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Revista Latitud 21
Categoría:

Libro Ecología y Espiritualidad

Capítulo XXXV • Errores del desarrollo

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 julio, 2023

 

 

Estamos inmersos en una incesante transformación universal y lo humano no se puede sustraer a ella. Si observamos la historia del hombre, veremos que su evolución se basa en el desarrollo de su conciencia. Cada revolución ha impulsado un nuevo paso en el desarrollo de la conciencia y, por ende, en el económico y social.

Desde el punto de vista del desarrollo, quizá el error más grande del tercero y quinto mundos es el del crecimiento demográfico. Tabúes religiosos, ignorancia y pobreza se conjugan con nuevos y sencillos conceptos de higiene y prevención (vacunas infantiles) para lograr poblaciones que en los últimos 50 años se han quintuplicado, como es el caso de México que pasó de 20 millones en los años treinta a casi 100 millones en el 2000. No existe crecimiento económico, ni ecología, que soporte esa explosión demográfica.

El factor más devastador de la ecología es la pobreza, sobre todo cuando se combina con conceptos equivocados de desarrollo económico, como ocurre en el caso de la tala indiscriminada de árboles, ya sea para sembrar, ya sea para hacer fuego, ya para explotar maderas preciosas (selvas tropicales) o maderas comunes. Se trata de una destrucción acelerada del patrimonio ecológico de un país, sólo para conseguir, en el mejor de los casos, un alivio económico momentáneo, cuando no el enriquecimiento de un inconsciente generalmente coludido con las autoridades. Otro concepto de desarrollo equivocado es la destrucción de bosques tropicales para establecer posturas de baja densidad de carga; es desarrollo, pero a un altísimo precio ecológico.

En todos los países hay un problema de equilibrio entre bienestar y ecología, entre producción y consumo, pero si en las tesis de desarrollo no se considera el precio ecológico, estamos girando cheques contra una cuenta de la biosfera: biodiversidad y equilibro, que cada día se debilita más. Esa es la absoluta realidad.

Tener más bienestar y dinero es una alta responsabilidad en los tiempos modernos. El país que tiene más debe dar los primeros pasos y empezar a pagar los precios ecológicos de sus factores de producción; y también, asumir su corresponsabilidad con los países más débiles en lo que a economía se refiere, para compensar el pasado y sobre todo, prevenir el futuro. Ahora sabemos que si se queman los bosques de Indonesia o de la selva Amazónica o los de América Central, a todos nos afecta, porque igual se abre la capa de ozono por los aerosoles que se contamina la atmósfera de CO₂ y sobreviene un calentamiento global por el efecto invernadero. El mundo no sólo se ha globalizado en lo económico y social sino también en lo ecológico.

Deben establecerse procesos legales reales para que el valor ecológico del planeta, su biosfera, biodiversidad y biomasa no se destruyan por un impulso al desarrollo, que se puede convertir en desarrollismo. Se tienen que establecer los flujos de capital que permitan a los países pobres crear programas de desarrollo sustentable, lo cual les ayudará a mejorar su economía sin destruir su entorno.

El desarrollo es un impulso vital imposible de detener, pero sí es posible encauzarlo, ordenarlo y hacerlo sustentable. Los países altamente desarrollados ya tienen una enorme cantidad de tecnologías no contaminantes, pero las quieren vender a precios exorbitantes.

El desarrollismo devastador se ha multiplicado y ya hay claros indicios de que en dos generaciones más empezarán a escasear los combustibles naturales y fosilizados. La biodiversidad disminuye a pasos agigantados y la biomasa se consume; crece la población y, aún más, la demanda per cápita de energía.

Notas al margen

Tabú. Condición de las personas o cosas a las que es licito censurar o no mencionar.

Coludir. Pactar un daño de tercero.

Capítulo XXXIV • Errores ecologistas

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 julio, 2023

 

 

Como hemos visto en los capítulos anteriores, para el año 2050 habrá 10 mil millones de habitantes en el planeta, y como los combustibles fósiles, que aportan hoy el 92% de la energía mundial, tienden a agotarse no nos queda más que buscar nuevas fuentes energéticas, o bien, aceptar un holocausto inimaginable de miles de millones de seres humanos: NO HAY OTRA ALTERNATIVA. Es por ello importante identificar los errores ecologistas y no seguir cometiéndolos. Los siete principales son los siguientes:

1.       La fuente de energía artificial más limpia, desde el punto de vista de producción, son las plantas geotérmicas e hidroeléctricas en sus diversas modalidades. Hoy los ecologistas de primera generación se enfrentan apasionadamente a cada posibilidad de hacer una represa, tanto con fines hidroeléctricos como de riego. Es cierto que las represas destruyen la ecología de su lago y alteran el medio ambiente; sin embargo, para que su análisis sea válido, la visión ecologista debe ser de mediano y largo plazo, pues de otra forma, el precio ecológico puede ser desastroso. Las plantas hidroeléctricas son baratas y limpias, y sus costos de operación son de los más bajos. Las  represas tienen una larga vida y son muy eficientes, además de que también ayudan a la agricultura y tienen otros fines en la mayoría de los casos. Cada caso debe ser profundamente analizado y no rechazado por principio, pues esas actitudes pueden acarrear precios futuros incalculables.

2.         Se ha generalizado el temor por las plantas atómicas que, salvo por sus desperdicios y    riesgos,   son limpias. Como la industria generadora de energía atómica está en declive y desanimada por tantas presiones, ha dejado de formar tecnología moderna e informar a los consumidores de los verdaderos riesgos.

Por otro lado, por acuerdos injustos, la tecnología atómica de punta se ha vuelto exclusiva de los países desarrollados; los demás países tienen que pagar la tecnología obsoleta a precios exorbitantes. La energía atómica es la única que puede garantizar precios a largo plazo. Tiene sus riesgos y debemos ser cautelosos, pero nada será más dramático que la falta de energía para movilizar poblaciones inmensas. Podremos perecer por contaminación radioactiva, pero también por sobrecalentamiento del planeta y, sobre todo, de hambre y miseria.

3.-     La única forma de generar energía sin levantar, hasta ahora, oleadas de protestas es, sin  embargo, la más contaminante: la termoeléctrica. Para producir energía consume carbón, petróleo o gas, cuyas emisiones a la atmósfera son extremadamente contaminantes. Pero a las termoeléctricas nadie las critica, por lo tanto, son las que están prevaleciendo, aunque su construcción, operación y mantenimiento sean caros. Además, como estas plantas consumen millones de barriles de petróleo diario, aceleran el agotamiento de las reservas mundiales de este combustible. Pero no hay alternativa y por eso se están construyendo a un ritmo vertiginoso.

4.      Los ecologistas de primera generación -que no entienden de razones, ni de economía, pues actúan por miedo-hoy presionan para que se implementen lo que llaman fuentes alternativas, como la energía solar y la del viento (eólica). Claro está, aparentemente son magníficas, pues aprovechan energías potenciales. Sin embargo, hasta hoy no se ha producido por esos métodos energía a gran escala, simplemente porque no es costeable. Eso quiere decir que si la producimos masivamente, el mundo tendría que pagarla más caro y todos, aun los más pobres, nos empobreceríamos más.

5.      Los ecologistas no se dan cuenta de que no se debe atacar la producción, sino los consumos excedentes y los desperdicios. Esto no sólo no lo perciben los ecologistas, tampoco los consumidores en general, porque nadie tiene la conciencia ecológica suficientemente arraigada como para empezar a hacer un esfuerzo personal en el consumo energético, que afecta toda nuestra vida cotidiana.

6.        El precio del petróleo se mantiene artificialmente bajo porque no se basa en consideraciones económicas sino políticas y porque no se le carga el costo ecológico. Ambas medidas son equivocadas. De esa forma hay una permanente negociación de precios que tiende a mantener una economía estándar, pero que estimula el consumo del petróleo e inhibe la inversión en el estudio de nuevas fuentes energéticas, incluyendo la atómica. Mientras los interesados en la ecología no nos demos cuenta de la complejidad del tema, de sus implicaciones económicas y sociales, derrocharemos una enorme energía peleando por causas perdidas.

7.    Los ecologistas de la primera generación toman banderas locales y equivocadas, pues para disimular su temor y satisfacer su ego luchan contra todo concepto de desarrollo indiscriminadamente, sin darse cuenta de que sin desarrollo no hay fuentes de trabajo, y sin trabajo no hay dignidad humana y crece la devastación ecológica. Por ejemplo, luchan contra la industria hotelera, porque desmonta, sin importarles que no contamina; con esta actitud lo único que consiguen es entorpecer la creación de fuentes de trabajo y de bienestar social. Pelear contra el desarrollo nada más por consigna es negar la realidad de que el mundo requiere generar empleo y riqueza para las naciones. En la pobreza, la miseria y el hambre, sólo se generan círculos viciosos de devastación ecológica y moral.

La realidad económica no es generada por nadie en particular. Somos procesadores, productores y consumidores de energía por «naturaleza», y debemos hacerlo correctamente porque la razón y nuestros valores (dictados por el espíritu humano y expresado en la evolución) nos lo indican; el temor que proviene del instinto de sobrevivencia es una emoción primaria y como tal la debemos superar con la razón y la conciencia de la realidad.

Requerimos una visión global que nos permita actuar no sólo con honestidad sino con congruencia. Para eso tenemos que desarrollar una conciencia universal, que se expresa con la verdad, la belleza y la justicia.

Nota al margen

Planta geotérmica. Planta que genera energía, utilizando la presión de vapor generada en fuentes de calor de la tierra.

Capítulo XXXIII • El desarrollo sustentable Integral

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 junio, 2023

 

 

 

El análisis es una herramienta útil para facilitar la comprensión de los fenómenos. El problema está en colgarse de la idea y olvidarse de la síntesis, porque si el análisis es la separación de un todo en sus partes, la síntesis es la reunión de las partes en un todo. Por ejemplo, para efectos de estudio anatómico se divide el cuerpo en cabeza, tronco y extremidades, pero no por eso esperaríamos ver transitando por la calle una cabeza sola.

El sistema humano funciona en el marco de tres subsistemas básicos: social, económico y ecológico.

En lo personal, creo que durante el siglo XX hubo una tendencia a considerar estos subsistemas como si fueran sistemas aislados sin comprender que son partes indivisibles de un todo integrado. Considerar lo humano como un sistema puramente social, económico o ecológico genera divisionismos o reduccionismos engañosos de la realidad, que tarde o temprano generan crisis inmensurables en el sistema humano. El hecho de que el materialismo histórico circunscribiera lo humano a lo económico propició situaciones de terrible riesgo para la humanidad, con efectos sociales y ecológicos todavía imprevisibles. Lo mismo pasaría si consideráramos el subsistema ecológico como único e independiente. Ver a la naturaleza como la madre de la vida y por tanto sagrada e intocable y valorarla por encima de lo social y económico, como hacen los ecologistas de la primera generación, es un verdadero disparate. La única forma sensata de concebir la realidad humana es como un sistema integrado de los subsistemas social, económico y ecológico, como un todo formado por partes interdependientes.

Para que sea viable y sustentable a largo plazo, un proyecto tiene que responder a la realidad, o sea que debe considerar todos los factores que la integran. Por ejemplo, si durante el desarrollo de un proyecto turístico se destruyen las bellezas naturales en que se pretendía sustentar, el proyecto se destruye a sí mismo.

El sistema humano es de una gran complejidad; cada uno de nosotros se enfrenta a su particular vida cotidiana; sin embargo, hay una serie de características que nos son comunes, como el instinto de sobrevivencia, que requiere consumo energético, comida, agua, salud, etc., y que se integra en los tres subsistemas: económico, social y ecológico. Cuando para sobrevivir nos olvidamos de uno de ellos, el sistema se fractura.

Sólo con acciones congruentes con esos tres subsistemas se puede desarrollar una vida en equilibrio, con conciencia social, trabajo productivo (en armonía con el medio) y respeto a los recursos naturales. Por eso, para que una sociedad desarrolle una conciencia integral, tiene que tener una conciencia social, una ecológica y una económica.

Los grandes países industrializados han sido y siguen siendo los principales contaminadores, por el simple hecho de que jerarquizan lo económico por encima de lo ecológico. Además, la pobreza es una realidad insoslayable, que genera degradación social, económica y ecológica. Es el factor actual que más afecta al proyecto de desarrollo sustentable en los países del tercero y quinto mundos. El único remedio contra la pobreza es el trabajo, de tal forma que cualquiera de los subsistemas económicos, ecológicos o sociales que afecte el trabajo provoca degradación general. Eso lo saben perfectamente los países desarrollados. Por lo tanto, es el trabajo con conciencia social, económica y ecológica lo que hace posible al desarrollo sustentable.

Notas al margen.

Análisis. Distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios y elementos.

Síntesis. Composición de un todo por la reunión de sus partes.

Capítulo XXXII • El ser humano y la energía

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 junio, 2023

Ya hemos dicho que los seres humanos somos «procesadores» de energía. La consumimos para sembrar, cuidar y cosechar, transportar y distribuir los alimentos que compramos en el mercado; para abastecer las casas en las que vivimos de agua, luz, drenaje; para producir todos los instrumentos que usamos; para iluminar, limpiar, administrar las grandes ciudades, etc. Absolutamente toda actividad humana y todo lo que el ser humano utiliza para vivir, consume energía y produce desperdicios. La energía ha sido y seguirá siendo el motor del universo, del Sistema Solar, del Sol, de la Tierra y de todo ser vivo que la habita.

La ciencia que ha tratado de interpretar, legislar, determinar, ordenar y comprender esta producción, distribución y consumo de energía es la economía, y el instrumento que ha generado para hacer la energía accesible a toda la humanidad es el dinero, el cual no es más que un acuerdo que debe ser real entre capacidad de producción, distribución y consumo de energía de una sociedad. Entre más energía produce, distribuye y consume una sociedad más dinero posee y mejores estándares de vida (en alimentación, educación y protección) brinda a los seres humanos que la forman.

Las sociedades que se han vuelto más eficientes en la obtención de energía son las que han progresado más y las que más cerca están de satisfacer sus anhelos de libertad, justicia, bienestar y belleza. Estas sociedades ricas, a su vez, son también las que más gastan en la búsqueda de innovaciones tecnológicas para la obtención de energía, con lo cual aceleran cada vez más su desarrollo. Así pues, economía y humanismo son una cosa integrada: el uso energético con fines humanos. En la época de los dinosaurios «nadie» se preocupaba por nada, las cosas simplemente sucedían y el instinto de sobrevivencia regía la vida. Los seres humanos hemos de aceptar la economía como parte integrante de nuestra vida y comprender que en muchos sentidos no sólo está afectada sino regida por ella.

Hasta el día de hoy, hay dos sistemas que han demostrado su eficacia para organizar la vida humana, la democracia y el libre mercado. La razón es clara y sencilla: la democracia promueve la libertad individual; ésta, el libre mercado; el cual, a su vez, promueve la productividad, que es fuente de bienestar. Todo se refiere a la producción, generación, distribución y consumo energético.

Todo consumo energético tiene pérdidas y genera desechos; ése es precisamente uno de los principales problemas actuales de la humanidad. Hasta el siglo pasado, no nos habíamos dado cuenta de que todo proceso de producción, distribución y consumo de energía tiene desechos que contaminan el medio ambiente, o sea, un costo ecológico que, hasta hoy, ninguna economía ha querido absorber. Por razones políticas no se incluye ese costo en el precio de los productos. Y entonces ¿quién absorbe dicho costo? Pues el medio ambiente.

Notas al margen:

Legislar. Hacer o establecer leyes.

Humanista. Persona Instruida en letras humanas.

Humanitario. Que mira o se refiere al género humano.

Humanismo. Corriente de pensamiento humanitaria.

Capítulo XXXI • Disparidad necesaria en la legislación ecológica

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 mayo, 2023

 

No es válido, ni nunca lo ha sido, borrar las consecuencias del pasado para iniciar una nueva legislación, pues en lo referente a ecología el daño fue realizado por las grandes potencias para desarrollar sus ahora fuertes economías. En estricta justicia, dichas potencias deben pagar el precio correspondiente.

Son los países ricos los que han podido desarrollar tecnologías anticontaminantes y es injusto que se las vendan —generalmente cuando ya son obsoletas— al tercero y quinto mundos ganando utilidades en la venta.

Es injusto que sólo los países desarrollados se consideren con el derecho de poseer la tecnología de desarrollo atómico de energía sin que exista un acuerdo de transferencia justo y barato, que no condene a los países pobres a un nuevo colonizaje energético y tecnológico.

No es posible que se les exija a los países subdesarrollados aplicar reglamentaciones ecológicas que hagan inviables políticas de justicia social y desarrollo económico.

La ecología es una ciencia multidisciplinaria que se apoya en la meteorología, la física, la química, la oceanografía, la biología, la medicina, la sociología, la economía, las ingenierías civil, mecánica, eléctrica y petrolera, la informática, etc. Es, pues, una ciencia compleja y difícil de aplicar, que requiere enormes recursos para sus estudios y conclusiones.

Un país en desarrollo que equivoque sus políticas ecológicas y las quiera equiparar con las de los países del primer mundo, lo más probable es que nunca salga del subdesarrollo y de la dependencia tecnológica.

La responsabilidad de las autoridades ambientales de los países subdesarrollados es enorme y sus políticas ecológicas tienen que ser consecuentes con los antecedentes de contaminación ambiental de todos los países que lucraron con los recursos naturales sin pagar el costo ecológico. Dichas políticas también deben adecuarse a los mercados de competencia actuales, pues la regulación ecológica participa prácticamente en todos los factores de producción, por lo que si es equivocada puede detener el desarrollo social y económico de un país, con gravísimas consecuencias sociales.

Un equilibrio con justicia internacional e interna es lo más procedente. No se puede exigir a Brasil la conservación del Amazonas sin ayudarlo con planes de desarrollo social y económico en esa región, pues el Amazonas se agota por hambre y exigencia social de desarrollo, no por una voluntad destructiva. Ese es el caso de todas las selvas que existen en países tropicales y subdesarrollados cuyas necesidades económicas los rebasan. Las inmensas deudas públicas internas y externas los tienen condenados a la insuficiencia de recursos económicos para el desarrollo. Si a eso le agregamos los factores históricos y religiosos que los inducen a la procreación y a la explosión demográfica que se ha vivido en los últimos 100 años, tendremos los elementos necesarios para identificar los círculos de la pobreza e injusticia social que los mantiene en la miseria.

La ignorancia se disculpa en la gente que por su pobreza no se puede preparar, pero no en los profesionistas y responsables de la elaboración de las leyes ecológicas. Ellos deben tener una visión histórica, económica y social de la comunidad para la cual van a elaborar esas leyes y le tienen que dar los tiempos necesarios para lograr sus objetivos.

El 83% de la actual contaminación atmosférica en el mundo proviene de las emisiones de contaminantes de los energéticos fósiles que consumen los países desarrollados y tres países más: China, India y Rusia. Es absurdo que un país subdesarrollado quiera imponer limitaciones a su propio desarrollo más estrictas que las que tienen esos países. Es una ignorancia aberrante, una traición a sus compatriotas que se mueren de hambre sin trabajo ni esperanza.

El mundo requiere una nueva visión global cuyas prioridades deben ser el desarrollo sustentable y la justicia social, pues muchas de las leyes no sirven a los seres humanos presentes y futuros. No es justo exigirles a los habitantes de los países pobres que sacrifiquen su propia existencia y las de sus hijos en beneficio de una colectividad mundial que les niega el derecho al trabajo y, por lo tanto, a una vida digna.

Es en este punto en donde, una vez más, ecología y espiritualidad se conjugan, pues las leyes sociales de justicia tienen una base moral, por mucho que el positivismo lo niegue. Esos valores surgen del espíritu y del imperativo ético de igualdad y justicia social que habita en él.

Sólo tomando en cuenta las diferencias reales entre pobres y ricos, entre culpables e inocentes, entre legislaciones aplicables con sentido social y restrictivas  podremos comprender mejor el problema ecológico y sus posibles soluciones, pues la humanidad corre el riesgo real de encontrar en el anhelo de desarrollo a su peor enemigo. Si no comienza a agregar el precio ecológico a sus factores de producción y si toda la humanidad conjunta no cobramos conciencia de nuestra responsabilidad, tanto en la contaminación como en sus posibles soluciones, las futuras generaciones tendrán que enfrentar condiciones de enormes riesgos, y altos costos económicos y sociales. Las generaciones del futuro verán hacia el pasado con justificado rencor y entonces el juicio de la historia condenará a las generaciones presentes que egoístamente no quisimos pagar el precio del desarrollo sustentable.

Capítulo XXX • Convivencia del neolítico con lo actual

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 mayo, 2023

 

AI final del siglo XX prácticamente se dan por terminadas las sociedades neolíticas pastoriles o re colectoras, a pesar de que en África todavía quedan algunas, al igual que en el Amazonas (Brasil) o en Papua-Nueva Guinea, que en total no suman ni el 1% de las que había a principios del siglo. En cien años desaparecieron culturas con más de 10 000 años de existencia. Estos pocos grupos que quedan hoy alternan con cosmonautas que están en la base espacial. ¿Cuál puede ser el resultado de esa realidad? ¿Hay mejores y peores? ¿Superiores e inferiores? Este debate ha sido ya superado, yo creo que todos somos iguales y diferentes.

La diferencia está en nuestra visión del mundo; la visión moderna es global mientras que la neolítica se circunscribe a la cotidianidad de la vida, al territorio que se domina y a la mitología heredada de siglos, sin influencia de los procesos civilizadores. Pero, ¿qué es un proceso civilizador? Desde mi punto de vista, lo es aquel que básicamente universaliza la visión del mundo. Con el sólo hecho de presenciar otras cosmovisiones, tradiciones espirituales, folclore, expresiones artísticas, paisajes, climas y costumbres, ampliamos nuestra propia visión del mundo. Si además conocemos la historia de otros pueblos, los comprendemos mejor, advertimos con mayor claridad las diferencias y las coincidencias y las apreciamos en su justa dimensión. Todos tenemos antepasados neolíticos, todos hemos sido humanos que, 186 en procesos que hoy se aceleran y antes eran más lentos, evolucionamos hacia niveles de conciencia más elevados, más integradores. Hablamos de la aldea global, pero habitada por seres humanos muy diferentes en raza, color, tradiciones y costumbres, y con muy distintas visiones del mundo y niveles de conciencia.

Antiguamente, los pueblos vivían separados, sin saber unos de los otros, y cuando se encontraban, unos dominaban y otros eran dominados, y éstos tenían que absorber la visión de aquéllos.

A la evolución le ha llevado cerca de 10 000 años integrar los países modernos, muchos de los cuales por razones tribales (África), étnicas (Los Balcanes) o religiosas (India-Pakistán) tendrán que ajustar fronteras. Sin embargo, la división básica está ya integrada. Integrada en este caso significa, configurada, delimitada y aceptada. Somos cerca de 240 países que nos diferenciamos y separamos por fronteras.

Pero la información no tiene fronteras. Los satélites la difunden instantáneamente por todo el mundo, y otro tanto se hace a través de internet. Personalmente, creo que todo este movimiento que desconoce límites está movido por el motor más poderoso e integrador del espíritu humano: el anhelo de libertad. El espíritu, que está en cada uno de nosotros y que nos hace iguales, sabe que sin libertad plena no se puede autorrealizar. Esa fue la razón por la cual en el siglo XX se intentó arrasar con la mayoría de los gobiernos totalitarios del mundo. El ser humano no puede vivir dos realidades al mismo tiempo, no puede ser sometido y libre en un mismo momento y la expansión de la información visual, radiada, fotografiada o escrita ya no puede ser censurada por los tiranos del mundo. Estos ya no pueden actuar impunemente sin ser sancionados por toda la comunidad mundial en la aldea global; no hay en dónde esconder la barbarie, la impiedad, el abuso y el egoísmo. Hoy ya se está dando el caso de que tiranos de un país específico son juzgados por la comunidad internacional y todo el mundo conoce sus fechorías.

Toda esta «corriente» de información es la que está rompiendo barreras de incomprensión y generalizando los principios económicos, sociales y espirituales de los países que han logrado superar su pobreza. Levantando el valor moral y económico de sus ciudadanos, han logrado los mejores niveles de vida y de justicia social.

Todos estos países son democracias, económicamente sustentadas en el libre mercado, con religiones que tienen en común la creencia en que hubo un principio, una creación, y que aceptan la evolución del universo y del hombre como el proceso que nos ha llevado a lo que ahora somos. Han desarrollado una conciencia de libertad que engendra en sí misma el anhelo espiritual de la libertad.

La libertad da la opción de escoger y las sociedades avanzadas y actualizadas la tienen. Por lo tanto, quizás sea allí en donde se ubique la mayor responsabilidad de las decisiones que determinan el futuro de la humanidad. Esa capacidad de elegir y actuar es la que los hace responsables en primer lugar del futuro de la humanidad en las próximas décadas.

Notas al margen 

Neolítico. Perteneciente o relativo a la edad de la piedra pulimentada

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