México, y ahora particularmente los destinos turísticos de nuestro país, han ido avanzandovertiginosamente en el consumo de todo tipo de sustancias nocivas; pasamos muy rápido de ser un país de tránsito y enlace, a uno consumidor; en escalas menores, comparados con otros países, pero creciente de manera galopante.
El problema era que México y sus cárteles participaban del comercio y distribución hacia Estados Unidos principalmente, y también Europa, pero ahora el flagelo es que nuestros jóvenes están consumiendo drogas de distintos tipos desde temprana edad, lo cual es lamentable, muy triste y algo que debemos enfrentar.
Según diversos estudios y estadísticas, los jóvenes, por lo menos en Quintana Roo, están empezando a consumir desde los 11 años de edad, ante la pasividad quizá por desconocimiento, de sus padres, y de los gobiernos, que están siendo omisos en todos sentidos.
No se trata sólo de la represión, del combate a las drogas y la delincuencia que lleva aparejada, de los eventuales arrestos, o de las acciones contra narcodelincuentes; se trata de la preocupación, de manera especial de la prevención, o diría mejor, de la NULA prevención en la materia, para que nuestros jóvenes eviten entrar en ese terrible mundo que destruye familias, que acaba con los sueños, con el futuro de tantos y tantos, que podrían o que pudieron haber sido grandes.
Hoy nos preocupan los balazos, las agresiones e intimidaciones que genera el mercado y tráfico de las drogas, nos preocupa la imagen de nuestros destinos turísticos y -muy justificadamente- que los “malosos” -como les llamamos- van avanzando ante la inacción o complacencia del gobierno; pero me parece que muy poco o nada hacemos, ni gobierno ni sociedad, en materia de prevención, especialmente hacia nuestros jóvenes, nuestros niños, que enfrentan ya un serio peligro, que tristemente nadie quiere ver.
Antes, la droga pasaba por aquí, para ser consumida por turistas y para continuar su camino a Estados Unidos y otros países; hoy, ya no sólo pasa, aquí se queda y ha infiltrado a nuestras familias, está en las escuelas, en las fiestas, en los taxis y pareciera que nadie lo quiere ver.
Los jovencitos en Cancún, Playa del Carmen y seguramente otros sitios de nuestro estado empiezan con marihuana, algunos a los 14 o 15 años, pero sabemos que se la ofrecen desde los 11, como escribí antes; algunos la adquieren en la escuela, otros en las fiestas, algunos de “amigos” mayores, pero el tema es que una enorme cantidad ya están involucrados. Muchos de ellos, pasan de fumar eso, a consumir metanfetaminas, éxtasis, etcétera, y por supuesto, llegan a la cocaína. Muchos quieren salvarse, pero no saben cómo, entran en cuadros de depresión, algunos sufren de esquizofrenia y muy tristemente, algunos llegan al suicidio; y créanme, mis ocho lectores, que no estoy exagerando, conozco casos.
Muchos padres de familia ni se enteran, algunos porque trabajan mucho, algunos porque son divorciados y lamentablemente algunos porque ni les interesan sus hijos.
Este asunto atenta contra el tejido social, destruye a las familias, fomenta el abandono de los estudios y es caldo de cultivo para la delincuencia.
Me propongo, en conjunto con mi esposa, iniciar un camino para fortalecer los Centros de Integración Juvenil, si es que están dispuestos y aceptan nuestra ayuda desinteresada, y a construir con la ayuda y voluntad de muchos, un Centro de Salud Mental, el primero en Quintana Roo, uno de primer nivel, con el firme propósito de coadyuvar en este flagelo.
Buscaremos la ayuda de muchos, realizaremos eventos de recaudación y construiremos con la ayuda de los que deseen sumarse, una sociedad preocupada en su conjunto, por el asunto de las adicciones; que nos ayude a desarrollar una cultura de cero tolerancia hacia las drogas y de compromiso serio con el futuro de nuestros jóvenes. Es por las siguientes generaciones, es por ellos.
Muy pronto les digo cómo sumarse.