Nada me divierte ni me inspira más que emprender una idea o un negocio, por bueno o malo que este sea. Al frente de Dolphin Discovery he tenido muchas oportunidades de realizar ideas, algunas inclusive sin éxito, pero nunca intimidado por el riesgo al fracaso, ni mucho menos por lo difícil de la empresa. La apertura de algunos delfinarios hubiera hecho perder la paciencia al mismo Job; sin embargo, debo aceptar que puede más la obstinación de mi raza que el mismo sentido común. Ya hace más de 10 años, 12 para ser exactos, que Dolphin se internacionalizó al abrir su primer delfinario en las Islas Vírgenes Británicas y, a pesar del fracaso que más de uno auguraba a una empresa mexicana con espíritu de expansión, sigue recibiendo visitantes que llegan a ese destino en busca de experiencias como las que Dolphin ofrece. Hoy en día, Dolphin opera en seis países y muy pronto en algunos más, para llevar a esta empresa cancunense de la latitud 21 a otras latitudes, donde el sol ya se oculta cuando apenas se asoma en este hermoso paraíso caribeño. Y mientras más conozco, más me llena de orgullo ser un empresario en esta gran nación mexicana, pues en verdad que para sembrar y crecer una empresa en este México se requiere ser más que obstinado, un ingenuo kamikaze. Con la simple idea de constituir y formalizar una sociedad, empieza esta aventura de querer ser empresario. Acudir ante un notario para formalizar la constitución de la sociedad, reunir la documentación que te solicita, acreditar que los recursos no son ilícitos (porque se presume que eres un criminal que pretende, a tus 21 años, lavar los 100,000 pesos con los que aspiras constituir esta sociedad). Posteriormente, la pesadilla de obtener el registro ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), donde pedirás una cita que te darán en tres semanas para que, después de al menos tres cancelaciones, consigas tu Registro Federal de Contribuyentes (RFC), lo que a partir de ese momento, se convierte en el GPS con el que los gobiernos federal, estatal y municipal te habrán de hostigar y perseguir con la misma obsesión del inspector Javert a Jean Valjean. Y cuando crees que ya estás listo para iniciar, ahora comienza la pesadilla que es abrir una cuenta bancaria, donde de nuevo tendrás que demostrar que tu apellido Guzmán no tiene relación ni parentesco con el “Chapo”. Pero el calvario no termina, más bien se intensifica cuando tienes que sacar en promedio al menos 12 permisos, licencias y autorizaciones federales, estatales y municipales, además del proceso a seguir ante las cámaras empresariales y asociaciones a las que tendrás que afiliarte “voluntariamente”.
Desafortunadamente, nada de eso te lo enseñan en la escuela, ni en ninguna universidad, y lo entiendo, pues simple y sencillamente cualquier aspirante a emprendedor terminaría por decidir entrar a la administración pública o simplemente fundar un partido político con tus amigos del salón (no de clases, sino de la cantina) y 18 firmas más que reúnas entre tus seguidores de Facebook.
Es por ello que en Latitud 21 tenemos una misión, queremos seguir reconociendo a los héroes que, lejos de rendirse, día con día generan empleos y arriesgan su capital, aún en lugares como nuestro país, donde lejos de incentivar desmotivan al emprendedor. Y a 12 años de su fundación, queremos ir mas allá del reconocimiento para convertirnos en un promotor de la empresa, al lanzar próximamente nuestra primera convocatoria al EMPRENDEDOR 21. Por que est amos convencidos de que es la empresa el motor de la economía de toda sociedad, a pesar de todas las tribulaciones que se tienen que enfrentar y que, si me pidieran las explique, preferiría responder con la adaptación de una frase popular “al buen emprendedor, pocas palabras”. Arrivederci!!!!