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La economía mundial entra a 2026 navegando en aguas donde nadie se atreve a gritar “crisis”, pero pocos se atreven a pronunciar “bonanza”. El planeta crece a un ritmo mediocre, atrapado entre tensiones geopolíticas, tarifas comerciales agresivas, cadenas logísticas aún inestables y gobiernos que gastaron demasiado en los últimos años. La era deldinero fácil terminó. Hoy, el que quiera crecer deberá ganárselo.
Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, se mantiene en expansión, sí, pero sin el músculo para arrastrarnos como antes. Su crecimiento se modera alrededor del 2%, su mercado laboral muestra señales de cansancio y su política comercial se ha vuelto un arma de negociación más que una estrategia de desarrollo. El mensaje es claro: depender de la economía estadounidense dejó de ser una garantía de prosperidad.
México, por su parte, llega al 2026 con un pie en la oportunidad y el otro en la incertidumbre. La expectativa realista de crecimiento oscila entre 1% y 1.5%. No porque falte demanda global —el nearshoring sigue vivo—, sino porque la confianza interna enfrenta sus límites. Reformas judiciales que generan dudas, una reforma aduanera que incrementa costos de cumplimiento, un marco fiscal más agresivo y un clima empresarial que percibe más riesgo que certeza. La inversión no huye, pero ya no corre; camina con cautela.
Y, sin embargo, hay un punto en el mapa donde el guion parece estar escrito con otra tinta: Quintana Roo. Mientras el país debate cómo crecer, nuestro estado vive en el epicentro de un fenómeno global: turismo, logística, talento creativo, conectividad aérea, infraestructura portuaria y una marca territorial que no sólo se reconoce, sino que se desea.
Hagamos un FODA realista del 2026
Fortalezas:
– El Caribe Mexicano es uno de los cinco destinos más deseados del planeta.
– Conectividad aérea superior, infraestructura turística madura y una reputación aspiracional que se refuerza sola.
– Un ecosistema empresarial que aprendió a sobrevivir crisis y convertirlas en innovación.
Oportunidades:
– El Mundial 2026: un imán de visitantes, contenido y consumo. No salvará al PIB nacional, pero sí puede mover la aguja del sur-sureste.
– FITUR 2026, con México como país socio, es una vitrina geopolítica: no sólo atraer turistas, sino inversiones, marcas y nuevas rutas.
– La consolidación de figuras simbólicas como Fátima —más allá de lo personal— funciona como narrativa: una cara femenina, joven y valiente para un territorio que necesita identidad en mercados saturados.
Debilidades:
– Dependencia histórica del turismo sin suficiente diversificación industrial.
– Déficits energéticos y logísticos que presionarán a las nuevas inversiones.
– Falta de políticas públicas alineadas a una visión de 2050.
Amenazas:
– Las reformas judicial, aduanera y fiscal: no por su intención, sino por su ejecución. El mensaje que reciben los inversionistas es de mayor carga, mayor riesgo y menor certeza.
– La volatilidad global: guerras, tarifas, tipos de cambio y la fractura silenciosa del orden económico mundial.
Entonces, ¿por qué Quintana Roo puede salir ganando?
Porque mientras la economía mexicana avanza como quien enciende un motor frío en invierno, Quintana Roo corre con el tanque lleno. No competimos sólo en precio, sino en experiencia; no vendemos estadías, vendemos estatus; no ofrecemos playas, ofrecemos pertenencia. Y en un mundo emocionalmente saturado, lo que se vende es lo que se siente.
