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Revista Latitud 21
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Presupuesto turístico

por Latitud21 Redacción 1 noviembre, 2016

¡Cuidado! Es la única exportación a prueba de ‘muros’.

Mi muy estimado Chucho Silva Herzog suele decir que debió haber sido secretario de Turismo antes de serlo de Hacienda y Crédito Público, pues habría entendido mejor las importantes razones que existen para apoyar con más presupuesto al sector turístico, que tradicionalmente  navega contracorriente en los temas de recursos públicos.

Quienes fuimos secretarios de Turismo vivimos la difícil experiencia de batallar contra los responsables de la Hacienda Pública, para hacerles entender que el turismo no se produce por una especia de generación espontánea, como bien lo dijo Francisco Madrid recientemente en un artículo de El Universal, sino que depende en buena medida de un amplio conjunto de políticas públicas que requieren, al igual que otras, de recursos financieros públicos. El colmo de los colmos en cuanto a ignorancia sobre el tema lo vivió el sector turístico cuando Felipe Calderón planteó la idea de terminar con la misma Secretaría de Turismo. A ese grado puede llegar la miopía de quienes toman las decisiones más importantes para el turismo en el país.

Miopía que espero sea temporal en el caso del actual gobierno de la República o que por lo menos no contagie al Poder Legislativo al elaborarse el presupuesto definitivo para el 2017. Me explico. En el Proyecto de Presupuesto para 2017 se plantea una reducción de 32.9% frente al presupuesto 2016 y de 52.3% si lo comparamos con el solicitado para 2015, reducción que, además, se concentra en los recursos que se transfieren a los estados.

Entiendo las razones para hacer un ajuste presupuestal de estas proporciones. Comprendo bien que la estabilidad macroeconómica depende en buena medida del equilibrio en las finanzas públicas. Soy consciente de las consecuencias que en otros tiempos de irresponsabilidad financiera hemos vivido como país y los costos que deben pagar los más pobres ante un escenario de inflación descontrolada.

Lo que no puedo entender es la desproporción en las cifras de gasto público cuando se habla de un sector que genera el 8.5% del PIB y que podría generar en 2017 más de 20 mmdd para nuestra lastimada balanza de pagos, la cual nos muestra que mientras la petrolera es deficitaria ya en alrededor de 10 mmdd, la turística es superavitaria en más de cinco mil.

Un sector que emplea a 3.5 millones de personas y al mayor número de jóvenes (de esos que ante la falta de oportunidades son cooptados por el crimen organizado), y que es el segundo empleador de mujeres. Un sector en el que se genera la única exportación que se salva de cualquier muro fronterizo o medida proteccionista. Podrá impedirse el paso de un huacal de naranjas a los EU, pero no detenerse a la familia que viajará a Cancún a beberse un delicioso vaso de jugo de naranja contemplando el incomparable azul del Mar Caribe.

Es cierto que la actividad turística no se realiza directamente debido a la acción del presupuesto que se asigna a la Sectur y que, en ese sentido, probablemente impacta más el presupuesto de la SCT en infraestructura carretera, portuaria o aeroportuaria o el destinado a garantizar la seguridad en los destinos turísticos, o la que facilita los trámites de Migración o aduanas. Pero el presupuesto del sector se vuelve estratégico cuando se destina precisamente a la promoción de nuestro país en el exterior o a transferir recursos a los estados precisamente para afinar y fortalecer los atractivos de los destinos turísticos, como por ejemplo los Pueblos Mágicos (cuyo presupuesto sufre una disminución de más del 70%).

Asimismo,  algo que se ha vuelto mi obsesión es la imperiosa necesidad de lograr aumentar el gasto promedio por turista que nos visita, y esto se logra solo mediante el desarrollo de producto turístico, como el programa de Pueblos Mágicos (¡el más afectado!), que nos hacen un destino único en comparación con otros.

Situaciones como ésta deben forzar a la imaginación y creatividad. No tengo idea de lo que en cuanto a promoción piensa hacer Lourdes Behró, y más vale que sea algo de gran visión pues los problemas de imagen pueden lastimar seriamente al turismo. Haga lo que haga, me imagino que fortalecerá fórmulas que permitan convocar y concertar a otros participantes, cosa que hoy sucede tímidamente. Y en cuanto a recursos disponibles desaprovechados, Enrique de la Madrid deberá echar un ojo a los provenientes del Impuesto al Hospedaje, al DNI y a otras fuentes como las que se utilizan en otros países. A eso lo obligará el hecho de que presupuestalmente el monto para Turismo propuesto para 2017 sea menor al 0.10% del presupuesto de egresos total. Esa es la penosa realidad.

 

 

La cultura de la mentira

por Latitud21 Redacción 1 noviembre, 2016

Esfera Pública Marco V. Herrera

 

José Guadalupe Vargas define en su obra La Culturocracia Organizacional en México que el ser humano es un ser eminentemente social, vive y se desarrolla en una sociedad específica donde crea cultura. Menciona que la cultura social la definen Newstrom y David como “el medio ambiente social de las creencias, creadas por los seres humanos, las costumbres, los conocimientos y las prácticas que definen la conducta convencional en una sociedad”, y se refieren a que esta conducta convencional aceptada en una sociedad influencia todos los niveles conscientes y subconscientes del pensamiento que influye en las acciones que un individuo realiza, de conformidad con las expectativas de los demás miembros de esa sociedad.

Vargas afirma que los mitos y los estereotipos son construidos bajo el mismo proceso social y se convierten en una representación de sus costumbres, valores y tradiciones, y lo confirma con lo que González Torres establece sobre que “las sociedades construyen mitos y estereotipos para su propio consumo y que estos son a veces administrados desde los poderes, a veces como mecanismo compensatorio y a veces como soterrada subversión”. 

Esto viene a colación porque en el último año me he dado cuenta de que en México fomentamos la cultura de la mentira, y esto se hace como parte de la sociedad, pero también de una manera perversa de atacar desde los llamados poderes fácticos. Antes se hacía a través de rumores, chismes y chistes, ahora se generaliza vía WhatsApp y redes sociales, pero el efecto es el mismo, destruir a algún político o causa social. Un factor importante en este juego es que los medios masivos de comunicación, de ser jugadores principales ahora están pasando a ser una parte de la ola informativa y cada día van quedando a un lado de estos movimientos.

Veamos algunos ejemplos de las mentiras que se han fomentado en las clases bajas de la población, que siempre son de las que más se abusa y se les saca a la calle a defender mentiras o causas perdidas.

Primero, a los maestros de la CNTE y los normalistas se les saca a la calle con la mentira de que se va a privatizar la educación. En el mismo terreno, a la grey católica se le saca diciendo que la educación ahora va a ser de libertinaje sexual, de homosexualismo, y salen a la calle en remembranza de la Cristiada y pretenden hacer un movimiento similar.

En el caso del aumento del dólar, ayer un buen grupo de medios, analistas y en redes sociales achacan que la subida del dólar es por culpa de la visita de Trump y de que está cerca de que gane la elección; nada más simplista que eso, nadie toma en cuenta las explicaciones técnicas de los expertos, en la ola de quejas se crean mentiras en contra del poder central. Qué decir de cómo se utilizan los rumores a velocidad de twitter, Facebook o WhatsApp cuando se daba por hecho diferentes listas de cambios y enroques de funcionarios en el gabinete.

O qué decir del caso de Ayotzinapa, en donde en un asunto de componendas entre políticos locales y delincuencia organizada ahora es culpa del Gobierno federal. O en la última semana el caso de una nota falsa del periódico The Guardian, que causó un gran revuelo y ahora que el diario londinense se retracta y pide disculpas a nadie le importa y nadie retoma la información. Esto solo por mencionar los más famosos y llamativos, pero las páginas de los diarios, memes y mensajes dan muestra del tipo de sociedad que hemos creado, una sociedad con una cultura de mentiras. Damos por hecho lo que se dice y nadie verifica si es verdad o falso.

Como dicen los expertos, esta cultura de las mentiras, que estamos tan acostumbrados en México a usar en todos los terrenos, el social, el político y hasta en el judicial, está afectando el desarrollo social, el económico, nuestra educación, nuestra idiosincrasia y por supuesto nuestro futuro. Y lo peor es que pareciera que a nadie le importa. Esto hace también que nos convirtamos en una sociedad que ya no investiga, damos por hecho todo lo que nos dicen y somos presa de los poderes fácticos que con dinero mueven todas las redes sociales a sus anchas, y/o de personajes, candidatos y periodistas que ahora que empiezan a usar las redes sociales mienten sistemáticamente ante una sociedad totalmente muda y sorda ante las pocas verdades que ya nadie quiere encontrar o escuchar.

 

Emprendimiento

por Latitud21 Redacción 1 noviembre, 2016

Muchas acepciones se dan al emprendimiento, pero ninguna mejor descrita como “de una gran idea, surge un gran negocio”… palabras del fundador de Latitud 21, y caso que nos ocupa en el tema de portada, con Christian Sandoval, CEO de Grupo Zmart, un atípico joven que a sus 12 años comenzó a desarrollar su primer programa, a los 15 vendió su primer software administrativo y de facturación a una empresa de acero de México y a los 20 y tantos creó la empresa Grupo Zmart, que se ha convertido en una de las más prometedoras de la industria del desarrollo tecnológico de México, y a punto de despegar a Latinoamérica, aunque ya tiene participación en EU.

Y su prometedora andaduría empresarial nos lleva a pensar en Bill Gates, Steve Jobs o Mark Zuckerberg, titánicos protagonistas del tema de emprendimiento y, de hecho, dentro del tema cibernético. Los tres fueron también casos atípicos, todos ellos grandes genios de Silicon Valley, quienes desarrollaron las grandes estructuras de la era digital: Microsoft, Apple y la red social de mayor éxito, Facebook.

Los tres innovaron el mercado tecnológico y lo dominaron, y lo que es más, lo hicieron viral para contagiar al  mundo entero a pesar del estatus, raza, creencias religiosas y políticas.

Y si bien en los cuatro, incluyendo Christian, se dio en jóvenes con una abrumadora capacidad emprendedora, y con el tiempo empresarial, no tuvieron, de entrada, el acceso a la financiación, pero hicieron uso de sus capacidades innovadoras para llegar a los inversionistas ángeles, quienes apostaron a sus proyectos para hacer negocio. Y este milagro tecnológico no hubiese sucedido sin ellos, y esto es un tema cultural que debiera trascender en pro de la economía y el progreso de cada país.

En ese sentido México se encuentra arriba del medio, con una posición 62, de una lista de 118 países, de acuerdo con el índice Global de Emprendedurismo y Desarrollo (GEDI por sus siglas en inglés), y en el lugar 57 en actitud de emprendedores.

Casos hay incontables, sí, pero aún hay largo camino por recorrer, e involucra a varios actores, incluyendo a instituciones gubernamentales para promover y apoyar la cultura del emprendimiento. Pero todo debe provenir, sin lugar a la duda, de la implantación de esta cultura en la educación básica, media y superior para fomentarla, lo mismo que la inversión en instituciones para la creación de nuevos procesos para el desarrollo de la tecnología y para la creación de incubadoras en apoyo a los emprendedores en su etapa inicial.

Y sin ningún paternalismo gubernamental, es evidente que se requiere de su participación activa para promover entre las instituciones financieras mecanismos para impulsar las inversiones de riesgo y entre el empresariado la filantropía de riesgo, considerando que hoy en día, siete de cada 10 empleos provienen de las Pymes.

Do otro modo difícilmente podríamos acuñar un nuevo dicho en la mentalidad del mexicano: “Del dicho al hecho, hay que tener una actitud emprendedora”…

Un circo sin animales

por Latitud21 Redacción 1 noviembre, 2016

Escuchaba en las noticias un reportaje que hablaba de la posibilidad que tendrá la generación de los millennials de vivir 100 años, con los adelantos en la ciencia médica y la información que tenemos respecto a los cuidados personales y la salud. Alguien me decía que ahora se escucha de mucha más gente muriendo de cáncer y con Alzheimer que antaño, y eso es cierto. En la Edad Media nadie moría de cáncer porque la mayoría de las personas moría joven, antes de los 50, y los que morían de cáncer se responsabilizaba a otro tipo de enfermedad. Nadie padecía de Alzheimer por morir en edad joven, y los que llegaban a esa edad con Alzheimer se consideraba que padecían de enajenación mental.

Los avances en la medicina actualmente son, sin lugar a duda, uno de los mayores privilegios de vivir en esta época, y lo que nos llevará a un reto aún mayor que el de una muerte digna. El reto de una vida digna.

Una vida digna a la que todo ser humano tiene derecho y que implica: un techo que proporcione protección a la familia, comida suficiente para alimentarnos saludablemente, oportunidades de educación y de trabajo y, por supuesto, acceso a la salud. Todo esto suena simple pero es mucho más complejo de lo que siquiera pudiéramos imaginarnos y requiere de una cantidad insospechada de recursos, que cada vez son más limitados.

Es por ello que cuando pienso en las necesidades infinitas que se tienen que atender, me indigna profundamente escuchar o saber que existan funcionarios públicos y gobernantes que se apropien para su beneficio personal de los recursos que la nación les da en administración.

Me decía alguien que los gobernantes deberían de administrar los recursos con el mismo tesón y cuidado con que lo hacen los empresarios con su empresa y sus propios recursos. Yo no estoy de acuerdo en esto. Se requiere mucho más cuidado aún por ser recursos del pueblo.

Y es que aun un empresario que sea el dueño al 100% de una empresa no es el dueño al 100% de los recursos que genera el negocio, pues éstos son fruto de bienes o servicios en cuya producción participan proveedores, bancos, empleados y gobierno, que en su momento cada uno reclamará su parte. Un empresario con socios tiene una mayor responsabilidad de responder a los inversionistas que le han depositado la confianza de los recursos.

Pero en cualquiera de estos casos, el ámbito de responsabilidad se restringe a un grupo limitado de personas: la familia, los socios, los empleados, los bancos, los proveedores. Gente que confió en esa persona y que tendrán que asumir el riesgo que tomaron al poner sus recursos en manos de un tercero.

Entonces, ¿cuál es la diferencia con el caso de un gobernante? ¿No es acaso lo mismo? ¿No sería el uso inapropiado de esos recursos el traicionar la confianza de un grupo tal vez mayor o de la persona que lo nombre y quien le confirió esa responsabilidad?

En mi opinión no es así. Esos son recursos de la nación y que deberán de ser utilizados estrictamente para lo que han sido destinados, por lo que el desvío de dichos recursos no es simplemente un delito de fraude o de abuso de confianza. El uso inapropiado de estos recursos es simplemente una traición a su propietario, una traición a la Patria y como tal debería de ser castigado.

Y si con ese rigor se tratara el uso y abuso de recursos públicos conseguiríamos dos grandes beneficios al mismo tiempo. El primero, que existirían muchos más recursos disponibles para satisfacer las interminables necesidades del pueblo. El segundo, que las oficinas de gobierno y muy particularmente los congresos se convertirían en un circo sin animales donde la diversión se concentra en los payasos y en los malabaristas. Al final, eso es lo que está de moda, ¿no es así? Larga vida al rey.

 

 

 

Eventos sustentables y neutrales de carbono

por Latitud21 Redacción 7 octubre, 2016

La industria de reuniones (en inglés MICE –de las siglas Meetings, Incentives, Conferences and Exhibitions) es una de las más dinámicas en nuestro país. Hace algunos meses la Secretaría de Turismo (Sectur) publicó el estudio ‘La importancia de las Reuniones en México’, que indica que esta industria tiene un valor de casi 25 millones de dólares anuales, derivado de la organización de 266 mil reuniones anuales y cerca de 29 millones de asistentes.

Y por supuesto, como sucede con cualquier actividad humana y económica, genera impactos ambientales y sociales, los primeros más medidos que los segundos; de acuerdo con Sectur, un participante gasta más del triple de agua, genera más del cuádruple de basura y muchas más emisiones durante un evento, en comparación con sus consumos en su vida diaria.

El potencial para minimizar los impactos de las reuniones es enorme; a diferencia de cualquier otro tipo de operación turística, en un congreso, convención, expo o viaje de incentivo sabemos muy claro (y en general con anticipación a que se lleve a cabo) el perfil, el número y en algunos casos los consumos que se van a generar en el evento. Por otro lado, tenemos un grupo de personas en un tiempo y lugar específico, y la posibilidad de involucrarlos en la disminución de sus impactos aumenta.

¿Cómo podemos avanzar en la organización de eventos sustentables?

Lo primero es tener muy claro que, como todas las decisiones en este tema, debe haber un compromiso desde lo más arriba de la empresa y un trabajo en los diferentes niveles de la organización; la conformación de un equipo verde para la organización de eventos, la medición inicial de los impactos y la identificación de las oportunidades de disminuirlos deben ser el primer paso, y de ahí hacia adelante.

Pero lo más importante es siempre trabajar sobre cinco principios básicos: prevenir, es decir, identificar qué podemos dejar de consumir, producir o generar; reducir consumos e impactos; tratar, como en el caso de aguas residuales o residuos que se reciclan o reutilizan; compensar, cuando no sea posible ninguno de los anteriores (como por ejemplo, la compensación de emisiones de CO2 por vuelos) y, por supuesto, comunicar: al equipo de ventas y organización de la empresa, al asistente al evento, al meeting planner, a los aliados, proveedores, entre algunos otros.

¿Qué beneficios genera a la empresa la organización de eventos con este enfoque de sustentabilidad? Primero, permite disminuir costos derivado del menor consumo de recursos; segundo, permite involucrar a los asistentes en acciones de conservación (como en el caso de compensación de emisiones) y generar una mayor conexión con el evento; en algunos casos da un valor agregado con organizadores de eventos que se preocupan por estos temas en la selección de destinos o sedes, y, por supuesto, mejora la imagen de la empresa y aumenta el valor de marca.

Y ustedes, ¿qué están haciendo para disminuir el impacto que generan sus eventos?

 

En la 21 y otras latitudes Octubre

por Latitud21 Redacción 30 septiembre, 2016

Con todo

Una cosa es innegable, y es que grupo Gicsa, de la mano de los Cababie, va siempre a la vanguardia, y no solo eso sino que donde pone el ojo, pone la bala… Me refiero al lanzamiento de su nuevo retoño, Explanada, un concepto diferente de centro comercial a desarrollar en varias ciudades -entre ellas el rey de los destinos turísticos, Cancún-, con inversión global cuantificada de siete mil millones de pesos.

El nuevo formato de centro comercial, que incursionará en Puebla con apertura prevista para septiembre de 2017, es una mezcla de servicios y entretenimiento, pues los recintos incluirán oficinas, gimnasio, centro de espectáculos, hotel, hospital, feria, boliche, tiendas de retail nacionales e internacionales, cines, restaurante y bares, lo que nos da más o menos una idea de la magnitud de los inmuebles bajo el concepto Mall Entertainment, que Gicsa puso sobre la mesa.

El formato de reciente lanzamiento, insisto, es ambicioso, pues incluso motivó la cancelación de proyectos de centros comerciales bajo la rúbrica La Isla, uno de ellos en Playa del Carmen, del que dimos cuenta en una entrega anterior.

Para darnos una idea de las dimensiones que tendrían los centros comerciales, la firma empresarial descartó la posibilidad de incluir un complejo bajo el concepto en la Ciudad de México, pues no hay un sitio adecuado y con el suficiente espacio en la capital. Se habla mínimo de 185 mil metros cuadrados.

A fin de medir la envergadura de la nueva apuesta de Gicsa, comentaremos que prevé en un primer paquete la apertura de cinco de estos enormes complejos, además de Puebla y Cancún, en Querétaro, Pachuca y León, aunque el plan a más largo plazo suma nueve Explanadas, incluyendo otras ciudades como Torreón, Aguascalientes y San Luis Potosí, para sumar 14 ubicaciones en los próximos cinco años.

 

Armonizando

Ocean Hotels by H10 ya está más que puesto para su próxima apertura marcada en calendario para el 15 de diciembre próximo, con lo que la firma española afianzará su presencia no solo en el Caribe mexicano sino también en la región en su conjunto, con recientes aperturas en Cuba y planes próximos para Uvero, República Dominicana, y Montego Bay, en Jamaica.

Entrados en gastos, el nuevo complejo bajo la rúbrica Ocean Riviera Paradise, en la Riviera Maya, es de consideración, pues pondrá a disposición 974 junior suites y suites, cinco piscinas, nueve restaurantes, 13 bares, heladería, un Mike’s Coffee, todo enmarcado en una experiencia All Inclusive.

Un dato relevante, y para ir acorde con los nuevos tiempos, en los que la sustentabilidad es lo de hoy para el desarrollo de proyectos – aunque también cabe decir que para muchos la oferta de llaves hoteleras en el Caribe mexicano es ya un exceso, pero la inercia del éxito en la zona sigue su curso-, es que las firmas, más que antes, anteponen el cuidado del entorno natural. Es el caso de los promotores de este proyecto hotelero, quienes recurrieron al rescate de espacios de flora como medida para asegurar la preferencia dentro de las nuevas tendencias que marca el turismo mundial.

En este sentido Ocean Hotels by H10 hizo la tarea, pues en el preámbulo de la próxima apertura de su tercera propiedad en Quintana Roo no solo llevó a cabo una ceremonia de armonización con la naturaleza, sino el rescate de 10 mil plantas endémicas, todas ellas en un periodo de seis años. La conservación de flora local fue clave para la creación de los jardines que enmarcan el nuevo resort cinco estrellas y permitió la creación de un vivero permanente que proveerá de plantas a las tres propiedades de la marca.

 

¡Por fin!

El sueño de décadas para muchos turisteros del Caribe mexicano y del resto del territorio  azteca se hizo realidad, y es que la entrada en vigor, apenas en agosto pasado, del nuevo Convenio Bilateral Aéreo entre México y Estados Unidos cambia las reglas de la actividad aeronáutica nacional, lo que en términos simples y llanos se traduce en más vuelos, lo que beneficiaría en lo particular al Aeropuerto Internacional de Cancún (AIC) y obvio a su operador, el Grupo Aeroportuario del Sureste (Asur).

Vayamos por partes. Este acuerdo termina con las limitantes que tenían los operadores aéreos para realizar de dos a tres operaciones por cada ruta entre ciudades de ambos países, lo que significa que ahora podrán participar más aerolíneas entre destinos.

Y ya varios sectores de la cadena turística se frotan las manos, pues la política también redundará no solo en el incremento de vuelos sino también de pasajeros, que de acuerdo con las expectativas repercutirá de manera favorable en los centros vacacionales del país, como es el caso de Cancún, que tiene la terminal con la mayor recepción de visitantes extranjeros.

Y para muestra un botón. Basta señalar que, de enero a junio del presente año, la terminal aérea -la segunda en número de operaciones, luego de Ciudad de México- ya reportó 14 millones de pasajeros, cifra que representa un 7.2% más que el mismo periodo del año pasado.

Además de Asur los beneficios se multiplican también para los demás grupos aeroportuarios que operan en el país y desde luego para la aerolínea nacional insignia, Aeroméxico, a través del joint-venture que se dará con Delta Airlines, con lo que incrementarían sus vuelos en un 20% en los próximos cinco años… Suena bien.

 

¡Todos al Caribe!

Parece que las previsiones turísticas para este año le harán el caldo gordo al Caribe, pues con todos los temas que están redireccionando los flujos hacia esta región, como el del terrorismo en Europa, permiten vaticinar un incremento de entre 4.5% y 5.5% en el arribo de turistas a la región, para superar los 30 millones de visitantes para el cierre del periodo, en comparación con los 28.7 millones registrados el año anterior.

Tanto la Organización de Turismo del Caribe (OTC) como especialistas en la zona reconocen que de hecho el año comenzó con muy buen movimiento, pues ya para el cierre del primer trimestre se reportó un aumento de 8.5 millones de visitantes internacionales a los países que integran el área geográfica.

En cuanto a volumen, son el Caribe mexicano y República Dominicana los que sin duda abanderan la causa, pues el primero es el líder en la región con casi 10 millones de visitas el año pasado, seguido de la también isla caribeña, que este año espera alcanzar la cifra de los seis millones de turistas, lo que hasta ahora va acorde con los pronósticos, ya que de acuerdo con el Banco Central de la ínsula para el periodo enero-junio la suma de turistas extranjeros fue de 3.6 millones.

Y en esta danza de millones participa sin duda Cuba, que espera llegar a 3.8 millones de turistas internacionales, con cierre al primer trimestre de 2016 con un crecimiento de 11.7% en relación con el mismo lapso del año pasado.

Esto es solo una probadita de lo que está pasando en los principales destinos de la región, pero recordemos que lo conforman un sinnúmero de sitios que también se perfilan en el gusto de los paseantes, como es el caso de Jamaica, Puerto Rico y St. Thomas, y demás islas de ensueño.

 

Ni cómo ayudar

Mal y de malas la situación que enfrenta la capital del estado, Chetumal, -aparte de la problemática en materia política, en la que no ahondaremos pues es harina de otro costal-, ya que de acuerdo con el Índice de Competitividad Urbana 2016 (ICU), del Instituto Mexicano de Competitividad (Imco), la débil ciudad ocupa un nada honroso sitio en esta materia.

Para entender la dinámica del análisis como debe ser, éste mide la capacidad de las ciudades mexicanas en diversos ámbitos y en el plano estructural, para atraer y retener talento e inversiones. “Una ciudad competitiva es una ciudad que maximiza la productividad y el bienestar de sus habitantes”, es lo que significa el Índice en palabras textuales.

Pues bien, el documento evalúa las 59 zonas metropolitanas del país, además de 15 zonas urbanas relevantes por el tamaño de su población o economía, de forma que la muestra se compone de un total de 74 ciudades. Éstas se constituyen por 367 municipios que concentran 62% de la población nacional, 76% del Producto Interno Bruto (PIB) y 90% de la inversión fija bruta.

En este universo, Chetumal se concentra en las ciudades de menos de 250 mil habitantes que forman parte del análisis y se ubica en el último sitio con una competitividad baja, además de ubicarse en lo global en el sitio 71 de los 74 que componen la muestra, y que rematan ciudades como Tulancingo y Orizaba.

En el otro lado de la balanza está Cancún, dentro de las ciudades de 500 a un millón de habitantes, con una competitividad adecuada, que no es la más alta del rango pero es mejor que la que observó en el Índice de 2014.  Cancún ocupa el lugar 13 del total. Y solo para no dejar, encabezan el indicador el Valle de México y San Luis Potosí, en el rango de ciudades con más de un millón de habitantes.

 

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