You can´t always get what you want, But if you try sometime, you find, You get what you need. The Rolling Stones.
(3a. parte)
Mientras la mente trata de comprender qué pasó con lo que uno quiere expresar y lo que finalmente se envía a su editor, pasan cosas en medio que a uno le hacen sospechar sobre la existencia de dimensiones paralelas tipo La Cueva. Y si en la última entrega les llegó un batiburrillo de inconexiones al principio del escrito, siempre habrá un duende de la quinta dimensión que pague. Así de fácil, lo engañas para que diga su nombre al revés y desaparece dejándonos tranquilos durante un mes. A Supermán le funcionaba. Ojalá fuera tan fácil en este universo en donde los héroes sí mueren de manera innecesaria. ¿A quién hacemos responsables de los casi 60 mil muertos y contando? ¿A Lex Luthor? ¿Al Chupacabras (real o político)? ¿A alguna siniestra cofradía económica internacional? Recientemente me encontré con una simpática y demoledora foto tomada por enfermeras españolas en donde invitaban a quienes creen que el virus es un montaje a presentarse de voluntarios en los hospitales para ayudar a “trasladar enfermos y óbitos además de tareas de desinfección; se les dará mínima protección, al cabo según ustedes, el virus no existe”. Dudo que la invitación pletórica de ingenio mordaz tuviera respuesta en las legiones de escépticos de teclado. Incluso un Miguel Bosé, bailarín, actor, cantante, compositor de prestigio mundial, ahijado de Picasso, Visconti o Hemingway, cayó en la fiebre de desestimar cualquier cosa que huela a oficialismo, a pesar de que meses atrás, su madre, talentosísima actriz, falleciera por Covid 19. Estos arranques de opinismo sin fundamentos y basados en fuentes seudocientíficas normalmente se mantienen en el chisme sin mucha consecuencia hasta que son retomados por personajes con gran arrastre popular. ¿Deberían tener responsabilidad penal estos individuos que, aprovechando su estatus y víctimas de su propia ignorancia, provocan en la gente actitudes peligrosas para ellos y para la sociedad en general? Yo digo que sí. Y para abonar más al desprestigio del artista en cuestión, nunca asistió al plantón masivo que él mismo convocó incendiando redes. No importa sin son miembros de la farándula, la intelectualidad, las letras, el deporte o la política, abrir la boca siempre será la diferencia entre la guerra y la paz, entre la polarización malsana y el debate higiénico de las ideas y sí, en ocasiones, entre la vida y la muerte. Sin ir más lejos, ¿qué tanto pánico le tienen los secretarios y subsecretarios al Presidente, que muchos en su presencia no usan cubreboca y terminada la sesión, cuando el habitante de Palacio Nacional abandona la sala, discretamente se lo instalan siguiendo los dictados de todo el mundo menos el de las autoridades sanitarias de su país? Temor o lambisconería. Da igual. Tan irresponsable el jefe del Ejecutivo, como sus corifeos. Volviendo al cuestionamiento inicial, ¿de quién es la culpa de que seamos el tercer país con mayor letalidad en el mundo? Lo siento para los de un bando y para los del otro en esta guerra de basura dialéctica de tan ínfima calidad. Pero ambos tienen parte de razón. La responsabilidad es compartida. Un gobernante que pretende jugar el papel de invulnerable semidiós (con el refuerzo de cierto charlatán que insiste en que la fuerza de contagio del presidente es moral), para impresionar a una enorme base electoral acostumbrada al pensamiento mágico y un grueso de población que odia el que le digan lo que tiene que hacer porque jamás, en las últimas decenas de años, nos han puesto límites por aquello de la búsqueda del voto. Seguimos siendo eternos adolescentes a los que siempre les dijeron que sí a todo. Imponernos la mascarilla, faltaba más, es un atropello a nuestros inalienables derechos humanos. Cuando así conviene a la zona de confort, preferimos darle crédito a un cantante o a un “influencer” con pocos o nulos estudios, que a premios nobel (uno de ellos, por cierto mexicano) y autoridades sanitarias internacionales que avalan la medida del trapo en boca y nariz como parte del arsenal efectivo que habría podido desbaratar al SARS COV 2 desde hace varios meses sin sacrificar demasiado la economía global y familiar, ni qué decir las cuantiosas tragedias y orfandades. Ni el presidente ni la sociedad entendimos que el abrazo, el beso, el parque, la alberca, el restaurante, dependían de seguir por una vez las reglas. Un político a la antigua que se cree en campaña y una sociedad que no ha dejado de soñar con las estampas del levantamiento de Hidalgo en 1810. ¿Contra qué nos vamos a rebelar ahora y qué pasará cuando hayamos vencido? Quién sabe, pero tú, rebélate. La responsabilidad de esta catástrofe es pues, repartidita. No siempre tendrás lo que quieres – escribió Mick Jagger en 1969- pero si lo intentas, obtendrás lo que necesitas. El problema es que llevamos más de un siglo viviendo la utopía de la ley del mínimo esfuerzo con el mito de la gratuidad y esa ola, a golpes constantes de agua, termina por romper el dique social.
Fe de erratas: Si no se entendió el inicio de la colaboración anterior, no se apuren; yo tampoco lo entendí. El duende de la quinta dimensión cambió criminalmente las palabras. La cita exacta de Tito Monterroso es la siguiente:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.”
Un safín, safado…