Cuando escribo esta columna suceden cosas en nuestro entorno que nos ocupan y nos preocupan, pero para cuando el texto de la misma sale a la luz resulta que el entorno se ha modificado en solo 20 días, producto de esta vorágine de acontecimientos.
Originalmente me referiría en esta entrega exclusivamente a la falta de promoción turística de nuestro estado, pero antes de que esto pudiera salir a la luz surgió el asunto tan largamente comentado y difundido del decomiso de cajas de seguridad a cargo de la Seido, que sin duda da lugar a especulaciones, comentarios y análisis.
Se sucedieron también tantos y tantos temas, y por si fuera poco la ocurrencia de algunos diputados por intentar revertir lo logrado en el tan discutido asunto del huso horario en Quintana Roo. Así que el columnista se siente avasallado, atormentado y con temor de salir de nuevo con temas trillados en menos de un mes.
Seguimos sin Uber, sin que se apruebe la ley de movilidad, sin promoción, y continúa el temor por la inseguridad, aunque se trabaje seriamente en ello. Llevamos años hablando de la necesidad de campañas de promoción y relaciones públicas para nuestros destinos turísticos; el tema se ha discutido y debatido incansablemente desde que tengo memoria en Quintana Roo.
En los 80 se discutía con la existencia de aquel fondo mixto tripartita, en el que aportaban los gobiernos federal y estatal, así como hoteleros organizados, y se debatía por las decisiones en cuanto a la mejor agencia de publicidad y el sentido de las campañas; años dorados aquellos de la “isla legendaria de placeres milenarios”.
Los empresarios discutíamos y proponíamos desde la Coparmex, en la AMAV, y por supuesto en la Asociación de Hoteles; a veces nos escuchaban, muchas otras no, pero al final a tiros y jalones teníamos una promoción institucional, con entes oficiales bien reconocidos y estructurados, y aunque no siempre satisfacían las estrategias había un recurso suficiente y se empleaba de alguna manera consensuada.
El inicio de la debacle comenzó cuando al genio de Félix González, de triste memoria, se le ocurrió incrementar en 50% el impuesto, para pasar del dos al tres por ciento, lo que significaba alrededor de unos 10 millones de dólares adicionales al año, con la excusa de que el nuevo incremento iría destinado a obras de infraestructura turística. Nada más falso, la “ocurrencia” en realidad sirvió para fondear en buena medida la campaña proselitista de un tal Roberto Borge, ilustre desconocido por aquel tiempo, sin que se destinara un solo peso ni a la promoción ni a la obra pública.
Borge llegó al poder y la historia ya la sabemos, no solo no se transparentó el punto porcentual adicional sino que paulatinamente fueron descendiendo los recursos para los fideicomisos, provenientes del IAH, se incrementaron los adeudos, se redujeron las acciones de promoción, hasta que finalmente se ‘desetiquetó’ el recurso por decreto, se disolvieron los comités técnicos y la promoción quedó a la deriva y sujeta solo a las decisiones unilaterales, arbitrarias y egocéntricas del prepotente gobernador.
Hoy, más de tres décadas después, dos exgobernadores en la cárcel, otro desprestigiado y odiado pero aún con fuero; fideicomisos casi inactivos; muchos pero muchos miles de cuartos más y una mayor y mejor oferta turística, seguimos hablando, discutiendo y debatiendo sobre la necesidad de promoción, pero me parece que nunca más importante y necesaria que en este momento por muy diversas razones.
Es innegable que hay mucha mayor inseguridad en otras partes del mundo; que hay ciudades que son mucho más violentas en Estados Unidos que Cancún y que hay actos no solo delictivos sino hasta terroristas en tantas y tantas ciudades del mundo, que no se pueden comparar con nuestros índices. La seguridad para los turistas NO está garantizada en ninguna parte del mundo. Lo mismo fueron atacados turistas inocentes en el desierto de Egipto que baleados en un museo en el mismo país; lo mismo fueron víctimas de atentados violentos, lamentables y condenables turistas en París, en Madrid, en Londres que en Orlando, y finalmente Las Vegas tristemente también se cubrió de luto y consternación ante la mirada atónita del mundo.
No somos por mucho el único ni el más riesgoso destino turístico del mundo, pero requerimos de una extensiva campaña de promoción que ponga en alto los valores, las riquezas y los atractivos del Caribe mexicano, para que sea eso lo que mostremos al mundo.
El tema del alcohol adulterado, finalmente, que ha sido motivo de abusivos y tendenciosos comentarios por parte de medios en el extranjero, requiere también de una estrategia de promoción. La autoridad en la materia practicó auditorías en más de 200 bares y hoteles y solo encontró dos casos de alcohol adulterado en un par de ellos NO turísticos.
El impacto negativo del alcohol adulterado y sus consecuencias debería contrarrestarse con una campaña que destaque el enorme número de hoteles y restaurantes de Cancún y Riviera Maya que cuentan con Distintivos H, 5 Diamantes y una serie de certificaciones que dan cuenta de la calidad que se ofrece en el destino. Ante la alerta de viaje de Estados Unidos, que es como una simple tarjeta amarilla en el futbol, se requiere una adecuada estrategia de marketing y relaciones públicas, hoy casi inexistente, para el Caribe mexicano.