingos?  No para quienes no llegaron a los botes salvavidas, menos de  los necesarios para que todo mundo tuviera un lugar y una oportunidad.  La historia y la magnífica recreación que hizo James Cameron de la tragedia (el resto una telenovela que vale la pena chutarse por la belleza técnica con que está ambientado el filme), nos cuentan escenas en donde bailan la mayoría de las pasiones humanas. Se documentaron actos que representan fielmente la flema inglesa como la decisión de la banda de música que siguió tocando mientras algunos pasajeros se mataban por encontrar un lugar en los botes. Escenas de estulticia, como el no considerar la presencia de masas de hielo desprendidas del Ártico los últimos días de la primavera boreal o escenas de amor decimonónico, como la del acaudalado empresario Isidor Straus que optó por quedarse en la cama abrazando a su esposa esperando el toque helado de la muerte; más bien la decisión fue de ella, porque sabiendo que por ser mujer de primera clase tenía asegurado el espacio en el bote, no quiso abandonar al amor de su vida (aunque Isidor, por su condición de acaudalado empresario, fácilmente habría negociado un sitio y salvarse también).  Por cierto, los Straus fueron los fundadores de la famosa y exclusiva tienda Macy´s, en Nueva York; la que organiza los tradicionales desfiles con globos cada día de Acción de Gracias.

El Titanic se fue a pique por, decíamos, la soberbia y sin ser la peor tragedia marítima de la historia (ese sitio lo ocupa sin discusión el hundimiento del buque alemán de pasajeros Wilhelm Gustloff, torpedeado por un submarino ruso en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial; 9343 personas, la mayoría refugiados y heridos, mujeres, infantes, personas de la tercera edad, perecieron  en las gélidas aguas), sí se convirtió en paradigma y en estrella de la cultura pop internacional. Para contar la historia por enésima vez, el cineasta James Cameron bajó en repetidas ocasiones (en total, más de treinta) hasta el abismo para obtener de primera mano filmaciones y datos lo más alejados de la fantasía posible y recrear, con algunas licencias literarias y cinematográficas, la lírica y la épica; tal vez el insumergible de la White Star Line podría representar un presagio de que el siglo XX remodelaría el rostro del mundo.

Dejemos a Cameron, quien confesó a Playboy que hizo la película para pagar sus aventuras submarinas y…  corte a…  2023, un quinteto se sumerge en el Atlántico norte dentro de un batiscafo llamado Titán.  El nombre no solo nos debe referir a los mitos griegos, sino a algo más escalofriante; acérquense al fuego y lean:  se publica la novela Futility de un marino norteamericano con prurito de escritor llamado Morgan Robertson (a quien algunos también le atribuyen la invención del periscopio).  En el relato, se narran las aventuras del héroe John Lee Rowland, borracho exteniente de la marina de los Estados Unidos y su odisea a bordo del trasatlántico Titán, de su escape del barco luego de que éste chocara contra un iceberg salvando también la vida de una niña mientras brinca a un témpano de hielo frente a las costas de Terranova, en Canadá. No sé por qué en mi particular casting para la película que nunca haré de la novela, me viene a la cabeza Bruce Willis para el personaje principal. En fin. Titán era considerado insumergible y la mayoría de las muertes se producen por la falta de botes salvavidas.  Futility se escribió en 1898, plagado de semejanzas con el infortunio que ocurriría 14 años después casi en el mismo sitio y en condiciones parecidas.  Ambos barcos, comenzando por el nombre, guardaban similitudes asombrosas en circunstancias y medidas. Dejemos las hipótesis para otra ventanilla.  Volvamos al domingo 18 de junio pasado y la expedición del otro Titán, el sumergible de 6.7 metros de longitud operado por la empresa Ocean Gate manejado por el piloto desde adentro con un… control de videojuegos.  Unos minutos después de la inmersión rumbo a los restos del histórico Titanic, se perdió para siempre la comunicación con Titán.  Hallazgos cerca de su pretendido lugar de destino fueron identificados como parte del batiscafo. La historia a priori: Titán implosionó destruido por la presión oceanica a más de tres kilómetros de profundidad.  Los tres pasajeros y dos tripulantes, en un acto misericordioso de la física, tal vez nunca se enteraron de lo que les sucedió.

¿Qué tiene que ver la frase de Flaubert con lo que malamente he comentado? Tal vez se pregunten mis amigos a quienes espero entretener lo suficiente como para amablemente haber buceado entre letras y párrafos hasta aquí.  Mientras el mundo estuvo horas en vilo, unos expectantes, otros angustiados, otros creando memes de comicidad culposa y los medios masivos de comunicación nos frotábamos las manos con una historia que, terminara como terminara, era una bomba informativa para llenar horas y horas de contenido, miles de millas náuticas hacia el este, en otro mar, en otro contexto, quinientas personas, mujeres, niños, hombres, eran dados por ahogados en tal vez la peor tragedia de que se tiene registro en la historia de la migración humana. No eran turistas que pagaron un cuarto de millón de dólares cada uno por vivir la gran aventura abisal; eran seres humanos que escapaban de la pobreza, la violencia, la locura. Almas desesperadas jugándose la última carta para aspirar a que su familia tuviera un mejor presente y no un inconcebible futuro, obscuro como el fondo del Tirreno, cerca de la costa de Grecia. Pero pudo ser en el Bravo o en el desierto de Sonora o en el fraticida paralelo 38 entre las dos coreas.   Y honestamente, ¿a qué caso se le dio mayor cobertura y qué nota abrió más el apetito de una hambrienta opinión pública?  Tal vez Netflix o cualquier otra gran plataforma de entretenimiento con la versión dramatizada nos regale una respuesta y eso, será lo que esté más cerca o más lejos de nuestros corazones. ¿A cuántas brazas de profundidad perdemos la luz?

Iñaki Manero.

 

 

 

Bitácora de Viaje XXXV

por NellyG 1 junio, 2023

   CUALQUIER TECNOLOGÍA LO SUFICIENTEMENTE AVANZADA ES INDISTINGUIBLE DE LA MAGIA.

                      – Arthur C. Clarke.

 

Juan se despertó sobresaltado esa mañana; fue por el detector de humo instalado en el techo de la salita, muy cerca de la ventana. Otra vez, el humo del cigarro de su vecino de al lado disparó el dispositivo demasiado sensible. Como si tuviera tiempo que perder. Apagó el aparato y se movió un par de pasos a su mínima cocina para sacar del refri un plato con comida congelada y deshidratada. No tenía tiempo para más; había que correr a su cita médica. Hacía tiempo que tenía una molestia para respirar y fuertes dolores de cabeza; el médico le había enviado una tomografía computarizada para encontrar la causa e iniciar el tratamiento. Recién la tarde anterior sostuvo la consulta con el otorrino por videollamada.  Antes de comer, revisó su medidor de glucosa. Religiosamente, desde niño cuando le diagnosticaron diabetes tipo 1, la disciplina ha sido fundamental para llevar una vida lo más cercano a lo normal y este cacharro de reciente adquisición era un alivio que le evitaba toda la operación del pinchazo. El aparato mide y administra, según convenga.

Mientras salía de su edificio, contempló de reojo las paredes en busca de grietas; había temblado recientemente y quien le vendió el piso, aseguró que éste tenía tecnología antisísmica. Para su alivio, en efecto, no había grietas o fisuras.  En la puerta, lo despide el conserje con una sonrisa y el recibo de la luz.  Fue muy buena idea convencer a la junta de vecinos de instalar paneles solares en la azotea; la cantidad bimestral bajó considerablemente.  Al entrar a la cochera, lo esperaba su automóvil; hubiera jurado que para su mala suerte, se encontraría con una llanta ponchada, pero ahí estaban las cuatro: bien infladas y listas. Sí, cada día las hacen mejor.  Al abordar, el asiento del copiloto estaba lleno de palomitas de maíz: lo había olvidado. Anoche, regresando del cine, su novia, en un enfrenón, tiró parte de lo que sobraba en el cartón y se desparramó por todos lados. No importa, de regreso del médico lo limpiaría con la aspiradora portátil inalámbrica que siempre guarda en la cajuela. Por cierto, nota mental, de regreso no debía olvidar pasar por una lata de fórmula para el bebé de su prima que vive en el piso de arriba.

Ya en el hospital, se maravilló del nuevo purificador de aire que instalaron en todo el edificio. Luego de ser recibido por la enfermera, saludó al médico, viejo amigo suyo, quien antes de cualquier cosa, le tomó la temperatura con el termómetro infrarrojo de oído; costumbres que permanecen de la pandemia. Se alegró de que, luego de revisarlo, le dijera que la tomografía no era necesaria. Moviendo ágilmente el ratón de su computadora, le mostró los estudios anteriores y le explicó el tratamiento a seguir. Se despidieron con un abrazo y al dejar el hospital pasó por la tienda de colchones contigua; había promoción en almohadas hechas con espuma viscoelástica, mejor conocida por su término sajón ‘memory foam’, que garantizaba un mejor descanso. No lo pensó y se compró dos. Ojalá le ayuden con su problema de cuello y espalda. Ya en casa y un buen vaso de agua salida del filtro. Increíble cómo el aparato es capaz de producir agua limpia e insípida de la misma humedad ambiental; su abuelo, siempre escéptico, no habría dado crédito. Sacó una de las almohadas, se acomodó en el sofá de la salita, se calzó los audífonos inalámbricos conectados por bluetooth y dejó que girara el mundo. Un mundo plagado de fantásticos desarrollos.

A mediados de la década de los 80, el envío de dos satélites mexicanos de telecomunicaciones, el Morelos I y II, reavivaron el interés por crear una instancia seria y sólida que hiciera despegar a México hacia otras alturas; desde luego, el que el doctor Rodolfo Neri Vela se convirtiera en el primer astronauta de nuestro país al participar en una misión de transbordador espacial para lanzar el segundo de estos satélites y realizar experimentos en órbita, aceleró este proceso que con justicia había iniciado desde finales de los 40 con esa inercia adquirida por estar del lado correcto en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.

Desafortunadamente, los planes sexenales, la desidia, la corrupción y las taras ideológicas pusieron al proyecto a seguir soñando con las estrellas. Luego del catastrófico sexenio de López Portillo, quien por cierto desapareció la Comisión Nacional del Espacio Exterior, la hazaña del doctor Neri fue el propulsor que esperábamos para que el proyecto venciera la gravedad, pero la cuenta regresiva seguía pareciendo eterna. Finalmente, el 31 de julio, día de San Ignacio, de 2010, a la postre de gravitar entre pesados asteroides y perderse en la tormenta cósmica del proceso legislativo, tomó altura la Agencia Espacial Mexicana.

Hay quienes socarronamente se siguen burlando y pensando que tener una Agencia Espacial Mexicana es una miserable pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo. Existen cosas más importantes, dicen. México no tiene la capacidad de enviar astronautas a ningún lugar. No tenemos bases, ni tecnología en cohetería. Es más, estamos a décadas de Brasil, hablando de América Latina, para tener una industria aeroespacial robusta como para fabricar aviones nacionales. Sin embargo, de repente hablamos desde la confusión y la niebla de la ignorancia. El doctor Neri Vela, el doctor norteamericano de ascendencia mexicana José Hernández y recientemente la primera mujer astronauta de nuestro país, Katya Echazarreta, son solo la dignísima parte más visible del esquema. Las naciones que participan en los programas espaciales no necesariamente apuntan a montar torres de lanzamiento en su territorio y plantar sus banderas en planetas del infinito y más allá; Utilizan los recursos de sus brillantes científicos en el desarrollo de nuevas tecnologías que le permitirán al género humano presente y futuro, expandir el conocimiento fuera y dentro de nuestro planeta.  Y además…

Juan se quedó dormido soñando con que pronto se graduará como ingeniero aeroespacial. Le emociona la posibilidad de dar un brinco hacia las ligas mayores. Desde niño devora los cuentos y novelas de Asimov, Clarke, Heinlein, Bradbury. Cree firmemente que la investigación hará un mundo mejor. De hecho, su día estuvo poblado de milagros: su bomba de insulina, la comida deshidratada, la aspiradora inalámbrica, el ratón de la computadora, las llantas resistentes, la absorción sísmica para edificios, las células fotovoltaicas, los filtros de agua, el detector de humo, la fórmula para el bebé, el termómetro infrarrojo, la tomografía computarizada, los audífonos inalámbricos o esa almohada de ‘memory foam’ que resultó tan buena compra…  todo, porque a alguien, en algún lado, se le ocurrió que la humanidad podría llegar más, mucho más lejos. Por cierto, Juan está trabajando en su proyecto de tesis. Tal vez con algunos ajustes, en unos años, Marte no quedará tan lejos…

Iñaki Manero.

 

 

 

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