POR ISABEL ARVIDE
¿Fue una expresión emocional? Sí. ¿Fue una expresión legal? Sí. Definitivo. Ratificado por las autoridades de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
¿Por qué fue un «grito» legal el ‘Viva López Obrador’ de la noche del 15 de septiembre en Estambul? Porque es el jefe del Estado Mexicano.
Y ese es el punto más importante, lo que de verdad existe detrás de cualquier crítica, así sea una, o sean miles, es una campaña de la oposición para intentar desdibujar la jerarquía del cargo, en un país democrático, de presidente de la República.
Andrés Manuel López Obrador es el presidente de la República. Punto. Lo es porque más de 30 millones de mexicanos lo decidieron así. Contra toda la fuerza de los dueños del dinero y, sobre todo, de los dueños de la corrupción. Contra cientos de miles de personas que por muchos años se enquistaron en los negocios del gobierno, traducido esto a la costumbre de robar.
Estos grupos sociales, y muchas personas legítimamente opuestas a la persona del primer mandatario, han tenido la inmensa libertad de expresión para denostarlo. Para llamarlo con el diccionario de insultos a toda hora. Basta abrir cualquier red social para encontrar las ofensas más graves contra su persona e, incluso, contra su esposa. Esto obedece a un plan, a una campaña política muy bien estructurada.
Sin embargo, pese a quien le pese, Obrador tiene un inmenso apoyo popular y una aceptación social superior al 72 por ciento.
Lo que, debo admitir, no fueron las razones para gritar «Viva López Obrador». No se trató, ni por mínimo error, de una expresión populista.
La noche del 15 de septiembre se festeja a la patria, a los héroes, a nuestra historia, pero también a los valores que nos dan, que nos deben dar cohesión como nación. Y el jefe del Estado Mexicano es uno de ellos.
Sí, el mismo objeto de caricaturas y ofensas, es el elemento, la persona, la voluntad política más grande de adhesión social. Al menos para millones de mexicanos, para esa inmensa mayoría que estuvieron olvidados por los gobiernos que lo precedieron.
Es un líder que representa a la mayoría de mexicanos. Que me representa a mí. Y yo era quien tenía la bandera en mis manos, quien tenía la voz, quien tenía la decisión y la libertad de elegir mis vítores. No me arrepiento.
Pueden vociferar desesperados, pueden vomitar serpientes de escarnio, pueden pedir mi cabeza en todas las formas a imaginar, pueden llamarme la más maldita entre las malditas. Y no pasa nada. No dejo de ser quien soy, no dejo de llamarme como me he llamado hace casi 70 años, no dejo de ser la madre de Bruno ni la abuela de Jorja y Abdala. No dejo de ser la persona en quien ha confiado el presidente para estar al frente del Consulado de México en Estambul.
¿Volvería a gritar Viva López Obrador? Sí. Hoy mismo. Las veces que haya el espacio.
Escribí, repito, es tiempo de definiciones. Y a lo largo de mi vida he tomado partido, he expresado mis convicciones sin importarme el precio a pagar. No es la primera vez que grito lo que pienso, no será la última.
Y como colofón, valga la pena aseverar que junto conmigo muchos mexicanos presentes en la fiesta patria de la noche de Estambul gritaron «Viva López Obrador». Y muchos vinieron a abrazarme, a fotografiarse conmigo.
Lo demás, ese demás tan grotescamente magnificado, no fue sino una provocación. Sucia, emperrada, vil; no fue sino una provocación.