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Revista Latitud 21
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Vicente Ferreyra Acosta

Caribe mexicano sin arrecifes: ¿fin del turismo?

por Redacción 31 mayo, 2019

¿Se imaginan el Caribe mexicano sin playas? ¿Se imaginan querer comer una rica langosta local y ya no tenerla? ¿Salir a snorkelear o bucear y no observar vida marina? ¿O tener oleaje cada vez más fuerte debido a que perdemos nuestra protección costera?

Tal vez a muchos de ustedes no les pasa por la cabeza que esto pueda ser posible; sin embargo, desde junio de 2018 se ha registrado en la zona una enfermedad que es fulminante para los arrecifes y que pone en riesgo su supervivencia, y, por ende, su capacidad de brindarnos los servicios de los que hablo en el primer párrafo.

Esta enfermedad llamada Síndrome Blanco ha ocasionado en los últimos meses la pérdida de cobertura de coral en una proporción mayor a la que había sucedido en los últimos 40 años. Poco se sabe aún de esta enfermedad, pero lo que sí es un hecho es que se propaga de forma muy rápida y pone en riesgo a nuestro arrecifes, su vida marina y, por ende, la actividad económica del estado.

Una colonia de coral puede llegar a tardar cientos de años en crecer, y el síndrome puede acabar con ella en tan solo 40 días; por ello, investigadores, asociaciones civiles, universidades, gobiernos y sector privado se encuentran ya trabajando en estrategias para contener el problema, y para asegurar que el síndrome afecte lo menos posible a los arrecifes y, por supuesto, a nuestra economía.

Este tema es uno de esos que solamente podemos sortear si trabajamos a nivel destino conjuntamente, y eso es importante considerarlo porque la afectación de esta enfermedad no solo pega a los arrecifes sino que afecta a todos quienes trabajamos, vivimos y disfrutamos de este gran destino.

¿Qué pasa si no hacemos nada? Bueno, les comparto un dato: de acuerdo con Mark Spalding, en México el valor económico de los arrecifes suma cerca de tres mil millones de dólares por año, considerando en este valor tanto a aquel negocio directamente relacionado con su disfrute (snorkel, buceo) y lo que se llama valor adyacente. Si nuestro país genera 23 mil millones de dólares de derrama económica por turismo, esto significa que los arrecifes son responsables del 13% de esta derrama.

¿Se imaginan disminuir 13% la derrama económica en México? Las consecuencias para el país serían catastróficas, y a nivel destino estaríamos ante una de las mayores crisis económicas de las que hayamos tenido memoria.

Y ojo, no es una exageración, hay datos y cifras que así lo confirman; así que a trabajar todos por nuestros arrecifes, seguir recomendaciones de los expertos, no usar bloqueadores de ningún tipo; si visitan una colonia enferma eviten visitar otra para no transmitir la enfermedad; mejoremos la calidad de nuestras aguas, acerquémonos a los expertos para saber de qué otra forma colaborar.

*Director general de Sustentur, con más de 17 años de experiencia en el diseño de estrategias de turismo sustentable para destinos, empresas y organizaciones en México y Latinoamérica.

¿Se acuerdan cómo nos hemos sentado a la mesa para buscar soluciones a las crisis de seguridad, de impactos de huracanes, de sargazo o de imagen? Bueno, es momento de hacer lo mismo en este tema.

Yo sí quiero un Caribe mexicano sano, exitoso turísticamente, con arrecifes saludables y con turismo en el largo plazo. ¿Y ustedes? 

Nuevo impulso al ecoturismo

por Redacción 22 abril, 2019

«No tenemos una difusión especializada de nuestros activos naturales y tampoco hay un reconocimiento de la biodiversidad que tiene México»

Hace unas semanas el Consejo Coordinador Empresarial a través de la Fundación del Empresariado en México (Fundemex) -su brazo filantrópico- convocó a un foro llamado TurismoES cuyo objetivo fue hacer un análisis de la situación del ecoturismo1  en México.

Este encuentro servirá, entre otras cosas, para hacer llegar una propuesta a la nueva administración con el fin de impulsar el tema en nuestro país; y es que México al ser uno de los países megadiversos y albergar 10% del total de especies registradas en el mundo tiene un potencial muy importante para el desarrollo de este tipo de actividades de turismo de bajo impacto y en contacto con la naturaleza, aunque dicho potencial está desaprovechado.

Aquí algunas de las razones:

Primero, se requiere una mayor voluntad política y un impulso más decidido al tema en especial desde la cabeza del sector, la propia Secretaría de Turismo.

Ya que a pesar de los discursos, las acciones relacionadas con proyectos de sol y playa o de turismo cultural tradicional siguen privilegiando aquellos de un turismo de menor impacto ambiental.

En México no hay una estrategia ni una política pública sobre el tema, lo que genera también falta de coordinación en las entidades de la administración pública federal que apoyan el tema.

Segundo, un tema muy importante y que le pega no tan solo al turismo, pero que sí es un factor decisivo para viajar por el país, es la seguridad. Desgraciadamente cada vez es más complicado viajar por carretera a lugares remotos, que generalmente es donde se hacen este tipo de actividades.

Muchos estados del país han tenido una disminución muy importante de turistas debido a que no existen las condiciones de seguridad para hacer ecoturismo.

Tercero, hace falta trabajar en la vinculación de empresas de ecoturismo con el mercado. Existen muchos proyectos exitosos desde el punto de vista de la oferta pero que no logran tener ese acceso al turista, y en México nos hemos preocupado poco por ese tema.

Hemos dilapidado miles de millones de pesos en infraestructura, en capacitación, en formación de guías, en desarrollo de productos, pero nos hemos olvidado de la parte comercial, y cualquier proyecto sin una visión de negocios está condenado al fracaso. 

Por último, la promoción en este país sigue haciéndose de una forma muy tradicional, mostrando las bellezas que tiene nuestro país pero sin mostrar realmente la forma en cómo podemos aprovechar este potencial para el ecoturismo.

El sol y playa siguen siendo el gancho de la promoción y no tenemos una difusión especializada de nuestros activos naturales y tampoco hay un reconocimiento de la biodiversidad que tiene México.

Si no ponemos atención al tema del ecoturismo seguiremos desperdiciando un activo muy importante de nuestro país que no tan solo asegura la diversificación, sino que asegura también la conservación de nuestros recursos y sobre todo el bienestar de las poblaciones locales. 

Ojalá que este esfuerzo de hace unas semanas sea ahora sí una buena oportunidad para impulsar y sobre todo consolidar este tema a nivel nacional, y que no se quede como un buen intento que no prospera por la falta de voluntad y capacidad a nivel público para llevarlo a cabo. 

1.- A pesar de que el término para referirse al tema es turismo de naturaleza, y este incluye el ecoturismo, turismo de aventura y turismo rural, el autor hace referencia a ecoturismo para una mejor comprensión del tema. 

Vicente Ferreyra Acosta. Director general de Sustentur, con más de 17 años de experiencia en el diseño de estrategias de turismo sustentable para destinos, empresas y organizaciones en México y Latinoamérica.

Impuestos ambientales

por Latitud21 Redacción 1 febrero, 2019


En las últimas semanas ha habido un estire y afloje mediático relacionado con el nuevo Impuesto al Saneamiento Ambiental que se quiere implementar en el municipio de Benito Juárez, casa de Cancún, el destino turístico más importante de México.

Vicente Ferreyra Acosta
Twitter: @ sustentur  @vicenteferreyra

Declaraciones del sector privado han dado la vuelta, promesas del municipio de aplazar su puesta en vigor también se han escuchado, y finalmente parece que será una realidad, como lo es ya en el municipio de Solidaridad.

El tema de los impuestos a temas ambientales no es nuevo; muchos destinos europeos implementan desde hace años la llamada Ecotasa, que ha tenido sus detractores también pero que ha funcionado; y en temas como cambio climático, desde 1990 se han puesto en vigor impuestos al carbono, bajo diversas formas, en al menos 17 países y en varios gobiernos subnacionales.

Entonces, ¿por qué genera tanto ruido la implementación de este impuesto al saneamiento ambiental? Después de hacer un análisis del tema, creo que hay tres motivos:

El primero, una decisión unilateral: por supuesto que el implementar nuevos impuestos no es el tema más popular del planeta, y menos si no se le pregunta al afectado. Creo que la idea hubiera tenido una mejor aceptación si se hace en conjunto con el sector empresarial, que bien informado de los beneficios hubiera podido arropar esta iniciativa. Porque imaginen, ¿a quién no le gustaría que el turista se hiciera cargo de participar en la conservación de la naturaleza o en la resolución de la problemática ambiental? No imagino a nadie en su sano juicio estando en contra de ello.

Segundo, la desconfianza en las instituciones: seamos sinceros, en este país y en muchos de Latinoamérica priva la desconfianza ante cualquier decisión gubernamental, en especial si trae aparejado el uso de recursos financieros. Pero, ¿qué tan difícil es ser transparente? Si sabemos dónde se genera el recurso, en qué se usa, y vemos resultados y los damos a conocer, el nivel de incertidumbre se reduce.

Y la tercera, una adecuada estrategia de comunicación (sí, otra vez vuelve a salir el mismo tema): por un lado, el municipio no habla nunca de las ventajas de este impuesto, en un destino que es líder en turismo pero que también, hay que reconocer, requiere desde hace años acciones de saneamiento y restauración. No hemos sabido “vender” la necesidad, que al menos para mí es clara.

Tampoco hemos visto los beneficios, que son varios y que en lo personal no he visto comunicados en ningún lado: el destino aumenta su competitividad porque reduce sus problemas ambientales, los hoteleros innovan y tienen una herramienta poderosa para mostrar liderazgo en sustentabilidad, el municipio trabaja en alianzas público–privadas para resolver los grandes retos que genera ser uno de los destinos más importantes del mundo, el turista hace conciencia de su impacto, y a través de una aportación se compromete a minimizarlo.

En lo personal, no considero que el tema de pérdida de competitividad por el aumento de precios sea tan relevante como se ha dicho, aunque me queda claro que los grandes operadores presionan con los acuerdos y convenios de tarifa que ya están establecidos. Pero, ¿qué no también los grandes operadores salen beneficiados si tienen un destino sano? ¿No ayuda este proceso a generar buenas noticias que disminuyen el ruido que producen otros temas?

Yo sé que me dirán que es fácil ver al toro desde la barrera, y puede que sea verdad, pero a veces creo que nos hace falta alejarnos de nuestra perspectiva, dejar de tomar un rol preestablecido y ser más estratégicos en la toma de decisiones. Y siempre es útil, yo creo, tener a alguien que ayude a ver al toro desde otro ángulo.

Este es uno de esos claros ejemplos donde la ausencia de consenso, de trabajo coordinado, de empatía y (tengo que decirlo) de visión hacen que lo que pudo ser una iniciativa de beneficio para todos, quede en un caso más de enfrentamiento entre actores, que desde mi particular visión es lo último que necesitan nuestros destinos. 

Planear con incertidumbre

por ahernandez@latitud21.com.mx 9 enero, 2019

Inicia un nuevo año y, claro, esta etapa siempre es un buen momento para reflexionar lo que hemos hecho bien y mal y planear las acciones a futuro, siempre con la intención de mejorar en todos los aspectos de nuestros negocios, nuestra vida laboral y/o personal.

Y siempre, cuando hacemos planeación, nos encontramos con cierta incertidumbre que generalmente es previsible y manejable. Posibles cambios en políticas públicas, condiciones ambientales y previsiones de fenómenos hidrometeorológicos, aumento o disminución de inseguridad, crecimiento o no de nuestros principales mercados o mercados emergentes, entre otros temas.

Sin embargo, pareciera que 2019 no va a ser un año típico en nuestro país, y los primeros indicios ya se dejan ver con una serie de importantes decisiones que se han tomado desde el gobierno federal y los gobiernos municipales, que seguramente reconfigurarán el fondo y la forma en la cual se desarrolla México, y que por supuesto incidirán directamente en el tema del turismo.

Y a pesar de que desde la campaña conocimos una política turística más enfocada a los aspectos sociales del desarrollo, y se preveían algunos cambios importantes en la forma de hacer turismo, hay decisiones en materia turística que han sorprendido a más de uno: la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, el cierre definitivo del Consejo de Promoción Turística de México o la decisión de llevar a cabo el Tren Maya, sin duda harán que México, y los destinos del sureste del país, tengan que adaptarse a algunas nuevas reglas del juego.

¿Difícil? No lo veo tanto. En 18 años trabajando temas de turismo sustentable, y 14 viviendo en Quintana Roo, he visto cómo esta es una sociedad que tiene una característica muy importante: la resiliencia, o en otras palabras la facilidad de adaptarse al cambio. Incluso, diría yo, no tan solo es resiliente sino que ha tenido la capacidad de moldear el cambio hacia lo que se ha considerado como importantes áreas de oportunidad.

Cierto que las reglas del juego están cambiando, pero con ello se abren gran cantidad de oportunidades de tomar un camino diferente, que si bien estoy seguro nos llevará a buenas cifras económicas y turísticas, también nos debe permitir tener un sector mucho más responsable y adaptativo, que cumpla con este objetivo de generar riqueza, pero también de generar bienestar y mejorar los entornos en los que vivimos.

El 2019 será un año importante para la consolidación de la sustentabilidad en el turismo en México, y lo comento con conocimiento de causa; vienen al país más de 200 millones de pesos para impulsar el tema a través de dos proyectos muy relevantes: uno apoyado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) y otro por la Cooperación Alemana al Desarrollo (GIZ).

Y estos dos proyectos se desarrollarán también en Quintana Roo. Hoy podremos beneficiarnos de recursos y de asistencia técnica para promoción de destinos sustentables (una alternativa a la desaparición del CPTM, por ejemplo); de conocimiento y aplicación de buenas prácticas de sustentabilidad para empresas; de capacitación al sector privado para adaptarse a los efectos del cambio climático como el aumento en el nivel del mar o la pérdida de playas; para generar esquemas innovadores de inversión pública y privada en la conservación, manejo y restauración de ecosistemas, entre otros.

Pareciera entonces que si bien en algunos casos hay incertidumbre, en el tema de turismo sustentable existe más certidumbre que nunca y eso, amigos míos, hay que aprovecharlo. Nunca antes se habían tenido estas condiciones, y creo firmemente que aquellos que las aprovechen de mejor manera tomarán un real liderazgo en el cambio de timón que necesita este sector.

Así que hagamos de 2019 el año de la sustentabilidad, el año donde empresas, asociaciones y gobiernos trabajemos en conjunto por romper paradigmas, en el cual encontremos de forma conjunta las soluciones a los grandes retos y donde la incertidumbre general pueda paliarse con un decidido frente hacia un turismo más responsable con los recursos, el medio ambiente y las personas. Feliz 2019  

Decrecer, ¿es deseable? ¿Es posible?

por Latitud21 Redacción 28 noviembre, 2018

Si oímos el término ‘decrecer’ probablemente de inicio sea un concepto difícil de asimilar y difícil de explicar; estamos acostumbrados a que el factor de éxito es el crecimiento (personal, profesional, en algunas actividades), y pensar en dejar de hacerlo pudiera parecer una señal de que las cosas no están saliendo bien.

Y en turismo sucede, en este sector estamos acostumbrados a que más siempre es mejor: los destinos exitosos son los que más turistas reciben, los empresarios triunfadores son los que más venden, las cadenas hoteleras miden su éxito a partir del aumento de cuartos y de inversiones, y así podría seguir dando muchos ejemplos.

Sin embargo, desde hace algunos años y derivado de la problemática que ha presentado el crecimiento acelerado del turismo, los destinos (en especial aquellos que probablemente nos llevan 10 o 20 años de ventaja) se han dado cuenta que llega un momento en que recibir turistas, inversiones y presión a sus recursos (naturales y culturales) no se vuelve grato, ni para el turista ni para el empresario turístico y mucho menos para la gente que vive en ellos. Y muchos de ellos han pensado en frenar, aunque pocos han logrado una estrategia para contener el maremoto turístico, y solo algunos han llegado a pensar en revertir el daño.

Y es que el tema no es fácil, porque no se trata solamente de pensar en cortar el flujo de turistas a un lugar, ya que este sitio probablemente tenga necesidades que cubrir, compromisos hacia la rentabilidad de los inversores y metas a cumplir en la dinámica económica local y nacional. Pero creo que vale la pena empezar a preguntarnos: ¿qué pasaría si pudiéramos tener la misma rentabilidad que ahora tenemos con el mismo (o incluso menor) número de turistas que llegan hoy? 

Siempre he sido de la idea que es mejor tener una persona que pague 10 pesos, que 10 personas que paguen un peso cada una; si lo analizamos, el ingreso es el mismo, pero el gasto en cubrir las necesidades de 10 personas es mucho mayor que el que genera atender a solo una; y entonces, la rentabilidad con menos clientes es mayor que cuando tenemos más. Suena lógico, ¿no?

Entonces, ¿por qué no lo hemos aplicado en turismo? ¿Por qué no pensar en estrategias que permitan mejorar no el número de turistas sino la calidad de turistas? ¿Que apuesten por decrecer en cantidad y crecer en calidad? Buscar a esos que pagan 10 pesos, en lugar de seguir trayendo a los que pagan uno.

En Quintana Roo se me ocurren algunos pilotos con los que podríamos empezar. Tal vez la zona hotelera de Cancún, uno de los destinos que está en un punto de quiebre entre renovarse o morir, y que pudiera ser un excelente laboratorio en el tema. O Holbox, que aunque los números no son tan espectaculares como en Cancún, bien podría tener una estrategia de volverse un destino realmente exclusivo, donde el turista (ojo, no el local), hiciera fila y pagara lo que realmente vale esa maravilla para poder visitarlo. 

Estrategias hay muchas: posicionamiento, redirección de estrategias de promoción a mercados especializados, contribuciones de empresas y turistas a conservar los recursos, impuestos bien diseñados (en Galápagos, la sola entrada al Parque Nacional cuesta 100 dólares, más el costo de hospedaje, alimentos y actividades), reinversión social, entre otros.

Y les puedo asegurar que de implementar estas medidas podríamos tener destinos mucho más exitosos que los que tenemos ahora, más rentables, con mejor calidad, con un mejor ROI para el inversionista, y también para el sitio, sin necesidad de forzar los servicios.

Estamos en un momento donde podemos hacerlo, donde es importante experimentar e innovar, porque los resultados, de ser exitosos, llevarían a nuestros destinos a otro nivel.  Lo peor que puede pasar es quedarnos como estamos.

*Director general de Sustentur, con más de 15 años de experiencia en el diseño de estrategias de turismo sustentable para destinos, empresas y organizaciones en México y Latinoamérica.

Obsolescencia programada y turismo 

por Latitud21 Redacción 31 octubre, 2018

¿Cada cuánto tiempo cambiamos aquellos bienes que ya no nos sirven, o al menos que creemos que ya no nos sirven? Pensemos en un teléfono celular, un auto, una computadora, todas estas cosas están programadas para tener una vida útil, para empezar a fallar cada cierto tiempo y entonces buscar un reemplazo para ellas.

A eso, los expertos lo han llamado obsolescencia programada, es decir, que desde la construcción se “programa” una vida útil a un producto o servicio, y se sabe que en algún momento, debido a los cambios tecnológicos, dejará de funcionar y de ser compatible.

Esto ha dado pie a que cada vez más nuestra mente piense en un consumismo de corto plazo, en tener productos de usar y tirar, y en estar en un proceso de compra y de renovación continua, que tiene sus impactos en otros temas como la generación de residuos, por ejemplo.

Y a veces pareciera que cuando hablamos de turismo no dejamos de pensar en este corto plazo, en desarrollar servicios, empresas e incluso destinos con una visión de “usar y tirar”, y pensar que si nos acabamos el recurso, si los servicios públicos dejan de funcionar, si el destino es inseguro o ya no se vuelve rentable porque los precios han bajado, podemos entonces tirarlo y “comprar” o irnos a uno nuevo.

Pero nada más alejado de la realidad, principalmente porque en el proceso de desarrollo de los destinos turísticos hay una vinculación directa e irrenunciable con dos elementos que siempre tendrán consideraciones a largo plazo: los ecosistemas y la comunidad local, ya sea originaria o de nueva creación.

Por ello, si bien es cierto que es importante la creación en nuevos destinos y el impulso a ellos a través de programas como Pueblos Mágicos u otras inversiones, también es cierto que debemos trabajar en la consolidación de los ya existentes, que, finalmente, soportan la actividad económica no solo de sus regiones sino del país, y cuyo mayor activo son los recursos naturales.

Y en ese sentido es importante trabajar a nivel destino, de lo contrario las cosas no funcionan; pensemos por ejemplo en Cancún, un destino turístico que llegará a sus primeros 50 años en cualquier momento, y por ello será importante una renovación general del mismo en varios sentidos.

Si vemos la geografía actual de la zona hotelera, ha habido algunos cambios, renovaciones y modificaciones importantes pero individuales con el paso del tiempo, que permiten a los propietarios de empresas ofrecer una visita “más fresca” al paraíso, lo cual es muy bueno.

Sin embargo, si ese paraíso no se renueva por completo, las inversiones quedarán siendo oasis en medio de una infraestructura y un ecosistema devastado, y eso no es conveniente para nadie.

De ahí la necesidad de pensar en que un destino turístico no debe quedar obsoleto, no solo en sus inversiones individuales sino en las colectivas: sus playas, manglares, arrecifes, su infraestructura eléctrica, de abasto de agua y de tratamiento, sus programas de manejo de residuos, los espacios públicos, su interacción con la sociedad.

El principal destino del país no puede quedarse obsoleto, y aunque las inversiones ya están moviéndose a otros sitios, es momento de replantear el futuro de este lugar que ha dado tanto a todos, quienes vivimos y quienes no vivimos en él.

*Director general de Sustentur, con más de 15 años de experiencia en el diseño de estrategias de turismo sustentable para destinos, empresas y organizaciones en México y Latinoamérica.

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